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La manipulación y la mentira como política de Estado

El Gobierno miente, manipula y ejerce esa práctica como política de Estado

En la actualidad la manipulación y la mentira oficial han venido tomando cuerpo en una serie de subterfugios y pretextos que el gobierno esgrime para tratar de eludir su responsabilidad


Oscar Battaglini

Esta práctica miserable que ha sido utilizada por todos los gobernantes que aquí hemos tenido –con la sola excepción de los presidentes Medina y Gallegos- es también, ¡y de qué manera!, la matemática que mejor define a los representantes más conspicuos de la nomenklatura chavista; de Chávez hacia abajo.

En el siglo XIX, esta práctica no era tan ostensible porque el poder político fue ejercido por los caudillos militares sin que tuvieran o sintieran la necesidad de ocultar nada. Todo se hacía a la luz del día, mediante la coacción y la violencia física. Es en el siglo XX cuando se impone formalmente esta práctica perversa en el ejercicio del poder político, su gran artífice es, sin lugar a dudas, Rómulo Betancourt, quien al introducir en Venezuela el modelo político populista, se ve forzado a gobernar haciendo una aplicación sistemática de la manipulación clientelar y el engaño de sectores importantes de la población con el fin de procurarse apoyos y su permanencia en el poder. Decía el profesor Simón Sáez Mérida, que Betancourt en esas andanzas, mentía “hasta por los codos”, a fin de lograr sus propósitos políticos. Una buena muestra de esto se consigue en su famoso libro “Venezuela Política y Petróleo”.

Cabe señalar que esta conducta descompuesta e inmoral, convertida por Betancourt en “política de Estado”, lo acompañaría siempre como dirigente máximo de su partido Acción Democrática, y como Presidente de la República. Así lo hizo desde el momento en que asume el control del poder, tras el derrocamiento del Presidente Medina Angarita en 1945, y cuando gana las elecciones presidenciales realizadas apresuradamente en el mes de diciembre de 1958. Lo que vino después no fue sino la reproducción descarada de esa manera de hacer política entre los sectores populares, hasta la crisis y agotamiento final del modelo puntofijista, provocado por la persistente caída del ingreso petrolero que le había servido de soporte económico. El hecho de que el puntofijismo se haya caído en medio del repudio general de la sociedad venezolana, y sin que nadie –literalmente hablando- saliera en su defensa, demuestra dos cosas fundamentales:

1- El enorme descontento de toda una sociedad que vio cómo se frustrarían durante 40 años continuos las expectativas democráticas y de bienestar social que se plantearon a la caída de la dictadura militar perejimenista.

Y 2- La certeza de que nada favorable, y sobre todo, perdurable le legaba como herencia el puntofijismo a nuestra sociedad, al momento de su desaparición como sistema político. De esta manera se cumplía el sino fatal de un accionar gubernamental que hizo del rentismo petrolero su modelo económico del cual pasarían a depender el resto de las actividades económicas; el gasto administrativo del Estado, el gasto social, etcétera.

Por eso, cuando se produce la falla de la fuente única del financiamiento de la economía nacional y del conjunto de las actividades de la sociedad venezolana, todo el andamiaje del sistema político vigente se resintió y terminó deslegitimándose y cediendo ante las demandas no satisfechas de la población. En eso radica -dicho de otra manera-, la crisis de gobernabilidad que terminó sepultando al régimen puntofijista.

Esa es básicamente la situación existente cuando Chávez y el chavismo se insertan en la vida política del país. Llegan ofreciendo “el oro y el moro”, prometiendo reformar y adecentar la vida política nacional, (para lo cual esgrimen el discurso anticorrupción, causa fundamental de la descomposición política del modelo fracasado). Esta, como sabemos, no era la primera vez que tal cosa ocurría en Venezuela, pero la situación se había tornado tan desesperante que la gente terminó por creerles.

Este es también el contexto en el que -como resultado de aquella descomposición- se produce la victoria electoral de Chávez en las elecciones presidenciales del 6/12/98, hecho con el que se inicia, -parafraseando a Domingo Alberto Rangel-, no una “borrachera de plaza pública” como se dio bajo el trienio adeco (1945-48), sino de cadenas y otras programaciones massmediáticas, kilométricamente verborreicas en las que nada se le dice al país sobre su real problemática, sobre la gravedad de esa situación y sobre las medidas que tendrían que ponerse en práctica para resolverla o para corregirla en alguna medida.

Contrariamente esos espacios comunicacionales han sido utilizados por la nomenklatura en el poder, para hacerse propaganda, fundamentalmente, y para la difusión de toda una gama de mensajes falsos (mentirosos), que conllevan el claro propósito de manipular la credulidad de los incautos, de incidir en la voluntad de los individuos y estamentos a los que van dirigidos esos mensajes. Chávez, a decir de muchos, era un especialista en este tipo de actividad envilecida; debe ser por eso que algunos lo consideraban un “encantador de serpientes”.

[quote_center]Últimamente el gobierno ha tomado de nuevo el camino de poner en práctica la política del “Dakaso publicitario y efectista” con propósitos abiertamente electorales[/quote_center]

Esa facultad la puso en práctica de manera sistemática a través de su programa “Aló Presidente” y sus interminables peroratas en radio y TV; cuando a su regreso de Cuba, -convertido ya en pupilo de Fidel Castro-, se declara un político de izquierda, revolucionario y socialista, a pesar de que en la entrevista que venía de hacerle el profesor Agustín Blanco Muñoz, había confesado que él no sabía nada de comunismo, ni de socialismo, ni de marxismo, que no había leído nada sobre eso, etcétera.

Cuando se declara igualmente “obrerista”, en el momento de –contradictoriamente- poner en práctica medidas para lesionar los intereses de los trabajadores. El ejemplo de los obreros y de los trabajadores de las empresas básicas de Guayana, es muy ilustrativo a este respecto; en el caso de las misiones que no le han resuelto ningún problema a los sectores de la población a ellas integrados y que hoy languidecen bajo el aplastante peso de una burocracia inútil y la crisis general que hoy afecta a la sociedad venezolana, pero donde la mendacidad de la nomenklatura chavista alcanzó la cima, fue con motivo de la enfermedad y posterior muerte de Chávez.

En esto mintió la burocracia cubana que tuvo a su cargo durante todo el tiempo, los cuidados del paciente, y bajo cuya responsabilidad éste dejó de existir. Que se sepa, a ciencia cierta, hasta ahora no se conoce ni un parte médico, ni el acta de defunción que se emite como requisito de ley en estos casos. Mintió el entorno palaciego del difunto, el cual siempre ocultó perversamente lo que en verdad ocurría. Y mintió el propio Chávez cuando a su regreso de una de sus idas y venidas de la isla, declaró que ya estaba curado y fuera de peligro.

En la actualidad la manipulación y la mentira oficial chavista han venido tomando cuerpo en una serie de subterfugios y pretextos que el gobierno esgrime para tratar de eludir su responsabilidad por la catástrofe que padece el país. Es aquí donde se inscriben las “tesis” gubernamentales:

1- De que en Venezuela no hay crisis económica, ni inflación, ni desabastecimiento y escasez, sino que toda esa situación se debe a una supuesta “guerra económica” que se estaría haciendo para sabotear la economía nacional.

2- Que la criminalidad en la calle es generada por paramilitares militares que se han infiltrado en el país para provocar zozobra entre la población, etcétera. ¿Quién se lo cree?

Últimamente el gobierno ha tomado de nuevo el camino de poner en práctica la política del “Dakaso publicitario y efectista” con propósitos abiertamente electorales, teniendo en cuenta el cuadro nada favorable que representan las próximas elecciones del 6/12/15. Es esto lo que está en la base de su repentina beligerancia frente al caso Guyana y el “plomo al hampa”, que también de manera brusca e inopinada ha comenzado a poner en ejecución contra un hecho que dejó cerrar libremente –que incluso favoreció en el pasado reciente- y que ahora pretende manipular de un modo perverso y criminal.

En lo que se refiere a Guyana, sólo cabe recordar que Maduro fue canciller de la República durante aproximadamente ocho (8) años, y nunca se ocupó de nada que tuviera que ver con este asunto, a pesar de que ya la Exxon-Mobil -¡que aquí aparece asociada con los chinos!- ya revoloteaba alrededor de la presa en disputa. Cosas veredes, Sancho amigo.