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Que no se calle la calle

Foto archivo, marcha oposición

Maduro hace cuatro meses y ocho días que decidió despojarse de su última hoja de parra democrática, de quitarse las caretas del carnaval sangriento que son sus tres años en el poder


Manuel Malaver

Este martes 19 de abril la oposición democrática ha convocado dos movilizaciones que podrían hacer historia: la primera, es para demostrarle a Maduro que el pueblo, mayoritariamente, no lo quiere más en el poder; la segunda, para llamar a los caraqueños a un cabildo abierto que, de alguna manera, represente o recuerde aquel otro, el del 19 abril de 1810, cuando los independentistas dieron el primer paso para poner fin a 300 años de colonia española.

En una y otra oportunidad, un llamado al pueblo, al glorioso pueblo de Venezuela, que así como oyó hace dos siglos el llamado de los “Padres Fundadores” para que se uniera a las luchas por la independencia, también oirá ahora al de sus líderes para ponerle fin a una dictadura tan grotesca, como criminal.

Sin exagerar, el producto más sofisticado del estado forajido del siglo XXI, pues unió el socialismo con el narcotráfico, el terrorismo estatal con el privado, y la fusión de los cuerpos represivos estatales con bandas de la delincuencia común y organizada que, en el caso de los llamados pranes, puede funcionar desde las cárceles.

De modo que, no es cualquier enemigo con quien tendrán que habérselas el pueblo y los líderes que hoy se reúnen en Caracas y ciudades y pueblos del interior, pues, como se las ingeniaron para mutilar la democracia mientras de hacían legitimar por ella, no son pocos los países de este y otros continentes que toman a Maduro como un gobierno demócrata y constitucional, y se niegan a admitir que pueda ser desalojado del poder por otros medios que no sean los parlamentarios y democráticos.

Pero Maduro hace cuatro meses y ocho días que decidió despojarse de su última hoja de parra democrática, de quitarse las caretas del carnaval sangriento que son sus tres años en el poder, y obligado por la catastrófica derrota que recibió en las elecciones parlamentarias del 6D, o a perder la mitad del poder, o ha conservar el que tenía desconociendo la voluntad popular y pisoteando la Constitución, pues, exactamente, optó por lo último.

Por eso, si la reunión del pueblo y sus lideres que tiene lugar hoy en toda Venezuela quiere empezar recogiendo la confianza que, de alguna manera, se ha evaporado por el retardo en proclamar la verdad, pues no hay otra vía que denunciar a Maduro y su dictadura y proclamar la urgencia para que Venezuela le ponga fin.

Que, entre otros horrores, nos convirtió en una “Cueva de Alí Babá y sus Cuarenta Ladrones”, porque durante 17 años, pillos de todos los pelajes, credos, partidos, ideologías y países han entrado en sus arcas para dejar “en cero” los recursos de un país que, hasta hace menos de dos décadas, figuró entre los más ricos del mundo.

Hoy Venezuela, no es solo el país del mundo con la más alta inflación (600 por ciento anual), una depreciación de la moneda nacional de más de 1000 por ciento, un déficit del 15 por ciento del PIB y una caída del crecimiento que descenderá al seis por ciento.

Todo lo cual, ha conducido a los resultados de una economía socialista de cualquier tiempo y lugar, como que el desabastecimiento de alimentos y medicina ya pasa del 80 por ciento, el país ha sido entregado a manos del hampa común y organizada que en los últimos años producen saldos de 30 mil asesinados al año y la destrucción de los servicios público y la infraestructura física que nos han transformado en un país del quinto mundo.

Pero eso en el orden económico, porque en el político, la dictadura de Maduro y sus militares, no solo se burlan de la voluntad popular al no acatar los resultados de las elecciones del 6D, sino que han producido un golpe militar que dispone del espurio, corrupto y narcosocialista TSJ para desacatar las leyes emanadas de la Asamblea Nacional, y que, junto al CNE, pone todo los obstáculos para que el pueblo y sus líderes implementen las políticas inconstitucionales que conducirán a la salida de Maduro este mismo año.

La más importante es que, el llamado al Referendo Revocatorio, que se implementa de acuerdo a los artículos pautados en la Constitución y las normas establecidas en la Ley Electoral vigente -y que para finales del año en curso le permitirá a los venezolanos tener un gobierno nuevo que se decida a poner a una crisis que ya es una catástrofe humanitaria, no es solo un clamor opositor, sino de sectores vinculados al propio gobierno que aspirarían a salir del gobierno de Maduro pero en paz.

Pero no es de lo que quieren oír hablar Maduro, el TSJ y el CNE que, en las últimas semanas vienen negándoles las planillas a un grupo de electores para convocar el revocatorio y obstaculizando así una salida que no sea violenta ni implosional, pero que, teóricamente, les permitiría mantener el control de la situación y ganar tiempo.

Por eso, las tareas que se plantea hoy la movilización de la oposición en la calle, y la convocatoria a un cabildeo abierto, debe proponerse adoptar la decisión de no abandonar la calle, pues se trata de la última y única fuerza que teme la dictadura y que en los casos lejanos de Augusto Pinochet en Chile en el 88, Alejandro Toledo en Perú del 2001, y, más recientemente, en Ucrania el año antepasado, solo pulveriza las dictaduras si no les da tregua en las calles y las arrollas.

Muchos intentos ha realizado la oposición venezolana en los últimos 17 años en esta dirección, pero sin los resultados que las mayorías esperaban, pero que hoy pueden darse por superado, porque tanto los líderes como el pueblo opositor, han experimentado y aprendido que solo la calle puede derrocar la dictadura, pero si hace suya la consigna de que: “No se calle la calle”.

Advertimos que no será un desafío ni un batalla fácil, porque los cuerpos policiales controlados por el régimen, las fuerzas paramilitares como las milicias, las reservas y los colectivos, y los grupos de choque del general Padrino López han recibido órdenes de matar, pero que, al final, serán arrollados y desarmadas si la decisión del pueblo es que se puede sobrevivir en minutos de refriega, pero no en una dictadura que, como en el caso de Cuba, ya va por los 57 años.

Y es que, debe subrayarse, además, que la decisión del madurismo de negarse a aceptar la convocatoria al Referendo Revocatorio, no es porque intente ganar tiempo y celebrar en un futuro próximo aquellas elecciones que piense pueda ganas, sino porque ya considera agotada la fórmula de legitimarse mediante elecciones fraudulentas y ahora la ruta es mantenerse en el poder sin eventos electorales y a plomo limpio.

Por eso, deben olvidarse los factores de la MUD, de la Asamblea Nacional y del pueblo democrático de que habrá elecciones para elegir nuevos gobernadores en diciembre, para alcaldes en cualquier momento del 2017 0 2018, y aun para las elecciones presidenciales del 2019 que desalojarían o mantendrían a Maduro en el poder.

No, “Su Majestad, Nicolás I”, se sostendrá en la dictadura hasta más allá del cumplido su primer período y, en la perspectiva, de entregar el poder a su primogénito y delfín, Nicolasito II, tal como sucede en la monarquía hereditario que Kim Il Sung dejó en Corea del Norte a su descendencia, y Raúl Castro en Cuba a su hijo Alejandro y demás herederos consanguíneos.

Porque, está en la naturaleza de los regímenes monárquicos que trajo de vuelta el socialismo de la Edad Media tardía a los siglos XX y XXI, un absolutismo como solo se conoció antes del advenimiento de la democracia y la revolución industrial y que en cuanto es una anacronía contraria al signo de los tiempos, se transforma en una payasada que provoca pocas risas y mucho llanto.

Bastaría con recordar la tragedia que vive hoy el alucinado pueblo de Corea del Norte, reducido por hambre y obligado a apoyar una pandilla de histriones chantajistas que pendulan procurándose arroz y lo indispensable para sobrevivir con el cuento de que poseen armas nucleares y prestas a desaparecer la civilización.

Pero sería lo mismo que sucedería en Cuba si, después del colapso de la Unión Soviética, los hermanos Castro no le entran a saco a las riquezas petroleras venezolanas con la anuencia de Chávez y Maduro y hoy lucen medianamente presentables pero con el petróleo, oro y diamantes robados al país de Bolívar.

De modo que, más que una internacional ideológica, el “Socialismo del Siglo XXI” terminó en una internacional del atraco, del robo y del narcotráfico y la oposición venezolana tiene las claves para que tan pavorosos sucesos no sigan ocurriendo en Venezuela.

Por eso, que no se calle la calle, la dictadura de Maduro sea denunciada y la lucha contra la misma no conozca tregua hasta que la luz de la democracia y la libertad vuelvan a brillar en Venezuela.