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El reto es Venezuela

No todo el mundo es amigo de nuestro país, ni del proyecto socialista. Hay que corregir, producir y atender nuestro pueblo, fundamentalmente


Julián Rivas

En Venezuela los conceptos de soberanía e independencia nacional son el punto central. El circo de la Asamblea Nacional se queda simplemente como un espectáculo internacional.

Eso sí, hay que hablarle al pueblo con claridad, despejar Gobierno y organizaciones políticas de falsos rojos, aspecto que sin duda aligerará el aparato estatal. Otra cosa, producir nuestros alimentos de una vez y para siempre.

Esa Asambleas Nacional es un circo internacional. Le ganamos una a los mexicanos. Miren al diputado Floreado (o Florida, con tilde en la Flo, como le gusta decir a los gringos). Lo acaban de expulsar de Nicaragua.

Es más, esa Asamblea Nacional es tan circo que tuvo como orador de orden el pasado 5 de julio a Américo Martín, el propio león de circo, que por lo general son desdentados, viejos, flacos, cansados, aburridos y sumisos al amo capitalista. Eso es hoy Américo.

Nada interesante para el pueblo este Américo Martín que llena de elogios a Henry Ramos. Todavía en 1978, como candidato presidencial, en la todavía modesta cancha de la izquierda, sacó una buena cantidad de votos blandiendo una consigna: ¡Manos limpias al poder!

En la Universidad Central de Venezuela Simón Sáez Mérida siempre nos contaba historias de la Venezuela de la última parte del siglo XX. Eran testimonios suyos. Como que Rafael Poleo siempre ha sido un llorón.

En una oportunidad Simón fue detenido por la Seguridad Nacional, en plena dictadura de Pérez Jiménez, y en el calabozo entró llorando un muchacho. Era Poleo. Buaaaaaa. ¡Cállate muchacho!. Entonces Poleo militaba en un partido socialista. Buaaaaaa. ¡Cállate muchacho, no joda!.

Simón Sáez nos decía que Venezuela pudo ahorrarse muchos problemas si la juventud adeca hubiera actuado con mayor serenidad cuando se estaba en pleno debate interno con Rómulo Betancourt, entre 1958 y 1962.

Hubo un momento en que los votos de la juventud que luego se constituiría en el MIR, sumados a los votos de la corriente vinculada a Raúl Ramos Jiménez, que luego conformaría AD-Oposición, eran suficientes para derrotar a Betancourt, el Napoleón de Guatire, ya al servicio de Estados Unidos.

Incluso, pudo extenderse ese acuerdo con la militancia que seguía al maestro Prieto Figueroa, que a la postre también se peleó con Betancourt, en 1968.

A toda esta política de alianzas, aseguraba Simón, se opusieron los radicales Domingo Alberto Rangel y Américo Martín. Lo curioso es la voltereta que ha dado Américo Martín, que ha devenido en amigo de Henry Ramos y de Estados Unidos.

Eso son los intelectuales rajaos, que terminan siempre como leones desdentados del circo imperialista.

Pero ciertamente hoy necesitamos que en Venezuela se inicie un proceso de Manos Limpias. Venezuela necesita limpiar su territorio de malandros.

Malandros de cuello blanco, paracos, bachaqueros, especuladores y banqueros que promueven la fuga de capitales. Esto hay que pararlo.

Cuando la corrupción se generaliza, la sociedad debe reaccionar. No ven ustedes a la fea con bolas, Cruella Devil, que preside Consecomercio, qué caradura.

Hay que actuar con firmeza. Hay dos hamponatos y se requieren dos hampoductos, en lenguaje romulero. Uno, el hampa común y el hampa comercial.

Doy un ejemplo y a la vez pregunto si es correcto que una panadería cobre 1.200 bolívares por un golfeado. Increíble.

Antes en Venezuela el cliente de un mercado compraba una gallina y le daban de ñapa un pedazo de papelón. Hoy el papelón puede costar tanto o más que la gallina.

Cualquier pobre compraba un golfeado, que al parecer hoy es manjar de rico. Bueno, una panadería con nombre de Bakery, ubicada al lado de un hotel en la esquina de Bellas Artes, frente a la estación de Metro, vende los golfeados a 1.200 bolívares.

Tenga la seguridad de que con un golfeado que vende paga el día a uno de los obreros que hace el pan. Esta es la enajenación del capitalismo.

En la misma zona, en la competencia un golfeado puede estar en 400, 600, 700 y 800 bolívares, que ya es caro. Pero 1.200. No hablemos del Este de Caracas, allí el robo comercial es descarado. Esto requiere una campaña de Manos Limpias.

Antes cualquier peón de hacienda se entretenía con un golfeado. En cualquier puerta de escuela se vendía este pedazo de pan bañado con papelón fundido y rociado con un poco de quedo rayado, ¿cuál es el secreto de adquirir un golefado?

La guerra económica nos alejó abismalmente de algo muy popular y venezolano. Deben castigarse a quienes han destruido la moneda, con la perversa sequía del ahorro nacional. No hay estabilidad. Los precios suben como si fueran a la luna. No se puede planificar un presupuesto familiar.

Conocimos en Paria convenciones monetarias como el chelín (de origen trinitario, que significaba 1 bolívar con 25 céntimos). Y la locha, el real y medio, y también el real y medio y cuartillo, que era real y medio más una locha.

Se ha agredido a la venezolanidad. Esta semana hablé con una muchacha en el Metro. La vi retorcer la cara, ante los informales, indigentes y el desorden. Inquirí.

Me dijo que vive en Panamá y trabaja en finanzas. Un político de allá le envió una grabación de pobreza e informalidad en Venezuela.

Ella reclamó. El político le pidió disculpas pero le dijo que el video le parecía cómico y le gustaba. Somos hazmerreír, dijo ella.

Por lo visto, Venezuela es blanco de una vieja envidia en el continente. La oligarquía colombiana oculta sus miserias y se presenta hoy como mejor que Venezuela.

Debemos ser precavidos. No todo el mundo es amigo de nuestro país, ni del proyecto socialista. Hay que corregir, producir y atender nuestro pueblo, fundamentalmente. Nuestro pueblo es valiente y cada día se pregunta por qué ha pasado lo que ha pasado.

Un revolucionario debe hablar claro al pueblo. Es cuestión de comunicar y dar ejemplo. Podemos empezar sancionando, congelando militancia a todo aquel que tenga casa y residencia en Estados Unidos y se viste de rojo, rojito.

Destruir la moneda es desestabilizar un país. Sobre todo una potencia petrolera, que es bastante. Aquí hay guerra imperial, con complicidad de falsos rojos e infiltrados por supuesto.

Qué ha pasado en Venezuela. Hay que hablarle claro al pueblo. No podemos entregar nuestro país al Imperio, que es el sionismo internacional más la perversa oligarquía colombiana. Ellos conspiran.

La fea con bolas es parte de la trama. Si mi abuela hubiera conocido al novio de esta señora, habría dicho: ¡Esas son ganas de echar a perder muchachos!

Hay que hablarle claro al pueblo, que a fin de cuentas detesta a la burguesía progringa.

Debemos llamar al pan, pan y al vino, vino. Mi abuela diría que hallaca es pastel, aceite de oliva es aceite de Castilla y que debemos ser precavidos.

Abundancia en casa de pobre dura poco, hartazón de un día, ¡hambre para toda la vida!