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La democracia armada

El glosario desmoralizador con el que quieren sembrarnos de dudas en plena lucha, tendría que servir más bien para fortalecer nuestra voluntad de cambio pacífico


Rubén Osorio Canales

No amigo lector, no se confunda. Las armas de la democracia a las que hacemos referencia son: la conciencia ciudadana y el voto y la mejor manera de defenderla es esgrimiéndolas, cada vez que se nos pida, contra la sin razón, el abuso, la injusticia, la arbitrariedad y sobre todo contra el desprecio manifiesto hacia la gente, hecho propio y natural de toda autocracia y más todavía si está alimentada por la ambición y prepotencia militar, como es el caso de nuestro país. Amar el voto y defenderlo del acoso que representan los abusos del poder, las guerras sucias, las componendas a espaldas de la gente, del conformismo, la indiferencia, la inercia de aquellos que aun viviendo en esta realidad asfixiante, no la enfrentan como si el drama no los tocara. Defenderlo incluso de cualquier amenaza terroristas que pudieran imaginar los más radicales enemigos de la democracia, es un deber de conciencia ciudadana.

Que en Venezuela urge un cambio, nadie lo duda, que de no haberlo el país terminará de hundirse en un tremedal, tampoco se duda, que este gobierno lo ha hecho muy mal, es un grito desesperado, que está no solo dispuesto sino actuando para impregnar el proceso de un ventajismo bestial casi insuperable, tampoco se duda. Que los poderes no se ponen máscaras para el disimulo, a la hora de declararse incondicionales de un régimen que pretende eternizarse en el poder, está más que confirmado. Que el gobierno ejerce un poder desmedido sobre todas las instituciones, es ya algo que ha trascendido los límites y reposa con marcada inquietud en la comunidad democrática internacional. Todo eso y mucho más, lo sabemos con lujo de detalles, razón por la cual hay que tener al lado de nuestra convicción irreductible de votante, los ojos bien abiertos para armarnos de fe contra la desesperanza, la incertidumbre, las guerras mediáticas que se nos vienen encima con rugido de malos vientos.

Las armas del desánimo serán soltadas con insistencia a lo largo de estos meses previos a las parlamentarias porque el gobierno y aun los enemigos de la democracia que andan por allí perturbando a diario el ambiente nos soltarán, una tras otra, un variado repertorio disuasivo y abstencionista. Repetirán con insistencia que el gobierno tiene un sistema paralelo que le permite conocer la totalización del voto en tiempo real, que se pueden cambiar los votos. Nos volverán a recordar que a media mañana del 14 de abril de 2013, Capriles tenía la mayoría de los votos y que el chavismo cambio su estrategia de movilización a las 4 de la tarde el 14 de abril, que la falla en el servicio de Internet en esa fecha del todo intencional, ayudó a perpetrar un fraude, que la prórroga que otorga el CNE en el tiempo de votación es parte de una estrategia de fraude, que los votos para Maduro fueron más abundantes en los centros que demoraron su cierre, que en la auditoría del sistema de votación se comprobó que las máquinas de votación estaban trucadas, que existen 1.878.000 electores falsos y más de una sala de totalización de votos desde donde se perfecciona la trampa.

Ante esa avalancha con que todos los días abonan terreno para la abstención, solo nos queda informarnos a fondo acerca de la veracidad o no de ellas y mantener viva la fe en el voto y resistir. Creo que a la luz de las experiencias vividas en estos años, el glosario desmoralizador con el que quieren sembrarnos de dudas en plena lucha, tendría que servir más bien para fortalecer nuestra voluntad de cambio pacífico y democrático que el noventa por ciento de los venezolanos queremos lograr con esa arma magnífica que es el voto de la resistencia que, ténganlo por seguro, es a lo que más le temen los regímenes de fuerza como el que exhibe, cada vez con menos efecto amedrentador, la cúpula cívico militar que no ahorra trampas y triquiñuelas, para someternos como borregos.

Nadie ha dicho que estas luchas son fáciles, todo lo contrario, y en la medida en que el régimen se sienta más débil, como es nuestro caso, en esa misma medida sus acciones no guardarán ningún respeto por los derechos humanos. Aprendamos de una vez que una verdadera voluntad de cambio impulsada por la fe en la democracia, tiene más fuerza que las balas de una zk, vengan de donde vengan. Y a esto es a lo que el gobierno de la cúpula cívico militar más le teme.