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EDITORIAL: Corruptos en la tierra prometida

Maduro es cómplice de las vagabunderías por desidia, por inacción. Es injustificable que las mafias sigan haciendo de las suyas con total impunidad.

Desde el chavismo siempre se ha resaltado que la gran virtud de Hugo Chávez durante el golde de Estado de 1992 fue asumir su responsabilidad por aquel hecho. El célebre discurso del “por ahora” catapultó al insurgente. Eso de dar la cara fue bien visto por el pueblo llano. Era algo extraño en el mundo político venezolano de entonces. Hoy sigue siendo una rareza.

Desde el gobierno no hay nadie que explique con sinceridad al país lo que está pasando en materia económica. Que si la guerra económica, que si las conspiraciones internacionales, que si el magnicidio. Teorías todas que no aguantan una dosis de realidad. El tiempo pasa y la gente se sigue dando cuenta que la cosa va por otro lado. El modelo y sus ejecutores no funcionan. Sencillo. Lo dramático es que pareciera no existir una alternativa.

Ahora, el gran problema que tiene Maduro y el alto gobierno es aceptar que, en efecto, el rumbo es errado y que la ineficiencia y el latrocinio han dejado en jaque las cuentas de la nación. ¿Cómo un país petrolero, en época de barriles a 100 dólares, está sumergido en una crisis así? ¿Cómo es que la inflación cabalga hacia los tres dígitos? ¿Cómo se explica que ante este escenario nadie asuma su responsabilidad desde el gobierno? ¿Qué vaina es esta?

El problema de raíz es ético. La depravación moral es tal que ni siquiera por decencia desde el gobierno se hace un mea culpa. Prefieren voltear a otro lado, culpar a cualquiera, mientras muchos siguen robando a manos llenas. No hay tan siquiera la esperanza de ver al primer magistrado desnudar a la corrupción que lo rodea, que asfixia su gestión, que en definitiva carcome a la nación toda. Maduro es cómplice por desidia, por inacción. Es injustificable que las mafias sigan haciendo de las suyas con total impunidad. Maduro, el hombre que cuenta con una Habilitante, ha sido incapaz de meter preso al primer pez gordo.

Nadie da el ejemplo y la decencia en Venezuela parece algo extraño. Los raros son los que no roban, los que no están en un guiso. Son una especie en extinción los decentes, que además son perseguidos, mal vistos. Es el mundo al revés. Es lo que queda de Venezuela.