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EDITORIAL: Otra batalla perdida

El fracaso es rotundo. La pelea contra el dólar paralelo la perdió el gobierno por KO.

Quedan las hemerotecas para quien tenga dudas. En marzo de este año el gobierno de Maduro declaraba la guerra contra el dólar paralelo. Según los voceros, el país vivía un ataque especulativo. Agentes políticos dentro y fuera de Venezuela eran los culpables, se divulgaba desde Miraflores. Se prometió mano dura y mil cosas más. El gobierno en pleno se dispuso a enfrentar el supuesto ataque. Pero como ya ha quedado demostrado, desde el Ejecutivo no abundan los aciertos y el tiempo no ha hecho más que desnudar sus carencias. Como pasó con la guerra contra la corrupción, con la guerra contra la especulación, con la guerra económica en general, contra cualquiera de las guerras que ha enfrentado Maduro, el presidente salió derrotado, para desgracia del país. Y las derrotas han sido, además de continuas, contundentes. Aplastantes como la batalla de Stalingrado, determinantes como fue la derrota romana en la batalla de Adrianópolis.

Maduro ha sucumbido como estratega porque está signado por las carencias. No tiene liderazgo, no se lo ha ganado, no tiene ascendencia ni siquiera en el chavismo, no es firme para atacar los problemas a profundidad, no tiene discurso para enamorar a un país atrapado en la crisis, no es capaz tan siquiera de honrar su palabra. No ha logrado desnudar a las mafias que desde el mismo gobierno se han encargado de destruir al bolívar, que con sadismo apátrida han hecho añicos parte de la identidad de la nación, su moneda, en componenda con factores privados insaciables. Eso por un flanco. Por otra parte, la “revolución” a su mando tampoco ha logrado deslastrarse de los males de siempre, heredados recientemente y otros tatuados en lo profundo de la identidad de la clase política desde hace décadas. Ha seguido con la misma tendencia que desde principio de los años ochenta ha empobrecido a las familias venezolanas. Le ha faltado valor para dar una estocada a las tribus y clanes que, con la gracia del control cambiario, han hecho negocios inconmensurables directamente proporcionales al deterioro de la calidad de vida de los ciudadanos. Es por ello que Maduro debe dejar de hablar de guerras, de batallas, porque tanta derrota lo degrada más. Parece ya un general sin tropas, mil veces vencido, cabizbajo, que recibe mofas desde sus propias filas, un hombre destinado a la soledad e insignificancia que produce una vida de desaciertos y torpezas.