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Bestias vestidas de rojo

Cuando el mal ejemplo de la dirigencia promueve un deterioro general y sistemático de los principios y valores de la moral socialista, ya no estamos en presencia de una revolución sino de una disputa entre dos oligarquías.


Por Jesús Silva R.

Ya aconteció en la Unión Soviética y otros Estados en el siglo XX que fracasaron en el precioso ensayo de construir una sociedad justa e igualitaria, es decir, el socialismo. En efecto, cuando el mal ejemplo de la dirigencia promueve un deterioro general y sistemático de los principios y valores de la moral socialista, ya no estamos en presencia de una revolución sino de una disputa entre dos oligarquías que persiguen controlar el país.

Entonces la oligarquía que reparte más limosnas, la que exhibe mayor sensibilidad social o vocación caritativa, se hace llamar “socialista” dentro de un ficticio proceso histórico donde los grandes medios de producción son transferidos a nuevos explotadores.

Si la amarga historia del siglo XX se repitiera en el XXI, tendríamos que denunciar que “las bestias se visten de rojo”, es decir, hay bandidos que se hacen pasar por revolucionarios y conforman una nueva oligarquía autodenominada “socialista” la cual protagoniza una lucha contra la oligarquía de vieja data. Esas dos oligarquías compiten por apoderarse de la gigantesca riqueza petrolera y si se busca un elemento para desenmascarar a la oligarquía nueva o más caritativa, bastaría revisar su alejamiento frente a los principios y valores socialistas, uno de sus mayores vicios es el despotismo.

Nuestro desafío como socialistas bolivarianos es impedir que el ensayo revolucionario parcialmente exitoso que experimenta Venezuela desde 1999 no termine fracasando como sucedió en la URSS. Humildad, igualdad, y solidaridad fueron personificados por verdaderos revolucionarios a toda prueba.

Sin embargo, se sabe que frecuentemente en los círculos de poder que acompañan a estadistas intachables, hay burócratas de alto rango que cometen despotismo. Esto ocurre porque el poder intoxica con falsa grandeza a los funcionarios que tienen espíritu débil, frágil formación ideológica o conciencias socialmente resentidas.

Se cuenta que Anastas Mikoyan, el Canciller de Stalin en la Unión Soviética, era un terrible déspota, un insoportable malcriado, caracterizado por berrinches frecuentes, bipolaridad e insoportables ataques de ira. El crecimiento de su mala fama, hizo que los pobladores soviéticos evitarán acercarse a él por comprensible temor a sufrir maltrato, despotismo o trato cruel. Así empezó el derrumbe de la URSS, mediante la putrefacción moral de sus burócratas más poderosos. Sólo los aduladores de siempre, parásitos cobardes de la élite gubernamental, permanecieron callados y sumisos junto al déspota.

Nunca jamás el despotismo podrá ser la característica de un verdadero revolucionario. Sólo impostores, infiltrados, farsantes y personajes con ideología abiertamente de derecha, cometen conductas déspotas contra mujeres y hombres de clases desposeídas.

Quien da buen trato al poderoso y atropella al humilde, le otorga mayor valor al poder y a la riqueza material, mientras solapadamente desprecia el valor inmaterial de los seres humanos. El déspota no es un verdadero socialista, ni siquiera es humanista. En cualquier caso, no es más que un peligroso oportunista.

Lo que en política llaman “derecha”, está representado por las personas que practican o toleran relaciones de dominación entre los seres humanos y se oponen a cualquier cambio que procure la igualdad social. Nadie nace en la derecha, ésta es una cosmovisión que se aprende en el régimen social en que vivimos y plantea que quienes tienen el poder económico son los dueños de la libertad, el bienestar y el acceso a las mejores oportunidades. Incluso en los partidos políticos de la vieja izquierda (de quienes se espera que sean lo más opuesto a la derecha) existe siempre, en mayoría o minoría, un sector derechista cuyo comportamiento contradice su teoría social.

La derecha es un fenómeno propio de la corruptibilidad del individuo y por ende todo colectivo humano (no sólo los partidos) es susceptible a su influencia. Esta implica un sistema de dogmas y conductas despreciables (inclusive crímenes) en diversos ámbitos sociales, por ejemplo: De rancia derecha es el funcionario, aunque se vista de rojo, que aplica psicoterror y tratos humillantes a los ciudadanos de a pie, en nombre de una jerarquía abusiva totalmente incompatible con los valores comunitarios o socialistas.

@Jesus_Silva_R