, ,

Anti–“imperialismo” chavista–madurista

Los EE.UU no tienen ninguna autoridad, ni moral, ni de ningún otro tipo, para andar condenando a nadie por la violación de derechos humanos en el mundo.



Por Oscar Battaglini

El fenómeno de imperialismo, como se sabe, existe desde el último tercio del siglo XIX; pero no será a partir de 1945, con la culminación de la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzara a conocerse más plenamente al poner de manifiesto todas las aberraciones de las que es capaz la racionalidad capitalista en su acepción globalizada. Nos referimos sobre todo, a su capacidad para ejercer el dominio de las naciones con propósitos depredadores; al control de sus economías mediante diversos mecanismos: financieros, accionarios, bursátiles, tecnológicos, de marketing, políticos, militares, etcétera; a la amenaza, el chantaje y a la guerra como medio de sometimiento y dominación; a la “tesis” de que cualquier resistencia autentica (o fingida) a su política de dominación constituye “una amenaza a su seguridad” como potencia imperial.

Cabe señalar que esta política la practicaron indistintamente los países imperialistas de occidente desde su conformación como tales; pero es con los Estados Unidos cuando la misma se aplicara más sistemáticamente con los propósitos antes señalados. De esto existen numerosos ejemplos que así lo confirman; los últimos de ellos están actualmente en pleno desarrollo en Irak y Afganistán.

Vistas así las cosas, la conclusión a la que inevitablemente se llega, es que los EE.UU no tienen ninguna autoridad, ni moral, ni de ningún otro tipo, para andar condenando a nadie por la violación de derechos humanos en el mundo. Y si lo que se quería, por las razones que fueran era:

  1. Hacer el señalamiento sobre la represión y la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela.
  2. La denuncia acerca de unos individuos que tienen depositadas grandes fortunas en la banca norteamericana u otras, adquiridas en Venezuela de manera fraudulenta lo que es decir delictiva, debieron concretarse en el primero de los casos, a formular la denuncia ante los organismos que tienen la responsabilidad de velar por el respeto y preservación de los derechos humanos; y en el segundo, lo que procedía era hacerlo público y pasarle la información completa al gobierno venezolano para que fuera éste el que ejerciera o asumiera la obligación de aplicar las sanciones legales correspondientes. Esto fue lo que la diplomacia norteamericana debió haber hecho.

Pero no, se dejó llevar una vez más por lo que el psicólogo venezolano Axel Capriles califica de mentalidad lineal y plana. “Los gringos tienen una mentalidad lineal, plana. Son incapaces de comprender las complejidades y pasiones que despiertan en la psicología latinoamericana”. (El Nacional, 12/03/2015).

Ante lo planteado, ¿qué vendría a ser una política adecuada y seria del Estado venezolano, como representación política de nuestra sociedad frente a la expresa intencionalidad injerencista de los EE.UU, en nuestros asuntos internos?

En primer lugar, y sin ninguna estridencia, hacer una invocación de nuestra independencia y autonomía como Nación Libre y soberana, y que por lo tanto no acepta la injerencia de ningún Estado extranjero en sus asuntos internos.

En segundo lugar, informar debidamente a la sociedad venezolana sobre la justeza de su posición frente a las pretensiones imperiales.

En tercer lugar, disponen de un Proyecto Nacional para la creación de las condiciones: económicas, políticas, sociales, culturales, científicas, tecnológicas, etc, que no sólo garanticen la satisfacción plena de los requerimientos generales de la sociedad venezolana, sino que hagan posible en su seno, la realización efectiva de los principios y valores que aquí se han invocado a los que necesariamente habría que agregarle los valores de la democracia política en su más amplia y completa expresión.

En cuarto lugar, no propiciar ni caer en provocaciones por efecto de un mal manejo (irresponsable o demagógico) de la política injerencista imperial.

En quinto lugar, hacer uso inapropiado de los elementos y recursos de los organismos multilaterales que puedan ser útiles para la defensa de los intereses nacionales.

En sexto lugar, solicitar de esos organismos y de la comunidad internacional un pronunciamiento condenatorio de esta intencionalidad injerencista de los EE.UU en los asuntos internos de un país independiente y soberano como lo es Venezuela.

¿Es esa la forma como se ha conducido el gobierno y el propio Maduro ante este nuevo affaire de la diplomacia imperial norteamericana? La respuesta está a la vista de todos. En lugar de hacer las cosas de esa manera, que era lo inteligente en estos casos, cogieron el atajo de la diatriba y el discurso “antiimperialista” vocinglero e irresponsable, al estilo de Fidel Castro en sus mejores tiempos, y del propio Chávez, sobre todo desde el momento en que éste se hace dependiente de aquel.

La estridencia propagandística presenciada a través de los medios de comunicación bajo control del gobierno, en la que se hace aparecer al país al borde de una invasión extranjera, es parte de un plan dirigido al logro básicamente de los siguientes resultados:

  1. proporcionarle al gobierno mediante la manipulación del sentimiento nacionalista de la población, los apoyos necesarios para tratar de contener su creciente debilitamiento político como consecuencia de la crisis de legitimidad a la que se ve sometido.
  2. denunciar la intención que la sociedad tiene sobre la gravedad de la crisis y el malestar generalizado que gravitan sobre ella.
  3. intensificar más aún el autoritarismo militarista y la represión que sistemáticamente se viene ampliando contra todas las formas de la disidencia antigubernamental; etcétera.

Confía el gobierno que de nuevo alcanzará el mismo resultado que obtuviera cuando ejecutó la jugada del Dakaso. Pero todo indica que con respecto a este asunto no será así. El enorme descontento que actualmente existe en su contra, y la propia naturaleza farsesca de su posición en su conflicto con los EE.UU, se encargarán de impedirlo. Donde mayormente se evidencia este último rasgo es en la política petrolera que el chavismo oficial ha venido poniendo en práctica desde un principio.

La realización por el gobierno chavista de las empresas mixtas como el modelo ideal para la renegociación del petróleo venezolano con el capital transnacional (imperialista) confirman plenamente ese aserto. Mediante esa reinserción de las empresas mixtas en la explotación del petróleo venezolano, las empresas extranjeras que venían operando en el país desde la época de la “Apertura Petrolera” de Caldera (II) han devenido socias del Estado venezolano en un proceso de articulación económica que la Pdvsa chavista ha definido como “la migración de los anteriores convenios a las empresas mixtas” fue así como a partir del año 2006 de 32 empresas extranjeras sujetas a los antiguos convenios operativos, 19 decidieron firmar con Pdvsa para operar bajo el nuevo esquema de las empresas mixtas, muchas de las cuales vienen operando desde hace ya tiempo en la explotación de la faja petrolífera del Orinoco bajo contratos que han sido negociados sin que hayan pasado por la revisión y aprobación de la Asamblea Nacional, de la Contraloría General de la República u otros. organismos referidos al control del patrimonio público.

En relación con este asunto vale la pena citar la posición expresada por Alí Rodríguez, ex ministro de petróleo de Chávez en el viejo Congreso, en su condición de Presidente de la Comisión de Energía: “Cuando hacemos una empresa mixta con una empresa transnacional lo que hacemos es darle otro diente de la tenaza para que la presión desde afuera sea más eficaz adentro, porque los vamos a meter adentro… Les vamos a dar voto, influencia y acceso a todas las informaciones y a todas las estrategias que vamos a realizar desde adentro”. Hasta ahora, que sepamos, este caballero, ni como ministro, ni como alto personero político del chavismo, le ha hecho ninguna objeción a la política petrolera de éste basada en las empresas mixtas.

Conviene recordar que este mismo fariseísmo fue expresado por Chávez en la oportunidad en que un periodista le señalara la incongruencia que existía entre la reinserción de las empresas de las empresas mixtas, que fueron convenidas incluso con la Chevron de Míster Bush, y su declarada posición antiimperialista. Su respuesta fue: “que una cosa era la política y otra cosa eran los negocios”.

Una diferencia muy parecida a esta es la que el chavismo oficial tiene con el problema de la injerencia extranjera con nuestros asuntos internos. Como se ve, no les gusta para nada el injerencismo gringo (contra el que adelantan, en este momento preparativos militares de un ridículo subido); pero sí les gusta la injerencia cubana, la cual no solamente han propiciado, sino que han dejado llegar al extremo de lo escandaloso