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Rafael Simón Jiménez: Cuando se haga el balance histórico Chávez no saldrá muy bien parado

“Chávez encontró en el manejo del dinero, y sobre todo en ese dinero tan abundante que hubo en Venezuela por esos años, un mecanismo de dominación y de control político”, relata Jiménez, fundador del MAS y ex integrante del gobierno de Hugo Chávez.


Edgardo Agüero S.

Rafael Simón Jiménez, oriundo de Sabaneta de Barinas, paisano y amigo de Hugo Chávez, con quien estudió en el liceo Daniel Florencio O’Leary, es abogado, docente, ex militante de izquierda. Fue fundador del MAS, ejerció la Primera Vicepresidencia de la Asamblea Nacional, fue viceministro del Interior y Justicia en los tiempos de Luis Miquilena.

Como estudioso se ha dedicado a repasar el proceso histórico venezolano. Ha escrito “Los mitos de Hugo Chávez”, “Lo nunca antes contado sobre Chávez y el chavismo”, y un nutrido grupo de ensayos sobre política venezolana.

A su juicio la política está muriendo en el país porque “la política es disidencia, es elaboración, es crítica y autocrítica” y en Venezuela “el que no está con uno tiene que estar con otro”. Como hombre cercano al fallecido presidente Chávez, asegura que pese a que fue un hombre que significó mucho para su gente, cuando se haga el balance histórico no cree que Chávez vaya a salir muy bien parado.

¿Cómo fue que los venezolanos llegamos a esta situación de crisis?

Yo estoy absolutamente convencido, por el conocimiento que tuve de Hugo Chávez, a quien conocí a los once años de edad cuando estudiábamos en el liceo O´Leary de Barinas, y con quien mantuve una relación fluida a lo largo de la vida, hasta que rompimos políticamente en 2002, de que todo el desastre que estamos viviendo es consecuencia de una visión deliberada puesta en escena por Hugo Chávez con el deseo fundamentalmente de permanecer en el poder indefinidamente. Él sabía que para su permanencia indefinida en el poder, debía eliminar todo tipo de contrapeso. Los institucionales, a los que subordinó y los contrapesos sociales. Él sabía que si seguía habiendo un empresariado más o menos vigoroso, una clase media vigorosa, un movimiento sindical vigoroso, eso representaba un contrapeso para su accionar político. Redujo a su mínima expresión a la economía privada, partiendo de un falso supuesto que ahora está haciendo aguas, de que Venezuela iba a tener un larguísimo período de altos precios petroleros y que en función de esta premisa, Venezuela podría darse el lujo de liquidar su economía interna, porque tendríamos suficientes divisas para poder importar lo que fuera. Esa fue la borrachera de la abundancia que se vivió durante ocho años de bonanza petrolera, cuando nos dimos el lujo de importar entre 75 mil y 80 mil billones de dólares, además de despilfarrar una riqueza más o menos equivalente en regalos, donaciones, política exterior, en función de ganar anexiones, etcétera.

¿Cuándo la economía comienza a quebrarse?

Cuando el supuesto de los altos precios petroleros prolongados, se hace manifiesto de que no va a hacer así, sobre todo con la aparición de estas nuevas tecnologías, el fracking. Al ocurrir esto, una economía que ya había sido mermada, destruida su capacidad productiva, por supuesto que la consecuencia lógica es lo que estamos viviendo, desabastecimiento, carestía, inflación. Esto es consecuencia de un propósito deliberado.

¿Con cuál etapa de la historia usted equipararía este momento?

En la historia nada se puede trasladar mecánicamente, no obstante yo señalaría el período que va de finales del siglo XIX a comienzos del XX. Es un período de muchas calamidades. Ese período que Ramón J. Velázquez llama la decadencia del liberalismo amarillo y la llegada de los andinos al poder. Hay un hecho que es revelador de la situación caótica que vivía Venezuela en ese momento. En noviembre de 1899, cuando el Tribunal Arbitral de París despoja a Venezuela de los 159 mil km de la Guyana Esequiba, en Venezuela no hay gobierno, porque el presidente que era Ignacio Andrade, se ha ido, y el presidente que iba a entrar que era Castro, estaba convaleciente en Valencia porque se había caído del caballo en la batalla de Tocuyito. De manera que fue tan precaria nuestra situación que cuando el imperio inglés nos despojó de la quinta parte de nuestro territorio, ni siquiera teníamos gobierno.

“Chávez era el Renny Ottolina de la política, imposible de imitar”

¿Usted que conoció a Chávez desde joven, ¿qué recuerda de aquella época?, ¿cómo era él?, ¿influyó usted en su acercamiento a la política?

En los años en que nosotros estudiamos en el liceo O´Leary, Adán, que es de mi edad, estudió conmigo desde primer año de bachillerato, Hugo, que era un año menor, entra al liceo cuando yo estaba en segundo año. En mi caso ingresé a la política desde muy joven, porque venía de un hogar político, mi padre fue fundador del Partido Comunista de Venezuela y mi tío, Trino Meleán, fue secretario general del Partido Comunista. A mí me tocó ser, en los cinco años de bachillerato, el presidente del centro de estudiantes del liceo O´Leary y el jefe de la Juventud Comunista que era la fuerza predominante dentro del movimiento estudiantil de entonces. Eso me permitió entrar en contacto y tener un liderazgo con una ascendencia muy grande con los jóvenes, entre ellos Chávez que, dicho sea de paso, no tuvo cuando joven ninguna inquietud de tipo político, participaba pasivamente.

En una reunión que el MAS realizó en 1998 en el hotel El Marqués, cuando estaba deliberando sobre qué candidatura apoyar, él hizo una intervención y resumió eso en una frase: “Yo no me metí en política, lo mío era el deporte, pero si Rafael Simón decía que había que tirar piedras, había que tirar piedras”. Hugo Chávez era un tipo simpático, vinculado al deporte, al teatro, a todo aquello que cuando uno estudiaba llamaban “actividades complementarias”. Él era cantador, dicharachero, ocurrente, cuentero, bailador, y siempre buscó destacar con sus dotes histriónicas y esa palabrería innata, pero no tenía ninguna vocación por la política en ese momento. Nunca fuimos curruña o amigos íntimos, pero a lo largo de toda la vida mantuvimos una relación cordial y respetuosa, aunque no demasiado cercana porque nos separaban distintas cosas, incluso después que rompimos políticamente, siempre mantuvo una actitud de consideración y respeto.

¿Cuáles eran las características de Chávez?

Chávez fue un hombre dotado de un gran histrionismo, había que conocerlo como lo conocí yo para profundizar en ese aspecto. Chávez era el llanero típico, un hombre que encaja en ese género del realismo mágico. El llanero es un tipo que vive a mitad de caballo entre la realidad, la leyenda y el mito. Cuando tú oyes a un llanero echando un cuento, en ese cuento se confunde una parte de verdad, una parte que él inventa, una parte de leyenda, es fundamentalmente mitómano, por eso es que Chávez lo hacía tan perfecto. Chávez era el Renny Ottolina de la política, imposible de imitar. Chávez no lo practicaba, todo eso le salía por espontaneidad. Además de eso era mitómano, era megalómano, era histriónico, era verborréico, espontáneo, es decir, una personalidad de esas no la produces tú ni en laboratorio. Todas esas características confluían en un liderazgo muy fuerte. Lo peor de todo eso es lo que está viviendo el chavismo hoy en día, porque el caudillismo tiene dos defectos: en primer lugar, el caudillo en sí mismo, que es omnipotente, arbitrario, atrabiliario, que manda sin reglas, sin normas, sin impedimentos. En segundo lugar está la herencia del caudillo, porque el caudillo nunca tiene herederos, él se rodea de un ejército de aduladores, de incondicionales, de gente que está dispuesta a obedecerle, pero donde no hay talento, donde no hay capacidad. La tragedia que se le presentó a Chávez fue que pensó que iba a vivir los años que ha vivido Fidel Castro, entonces su muerte prematura y lamentable dejó a Venezuela en manos de una gente que no tiene ni la más mínima capacidad, ni probidad, ni autoridad para manejar este país. Chávez ha podido repetir la frase de Luis XVI “después de mí el diluvio”, porque lo que vino después fue el diluvio.

“Chávez ha podido repetir la frase de Luis XVI ‘después de mí el diluvio’, porque lo que vino después fue el diluvio”

¿En qué momento él se transforma en un hombre de izquierda?

Él mismo lo confiesa. Para entender a Chávez hay que estudiarlo antes de la llegada al poder. Yo he debido hacerlo por razones académicas. Hay que leer los textos, por ejemplo, de Agustín Blanco Muñoz “Habla el comandante” y otro de Alberto Garrido, allí él cuenta la verdad. Después esa verdad la transformó, la reescribió, la coloreó, pero lo cierto es que él entra más motivado por ideas nacionalistas. Tiene al general Vivas, que fue director de la Academia Militar durante los cuatro años que cursó allí, y al general Pérez Arcay, con el discurso bolivariano por el que se dejó atraer, y por una cosa que la democracia puntofijista no supo exorcizar, no supo crear una nueva doctrina de las fuerzas armadas democráticas, pues se seguía ensalzando a las fuerzas armadas con un discurso mentiroso, que era el ejército de los libertadores, que eran los guardianes de la patria y toda aquella prosopopeya, y el bolivarianismo que es un arma de doble filo, y que como decía Andrés Eloy Blanco, el bolivarianismo era oceánico, servía para todo lo bueno y para todo lo malo. El que lee correctamente a Bolívar, lo interpreta como el Bolívar republicano, cívico, el Bolívar que renunció al mando, con todos sus defectos y virtudes. Chávez entendió a Bolívar de una manera distinta, para darle fundamento a un proyecto político que lo que pretendía era imponer la tesis que se puso de moda por los años 40 y 50 en América Latina, del destino manifiesto de los ejércitos, que los ejércitos tenían un papel tutelar sobre las sociedades y que frente a la ineptitud y la corrupción de los civiles, las fuerzas armadas estaban llamadas a salvar a la patria. De manera que a él lo encandila esa idea de un nacionalismo y un bolivarianismo mal planteado, y un relato plagado, como la historia nuestra, de mentiras, una historia fundamentalmente épica, poco crítica, poco revisora de las causas estructurales de los fenómenos históricos y más referida a la exaltación de los héroes. De modo que es en la Academia Militar, donde llega impulsado por su deseo de convertirse en un gran pitcher, donde comienza a tener un signo de nacionalismo que después se convierte en una suerte de “nacionalismo de izquierda”.

¿Cuál fue su papel en el apoyo que el MAS brindó a Chávez en 1998? ¿Cómo fue su participación en el gobierno de su paisano?

El MAS fue un partido que nació en enero del año 1971, por cierto, con ideas muy renovadoras. Teodoro Petkoff es un hombre que marcó un antes y un después —no sería exagerado decirlo— en la izquierda del mundo, precursor de lo que fue la nueva visión enfrentada al socialismo real de la Unión Soviética, lleno de autoritarismo, de burocratismo, de centralismo. Petkoff hizo una revisión que condujo a una revisión del socialismo como expresión de democracia, de libertad, de respeto a los derechos humanos, a la diversidad y a la disidencia. Yo fui el delegado más joven que asistió al congreso constitutivo del MAS, tenía entonces 17 años de edad. El MAS siempre abogó por una ruptura con el bipartidismo, y la lógica consecuencia de esa prédica era el apoyo a Hugo Chávez. Por supuesto que esas cosas plantearlas ahora es muy fácil, pero en 1998 las dos candidaturas predominantes eran las de Salas Römer y la de Hugo Chávez, dos candidaturas rupturistas, incluso con todo el pasado, porque la verdad verdadera es que la IV República estaba totalmente cuestionada y deslegitimada, y aparecían esas dos opciones: Salas, con un sello rupturista de centro derecha; y Chávez, como una candidatura nunca vista de izquierda. Lo lógico era que el MAS se insertara en la candidatura de Chávez, que era casi su referente lógico. Por supuesto que, en honor a la verdad histórica, debo reconocer, y lo saben todos los dirigentes del MAS de ese tiempo, por mi amistad con Chávez, facilité los contactos para que ese acuerdo se diera.

¿Cómo observa la mitificación que pretende hacerse de Hugo Chávez?

Yo creo que los mitos le hacen mucho daño a los pueblos, los pueblos deben vivir sobre todo de sus realidades. Estamos en un tiempo donde no caben ni caudillos, ni mitos, ni nada que sea parte de una carga histórica o en algunos casos anti histórica. Hugo Chávez, como Betancourt o Caldera, significó mucho para su gente, en su momento histórico, porque tú no puedes hacer historia como la hace el chavismo, manipulando personajes, poniendo a Simón Rodríguez como socialista, cuando era un liberal, Bolívar como un revolucionario socialista, cuando Bolívar tuvo hasta esclavos, o Ezequiel Zamora, quien era fundamentalmente un liberal. Al mismo Cristo pretenden hacerlo ver como socialista. Es una manipulación que conduce a tratar un fenómeno que gravite sobre la vida venezolana con un sentido muy perjudicial, como lo que ha ocurrido con el peronismo en Argentina. Pero el chavismo ha hecho una cosa más infame todavía como es tratar de emparentar a Bolívar con Chávez, aunque no se atreven a decir que Chávez fue más grande que Bolívar, aunque del relato se deduce que fue más grande, porque según ellos Bolívar murió traicionado, decepcionado, proscrito, dejó una obra inconclusa, mientras que Chávez sí logró la liberación total, la reconquista de la soberanía y todas esas cosas. Es decir que no solamente lo emparentan, sino que en el relato hay un contenido, a veces expreso, a veces subliminal, que lo coloca por encima de Bolívar.

“Aquí eres chavista o antichavista, estás con el gobierno o estás con la oposición, y eso es lo peor de la política”

¿Cuál fue su participación en el gobierno de Chávez?

En realidad mi pasantía por ese gobierno fue muy corta, fue de seis meses, y me fui voluntariamente porque yo en 1998 fui electo como diputado del Parlamento Latinoamericano, y yo creo mucho en las vocaciones, toda vez que he tratado de infringir la regla de la vocación me ha ido mal, y mi vocación siempre fue parlamentaria, sin embargo yo acompañé a Luis Miquilena durante cinco meses, entre febrero y julio de 1999, cuando renuncié para volver al Parlatino. En la Asamblea Nacional fui vicepresidente y desde el chavismo, incluso antes de oficializar mi ruptura, tuve actitudes críticas y disidentes. Por ejemplo, no voté la modificación de la Ley del Tribunal Supremo, que cambiaba de 20 a 32 magistrados para que el gobierno tuviera mayoría. Yo no voté en la Ley Resorte, voté a favor de que se censurara la conducta de Nelson Merentes como ministro de Finanzas por una malversación que hizo de los fondos del Fide. Es decir, tuve una actitud altamente crítica y luego de ruptura definitiva, sobre todo cuando Chávez colocó en escena el tema del autoritarismo, del intervencionismo y unas ideas que, por supuesto, no comulgan con mi ideario, porque hay que señalar que la primera etapa del gobierno de Chávez puede decirse que fue impecablemente democrática, por decirlo así, hasta el punto que Chávez ratifica como su ministra de Hacienda a la doctora Maritza Izaguirre, que venía desde Caldera.

Hay un punto de inflexión en Chávez que se produce en septiembre de 2001, cuando, hay varias cosas en el mundo y varias cosas en Venezuela que marcan una ruptura. En el mundo el 11 de septiembre, y el viaje de Chávez a Irak donde se toma la famosa foto con Sadam Hussein y la ruptura con el MAS, cuando en un acto público en Parque Central él dice: “Agarren sus maletas y váyanse”. Vienen entonces las 21 leyes de la Habilitante que es lo que va a desatar todo el conflicto político que pasa por el primer paro nacional de diciembre de 2001 y que va a terminar con el conflicto del golpe y el paro petrolero y, finalmente en agosto de 2004, con el referendo revocatorio.

¿Le parece que fue un error no haber atacado la corrupción desde un principio?

Yo tengo la idea de que Chávez no era un hombre corrupto en sí mismo, y que no manejó el gobierno con ánimo de acumular fortuna personal. Entre otras cosas porque los hombres que se creen ungidos, predestinados, mesiánicos, como él, trabajan para su gloria personal, trabajan en función de su trascendencia personal y no para atesorar fortuna. Hitler no atesoró fortuna, su fortuna era Alemania que le pertenecía. Fidel Castro no creo que tenga fortuna personal, ahora la isla es de él, él hace con eso lo que le da la gana, como era la nomenklatura soviética, ellos no tenían nada porque no había propiedad privada. Sin embargo disfrutaban los privilegios del poder y gozaban de las mejores cosas. Chávez se convirtió en un adicto, en un enfermo del poder, ese es un síndrome que los griegos llamaron hace mucho tiempo “Hibris”, es decir, la enfermedad del poder; y en función del poder, Chávez fue declinando principios. Entonces no le importó utilizar la corrupción como un mecanismo de compromiso con las Fuerzas Armadas, con los altos capitostes civiles, con el entorno que lo rodeaba, con su propia familia, y terminó siendo permisivo, porque encontró en el manejo del dinero, y sobre todo en ese dinero tan abundante que hubo en Venezuela por esos años, un mecanismo de dominación y de control político.

¿Revolución con hambre no dura? Me refiero a las bondades que reporta la superabundancia de recursos provenientes de la renta petrolera o en el caso contrario las consecuencias que su déficit genera.

La Revolución Cubana fue un fenómeno político que deslumbró a toda América Latina. Las simpatías iniciales con Castro, incluso de la comunidad intelectual, provenían tanto de la derecha como de la izquierda, porque América Latina se sentía reivindicada en Castro. Pero la historia y el destino colocan a los hombres ante encrucijadas. Si tanto Castro como Chávez hubieran optado por ser gobernantes democráticos y hacer una gran transformación social, distribuir la riqueza, combatir la pobreza, garantizar igualdad de inclusión, igualdad de oportunidades, mediante el voto popular, han podido ser gobernantes hasta que quisieran, sin necesidad de arbitrariedad, totalitarismo, sin necesidad de autoritarismo militarista. Un hombre como Castro, padre político y tutor de Hugo Chávez, de haber escogido el camino democrático, pudo haberse convertido en una referente válido para Latinoamérica. Igual le pasó a Chávez, al amparo incluso de los ingentes recursos que le deparó la bonanza petrolera. Si hubiera fomentado la inclusión, la igualdad de oportunidades, se hubiera convertido en un gobernante recordado por su talante democrático, por su amplitud. Uno escoge el camino y, más allá de la actual controversia, cuando se haga el balance histórico, yo no creo que Chávez vaya a salir muy bien parado.

“Lo que exigimos es que halla igualdad ante la ley; que todo el mundo pueda venir a Venezuela con garantías procesales a demostrar su inocencia”

¿Por qué los chavistas no votaron la reforma constitucional de 2007 propuesta por Chávez?

Fíjate que siempre desde la oposición ha habido una muy mala caracterización del chavismo, se les ha endilgado que son unos tierruos, unos ignorantes, unos inconscientes que no piensan, pero resulta que en ese momento el pueblo chavista dio una gran demostración de conciencia, como la acaba de dar el 6 de diciembre pasado. Este gobierno empaquetó todas las fórmulas posibles de coacción política. Regaló, chantajeó, amenazó, y no le dio resultado. Igual pasó con el Chávez todopoderoso. Cuando él pone en escena la reforma constitucional, es el jefe omnímodo, venía de ganar las elecciones con el 60%, está en medio de un extraordinario ciclo de bonanza petrolera y, sin embargo, la gente le dice que no, porque aunque estaba de acuerdo en que siguiera gobernando, no quería que se cambiara el sentido de la propiedad, ni que se desinstitucionalizara a Venezuela. Es decir, que supo diferenciar entre el líder y los planteamientos ideológicos. Pienso que dentro del pueblo chavista hay una profunda vocación democrática, que le permitió diferenciar entre la lealtad al líder y la votación a un proyecto que sentía que atentaba contra la democracia en Venezuela.

¿Fracasó el modelo del Socialismo del siglo XXI o Revolución Bolivariana?

Yo estoy absolutamente convencido de que Chávez fue creando por retazos todo ese ideario. Sin ánimo de descalificarlo, Chávez no tenía un ideario definido. Cuando aparece en la escena política, luego de la prisión y del golpe de Estado, comienza con un planteamiento que era más esotérico que político, lo que él llamaba “El árbol de las tres raíces”, que consistía en unir en un ideario los pensamientos de Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora. Tú podías decir que habían cosas comunes, pero allí no había ningún elemento de cohesión. Eso no era un ideario, esos eran unos referentes cuya amalgama tenía más de esotérico que de doctrinario, de político y de ideológico. Después salta para lo que llamó “La tercera vía”, era el planteamiento que en ese momento estaba haciendo el primer ministro Tony Blair y el famoso teórico del socialismo democrático inglés Antony Giddens, entonces se da cuenta que esa “tercera vía” es democrática, consiste en reformas sociales pero dentro del esquema democrático, y eso no era lo que le gustaba. Casi por descarte llega al bolivarianismo y al socialismo del siglo XXI, que no tienen ningún referente ideológico tampoco. Los fue llenando como al recipiente vacío al que le vas agregando cosas de acá y de allá. Es decir, allí no había ningún pensamiento coherente. En síntesis, el socialismo del siglo XXI era un tinglado urdido por Chávez para justificar su permanencia indefinida en el poder.

Algunos ven la constituyente como una salida, ¿considera usted que pueda ser viable?

En Venezuela hemos tenido exceso de constituyentes y de constituciones. La Constitución del 1999 es democrática y avanzada. Por ejemplo, en materia de derechos sociales, ambientales, derechos a los pueblos indígenas, etcétera; con sus imperfecciones que, por cierto, en su mayoría vienen de una carga atávica de presidencialismos y de caudillismos y todas estas cosas. Pero además es una constitución que tiene como yo digo una doble legitimidad; el 15 de diciembre de 1999, cuando fue sometida a referéndum, los partidarios de Chávez votaron a su favor y la oposición mandó a votar no, pero en 2007, cuando Chávez quiso cambiar la Constitución, entonces los chavistas votaron por el cambio constitucional, y la oposición votó al contrario. Yo particularmente no creo en eso que Bolívar y Simón Rodríguez llamaron “el mito constitucional”, es decir que nosotros vamos a arreglar el país con constituciones. Nosotros vamos a arreglar el país con el cumplimiento de la ley, con una sociedad justa, con una sociedad inclusiva.

“Hugo Chávez como Betancourt o Caldera significaron mucho para su gente, en su momento histórico”

¿Comparte usted el estilo parlamentario de Henry Ramos Allup?

No lo comparto, aunque Henry es mi amigo y por él siento un gran respeto. Es un hombre que lo hace bien dentro del parlamento, pero su estilo no es mi estilo y creo que, aunque muchos aplauden por el radicalismo que se alimenta en algunos sectores de la oposición, el presidente del parlamento ha debido ser un hombre que llamara a la conciliación, al entendimiento. En Venezuela están puestos en escena dos estilos de hacer política: la confrontacional, que es la de Hugo Chávez y los chavistas, y lo que la MUD ha definido como la reconciliación y el llamado a la unidad nacional. Siendo que la presidencia de la Asamblea Nacional es hoy en día el centro más importante del liderazgo de la oposición, yo pienso que esa posición debe ser utilizada no para polemizar, ni para confrontar, sino para ir hacia la construcción de un llamado a la reunificación de Venezuela y sobre todo para la recomposición de la democracia venezolana, que debe hacerse sobre la base del respeto, la tolerancia, el reconocimiento del otro para la convivencia política.

¿El ex magistrado Velázquez Alvaray debe ser beneficiado por la Ley de Amnistía? ¿Considera usted que él un perseguido político?

Velázquez Alvaray es un perseguido político de quienes fueron sus propios compañeros. Yo no conozco las interioridades de ese caso. Velázquez Alvaray fue fundador y militante del MAS durante muchísimo tiempo. Después él tomó un camino que nos distanció políticamente, incluso hasta la ruptura, aunque hoy en día tengo una buena relación con él. Cuando yo nací, a los quince días, en pleno régimen de Pérez Jiménez, a mi papá lo expulsaron del país después de haber estado preso muchas veces, de manera que sé lo que significa el exilio, las angustias y las penurias que esto significa, por eso abogo por una Venezuela donde todos nos encontremos. El exgobernador de estado Aragua, Didalco Bolívar, estaba acusado de 26 delitos, por el gobierno. Se fue al exilio, después se reconcilió, se pasó para el gobierno, regresó, le dieron medida sustitutiva y le paralizaron el juicio. Las leyes venezolanas penales, tanto las leyes adjetivas como las procesales, presumen el beneficio del juicio en libertad. Yo creo que en Venezuela, alguien que tenga cuentas pendientes que puedan ser calificadas o no de políticas, debería permitírsele venir, no a podrirse en las mazmorras del DIM o del Sebin o de ninguno de estos organismos. Esto no es ningún beneficio, la propia Constitución establece la presunción de inocencia y el juicio en libertad. Es decir, no se trata como muchos lo plantean de borrón y cuenta nueva. No. Se trata de que tú le garantices a la persona su derecho a defenderse, el derecho a demostrar su inocencia, porque eso es lo que dice la Constitución. El chavismo utiliza eso con quien les conviene. Lo que exigimos es que halla igualdad ante la ley, que todo el mundo pueda venir a Venezuela con garantías procesales a demostrar su inocencia.

¿Actualmente milita en algún partido?

Actualmente no milito en partido alguno, pero estoy muy activo. Estoy haciendo política en el Instituto de Formación Demócrata Cristiano Arístides Calvani (IFD), el instituto que dirige Eduardo Fernández. Ese es un centro de política públicas, de formación de líderes, de elaboración de propuestas al país. Allí he encontrado un ambiente de tolerancia, de respeto, de posibilidad de confrontar las ideas, porque yo me formé como político en el MAS, que fue un movimiento que promovió todos esos valores, el valor de la disidencia, el valor de la discrepancia, el valor del debate, el respeto por las opiniones ajenas, y eso realmente es muy difícil en la política venezolana, tanto del lado del gobierno, como del lado de la oposición. Tener posiciones autónomas, posiciones propias y manifestarlas es algo muy difícil. Una de las cosas que no hemos hecho es recuperar el rol protagónico que deben tener los partidos en la democracia, y me refiero a los partidos de un lado y de otro. Los partidos tienen que volver a ser escuelas de elaboración de policía y, sobre todo, practicar puertas adentro una democracia como la que ellos quieren para el país. No es posible que tú quieras plantear sustituir al chavismo, mientras que ya tienes internamente en los partidos una dictadura equivalente a la que el chavismo ha impuesto en el país en estos últimos 17 años.

¿Qué se hizo el otro Luis Salas que lo acompañó a usted en “Vamos”?

Vamos desapareció. Ese fue un largo camino que comenzó en la disidencia de la ruptura con Chávez. Después nos fusionamos con un grupo social demócratas donde estaban Timoteo Zambrano, Freddy Lepage, que se llamó “El Polo Democrático”, también de efímera vida, porque en una sociedad polarizada es muy difícil que puedan emerger movimientos con identidad propia, porque aquí eres chavista o antichavista, estás con el gobierno o estás con la oposición, y eso es lo peor de la política. Lo que estamos viviendo en Venezuela, en cierta forma, es la muerte de la política, porque la política es disidencia, es elaboración, la política es crítica y autocrítica, incluso que tú puedas tener posiciones apoyando una cosa y apoyando otra. En Venezuela, el que no está con uno tiene que estar con otro.

En relación con Luis Salas, mantengo con él una amistad, pero entiendo que está retirado absolutamente de la política y que está dedicado al ejercicio del derecho. Él es abogado.


Liquidación de la institucionalidad

¿Cómo analiza usted los hechos del 24 de enero de 1848, cuando se produjo el asalto al Congreso de la República? ¿Qué fue exactamente lo que allí ocurrió?

Allí ocurrió un error histórico de Páez, que había sido el fundador de la República y que había ejercido un predominio político a largo de 16 años, en los que se había alternado con Soublette en el poder. Llega a 1946 incluso con la posibilidad de ser de nuevo presidente porque no había reelección inmediata, pero había reelección luego de un período. El presidente es Soublette y Páez puede volver a ser presidente, pero se encontraba muy afectado desde el punto de vista anímico porque había muerto Barbarita Nieves que era su gran amor, la mujer que en cierta forma le infundió la cultura que tuvo Páez en sus últimos tiempos. Páez piensa en Rafael Urdaneta como candidato a la presidencia, prócer de la independencia y uno de los hombres más honestos y probos de los libertadores de Venezuela. Pero Urdaneta muere en el año 45 cuando va al cruce de la ratificación del reconocimiento de España a Venezuela. Entonces Páez se queda sin candidato y escoge al peor candidato que podía escoger que es José Tadeo Monagas, que había sido liberal, es decir que militaba en el bando contrario de Páez, pero además se había alzado dos veces contra Páez, cuando la Revolución de las Reformas en 1834 y 1831. Sin embargo Páez lo había perdonado y le había reconocido sus méritos. El gran consejero de Páez en ese tiempo, el doctor Ángel Quintero, se cansó de decirle a Páez que no escogiera a Monagas, porque era su enemigo deliberado que no escondía incluso su antipatía. Tengo para mí que Páez se sobrevaloró a sí mismo; pensó que podía poner a Monagas y que era tanto su liderazgo y su fuerza militar de caudillo que Monagas terminaría obedeciéndole. Pero ocurrió que Monagas, una vez electo presidente, comienza a generar paulatinamente una reacción contra Páez. El gabinete destituye los ministros paecistas, entonces Páez que controla el Congreso, comienza una maniobra destinada a destituir a Monagas, es decir un juicio político. Frente a esa situación, Monagas se alía con el Partido Liberal, un partido derrotado y fuertemente reprimido, en lo que se conoce como la Insurrección Campesina de 1846. Su líder fundamental, Antonio Leocadio Guzmán, estaba en lo que llamaban “capilla ardiente”, es decir, estaba condenado a muerte aguardando su ejecución. El señor Monagas, frente a la amenaza de que el Congreso lo va a destituir, asalta el Congreso, en una de las situaciones más vergonzantes de toda nuestra historia. Luego recompone el Congreso con unos diputados que, amedrentados por las muertes que allí se habían producido, le hacen quórum y serán obedientes frente a los dictámenes del general Monagas. Allí cabe la frase de Fermín Toro, a quien Monagas ordena que salga de la legación (embajada) de Inglaterra con todas las garantías, y éste responde: “Díganle al general Monagas que mi cadáver podrán llevarlo, pero que Fermín Toro no se prostituye”. Este hecho representa uno de los acontecimientos más nefastos de la historia republicana de Venezuela, porque representa la liquidación de la institucionalidad por la vía de la violencia.