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La ruina del país está en la agenda política de Maduro

Nicolás Maduro

Ya destruyeron las instituciones, ya acabaron con la independencia de los poderes y redujeron a cero derechos humanos fundamentales como la libertad de expresión y el derecho a la protesta


Manuel Malaver

Un golpe de Estado o una explosión social no serían las vías deseables para poner fin al peor gobierno venezolano de todos los tiempos, pues, el primero, no sería sino la decisión de una élite que asume la representación del país, y la segunda, dejaría siempre la duda de si fueron las mayorías o una vanguardia numerosa -pero vanguardia al fin-, las que sacaron de juego al madurato.

Por el contrario, una contundente victoria electoral en las parlamentarias del 6D con más del 70 o 75 por ciento de los votos, sería la demostración mediante conteo, verificación y certificación del fin del horror que concluyó desatando en el pueblo el esperpéntico modelo socialista, y cómo ni con terror, compra de votos, pobreza monitoreada y las engañifas, triquiñuelas y marramucias del CNE, el chavismo tuvo posibilidades de sobrevivir.

Fraude electoral incluido, porque soy de quienes creen que, recurrir al desafuero extremo y en circunstancia de que Maduro fue arrollado en las mesas, no dejaría sino abierta la posibilidad legal de que un pronunciamiento militar o el pueblo en la calle, invocando el art.350 de la Constitución, hagan lo que tienen que hacer para restituirla.

Se trataría, por otra parte, de una reivindicación, reparación o rectificación histórica de un país que fue, por un cinismo sin precedentes, engañado para que votará por el ascenso al poder de una camarilla que lo logró porque simuló que renunciaba a las armas para transitar por la democracia, que respetaba la Constitución y las Leyes para continuar sujetos a la voluntad popular, pero solo para iniciar, una vez instalada en Miraflores, la rebanación o desmontaje del Estado de derecho, lenta pero implacablemente, y establecer una dictadura de comisarios que ya va por la mutilación del territorio nacional, han puesto la autoridad del Estado en manos del hampa común y la delincuencia organizada y han reducido la infraestructura física del país, literalmente, a cero.

Destrucción que debe atribuirse a la incompetencia, corrupción e inviabilidad del llamado sistema socialista, pero que una vez que asoma su rostro feroz y corrosivo, se adopta como la fórmula ideal para mantenerse en el poder en la disolución, la miseria y el caos, pues al debilitar o desaparecer las resistencias, el único poder que sobrevive son estos hombres armados en capacidad de imponerse por la represión, la cárcel, la tortura y el paredón.

Ya destruyeron las instituciones, ya acabaron con la independencia de los poderes y redujeron a cero derechos humanos fundamentales como la libertad de expresión y el derecho a la protesta y lo que queda ahora es aplastar a una sociedad de hambrientos y menesterosos a los que no cabe sino aplicarle el principio que Trotski atribuyó al stalinismo: “El que no obedezca, no come”.

En este sentido, no es aventurado afirmar que se trata de resultados que los socialistas “no buscan” sino que “encuentran”, pero que una vez emanados, imposibilitados de admitir el fracaso de una utopía que asumen como una religión de fanáticos y fundamentalistas, no les queda otro camino que avanzar porque, entre otros efectos, ya son víctimas de las adicciones del poder.

[quote_center]»no queda sino admitir que un gobierno con la misión de ocupar al país por la hambruna, es el que tiene las riendas»[/quote_center]

Corrupción, abusos y fatuidad, entre otros, que ya generaron la dilapidación de la ingente riqueza petrolera del ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2008), alianza con el hampa común y la delincuencia organizada, expropiaciones e invasiones de fábricas, empresas y comercios del sector privado, y desequilibrios como celebrarle el cumpleaños a un difunto.

Fue el economista, Alexander Guerrero, quien le declaró al periodista, Samuel Sánchez de eldiariodecaracas.com, el 26 de noviembre del 2014, “que la agenda del empobrecimiento persigue un objetivo político”, y, en efecto, cuando percibimos que se ha llegado a la hiperinflación mediante políticas cambiarias equivocadas que no se corrigen sino que se extreman, cuando vemos que millones de hectáreas fértiles expropiadas a los capitalistas permanecen ociosas sin que se cultiven bajo ningún sistema o doctrina y simplemente están ahí, para devenir en rastrojos, cuando miles de fábricas ocupadas “por el pueblo” han tenido que ser abandonadas por falta de insumos y financiamiento, cuando miles de toneladas de alimentos y medicinas de pierden porque no hay quien las retire de los almacenes de los puertos o los silos, no queda sino admitir que un gobierno con la misión de ocupar al país por la hambruna, es el que tiene las riendas.

Y la hambruna ya llegó a la clase media, al pueblo, a las urbanizaciones, a los barrios, como puede constatarse en las refriegas que se arman en todo los días en las colas por la adquisición de un paquete de harina, de un litro de aceite, leche, carne o papel toalet, el vandalismo que se opera en carreteras o autopistas cuando se accidenta o vuelca un camión con alimentos o en los saqueos de depósitos de comida ocurridos en San Félix, Estado Bolívar.

Pero también puede suceder en farmacias, expendios al detal o al mayor de medicinas, donde día a día se atropellan cientos de personas para procurarse, desde una inyección para quimioterapia, hasta una caja de antihipertensivos, pasando por algunas pastillas de acetaminofén.

La gran pregunta es: ¿Pero qué sucede con el ingreso petrolero que, con todo haber amanecido ayer a 46 dólares el barril, sigue siendo un ingreso suficiente para cubrir las necesidades básicas de un país de 28 millones de habitantes, y aun sus programas sociales y de inversión?

Con mucho menos, siempre fue así y durante 70 años Venezuela jamás conoció una crisis donde la gente se peleara por comida o enfrentara la muerte por falta de una quimio, pastillas antihipertensivas o de acetaminofén.

Entonces, ¿por qué ahora, después de 16 años de despotismo socialista y militarista, si?

[quote_center]»Azuzan a Maduro contra las elecciones parlamentarias, le aconsejan las inhabilitaciones, y si no, el fraude»[/quote_center]

Evidentemente que es por las deficiencias de un sistema inviable por naturaleza, dramáticamente improductivo, absolutamente corrupto e incapaz de admitir que hay otra vía de gobernar que no sea por el sometimiento de la población a la hambruna.

Pero habría que incluir también entre las causas del empobrecimiento de la población venezolana al “factor cubano”, al expediente por el más de la mitad del ingreso petrolero venezolano es desviado a Cuba para mantener a la siempre en bancarrota economía de la dictadura de los hermanos, Fidel y Raúl Castro.

En este caso, se trataría del pago por servicios prestados por los dictadores en asesorías de inteligencia, policial, militar, médico, agrícola y hasta deportivos.

Sin embargo, más que por estos aportes innecesarios, y en los que la isla no tiene especialidad ni eficiencia alguna, se trataría de la devoción religiosa que sienten por la revolución cubana todos los “revolucionarios bobos” del mundo, que practican como su mandamiento principal: “Amar a Cuba sobre todas las cosas”.

Ello explicaría que Cuba, independientemente de que la gobiernen Raúl o Fidel, o los hijos de Raúl y Fidel, de que pacte con Obama en su deriva hacia el capitalismo, que no respalde a Venezuela sino a Guyana en la disputa por el Esequibo, o que mañana se convierta en un puntal de la democracia latinoamericana, esa Cuba siempre será para bobos como Maduro, Cabello, Arreaza, Rangel, Bernal y Alí y Jorge Rodríguez, la Cuba de la Sierra Maestra, de Fidel, Raúl, el Ché y Santa Clara.

Y los viejos zorros lo saben, lo alimentan, lo celebran, se relamen, mientras se ríen a carcajadas y llevan a cabo la venganza de destruir al país que siempre los enfrentó en la expansión del comunismo por América Latina.

Hoy los dos carcamanes octogenarios pasan por la vergüenza de ver la bandera de Estados Unidos ondeando de nuevo en el edificio de la embajada yanqui de La Habana, hoy ven como el pueblo cubano recibe a los gringos como una última esperanza de salvación, hoy ven como las multitudes no desean sino enterrarlos como dos momias desfasadas y pestilentes.

Ah, pero parece que no bajarán al sepulcro sin atizar a Maduro y a sus sicarios contra el pueblo de Venezuela, someterlo por hambre, destruirlo en una guerra civil y ver su territorio repartido entre agentes de ex potencias extranjeras como Inglaterra.

Azuzan a Maduro contra las elecciones parlamentarias, le aconsejan las inhabilitaciones, y si no, el fraude y en espera de un Armagedón después del cual se irán satisfechos a la tumba.

Claro, no sin antes llevarse a Maduro, para que les sirva en el más allá.