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La riqueza cultural de Venezuela

Hay enfoques equivocados sobre lo que somos como pueblo. En el siglo veinte se contribuyó a eso


Julián Rivas

Por estos días el pueblo es abrumado con infinidad de ideas y conceptos generados desde los medios de comunicación.

Algunos son productos de creencias que se han mantenido en el tiempo y otros son productos de laboratorios, incluso los que operan en Estados Unidos.

En una revolución lo interesante debe ser confrontar opiniones y puntos de vista con la participación del pueblo.

Este afán por sembrar desesperanza en Venezuela tiene por objetivo a nuestra juventud. La idea de graduarse y emigrar se ha constituido en moda.

Retornamos al siglo diecinueve cuando muchos trabajadores venezolanos iban a trabajar a las islas del Caribe en las que la industria azucarera era el motor económico, soportado por capitales gringos y europeos.

¿Por dónde iniciar la discusión? Sin duda hay que abordarlo desde la cultura, que a fin de cuentas nos remite a la historia. ¿Qué pueblo somos? ¿Cuáles son nuestras especificidades regionales, en qué se fundamenta nuestra existencia, qué nos une desde el Caribe hasta el Amazonas? ¿Hacia dónde debemos ir y qué debemos cambiar?.

Lo primero que debemos hacer es poner los pies en tierra. Los sociólogos y antropólogos del siglo diecinueve y hasta mediados del siglo veinte destacaron que la cultura tiene múltiples expresiones. Eso ocurre con Venezuela.

Somos un país unificado, orgulloso de ser venezolanos, aunque en este momento la industria cultural norteamericana golpea nuestra identidad y referentes culturales.

Vea la prensa y los medios audiovisuales gringos y haga un balance. CNN, Time, los periódicos de Miami, sobran.

Hay enfoques equivocados sobre lo que somos como pueblo. En el siglo veinte se contribuyó a eso.

Por ejemplo, esa idea absurda de que el gomecismo liquidó a los caudillos, que hasta los libros escolares reproducen, solamente contribuyó a distorsionar lo que es Venezuela, sobre todo en los últimos cien años, en medio de la bonanza petrolera, cuyo reparto, o mal reparto, saqueo, se hizo desde Caracas.

Hoy estamos obligados a revisar el rol de Caracas. Reconocer que la mayor fortaleza de Venezuela, desde cualquier punto de vista, surge desde todas las regiones.

Por lo demás, esto debe contribuir a liquidar mitos absurdos. Doy un ejemplo: El pasado domingo el canal Tves transmitió mucha información desde Río de Janeiro, donde se celebran los Juegos Olímpicos. Además, hizo contactos con un curioso programa Corazón Llanero, desde La Habana.

En medio de emociones y cantos, que escuchó la élite cubana, por lo demás culta e instruida, un moderador se atrevió a decir que “nuestra cultura nace en el llano”. Caramba.

Aquí es donde los medios deben revisar su accionar. No es asunto simple eso de decir cualquier cosa en televisión. No es verdad que nuestra cultura nace en el llano, por ningún ángulo que lo vea se puede llegar a esa conclusión.

Si habla específicamente de la música llanera, esta surge, como todas las demás expresiones musicales venezolanas, de una enorme influencia española. Es la verdad.

En efecto, la música del llano se gesta en un espacio cultural, e incluso no es igual la del Alto Apure a la del Bajo Apure. Hay pequeñas diferencias, en Barinas o en Guárico.

En esencia, pudiéramos repetir a Uslar Pietri y otros investigadores académicos que hablan de que somos producto de un mestizaje cultural, continuidad del mestizaje hispano e incluso occidental.

Algunos se atreven a hablar de sincretismo cultural. Y más recientemente, autores como García Canclini, hablan de hibridación cultural, en un proceso que continúa y en el cual estamos imbuidos.

Ok, no pueden hacerse afirmaciones que, por lo general, vienen de una mala costumbre de todos los pueblos, el excepcionalismo.

Este vicio los gringos le han dado carácter divino, el “destino manifiesto”, y por eso el fascismo vive en Washington. Pero estos diablos son otra cosa.

Recapitulemos. Por el mismo camino de la hibridación cultural podemos aproximarnos a la idea de que en América, y particularmente en el Caribe, la cultura tiene elementos culturales propios, adquiridos e impuestos.

A este planteamiento se suman autores como Pablo González Casanova, mexicano y profundamente estudioso de la realidad de su país, particularmente de la situación de los indígenas.

Por supuesto que la música del llano tiene elementos indígenas, si desde aquí partimos. Pero el componente básico de la mayoría de las expresiones musicales en Venezuela es de origen hispano.

Me comenta siempre un amigo que vivió en México que por los lados de Veracruz hay expresiones musicales similares al tamunangue, y obviamente llegaron desde España.

De conocimiento en asuntos músicos no hago alarde, pero reducir el joropo venezolano exclusivamente al llano es un error. Lo veo así, que he residido en el llano y me gusta su música.

Pero se le hace un flaco servicio a la verdad y a las demás expresiones de la música venezolana, si se desconoce la riqueza musical de otras regiones de Venezuela.

Al fin y al cabo, en Venezuela se habla de joropo oriental, joropo de la costa, joropo mirandino y joropo llanero. Incluso, en un libro que debería leer cualquier político serio, que se respete, vemos que José Antonio Páez entonaba canciones del llano y de la costa. Se trata del libro “Guzmán, elipse de una ambición de poder”, cuyo autor es Ramón Díaz Sánchez.

Por lo demás, la historia de Venezuela nos enseña que fue desde la costa, y particularmente desde los enclaves portuarios, que se fue conformando el poblamiento del país.

Un conformación interesante, que lamentablemente fue atrofiada por el gomecismo.

Les voy a decir algo, el día que en Venezuela se estudie detalladamente la fuente de nuestros males recientes, saldrá a flote lo nocivo del período gomecista.

Se desmentirá esa absurda tesis de que Gómez liquidó los caudillos. El gomecismo fue un período de latrocinios, atropellos y malas decisiones.

No hubo políticas públicas, ni salud, ni educación para el pueblo. Y de paso, se generó un pernicioso centralismo, el rentismo petrolero y un hiperurbanismo que acabó hasta con nuestras fuentes de alimentos. En parte, de ahí nacen los apuros que tenemos hoy para conseguir un plátano o un pedazo de carite.

El gomecismo también es la fuente de esa absurda y corrompida clase política de derechas que hoy pretende entregarnos a Estados Unidos.

Esto debemos entenderlo porque nuestra unidad nacional, nuestra independencia, la ganamos en campos de batalla. Eso no lo entiende el señor Capriles, ni los adecos, ni Felipe González.

No puedo dejar de lado, a propósito de las olimpiadas, que en lo deportivo, por no conocer nuestra realidad, los planificadores están ciegos.

Durante mucho tiempo se ha advertido que deporte medallero y centro del olimpismo es el atletismo. Y ese tipo de atleta caribeño, que tan buen éxito da a los países del Caribe, lo podemos ver en la Península de Paria, en el estado Sucre.

Pero el centralismo caraqueño desconoció las recomendaciones del entrenador Hely Montes para crear un centro de formación de atletas en Irapa y Güiria.

Les recomienda que vayan a San Antonio, Manacal, Yoco, La Salina y Macuro y van a conseguir talento que se pierde para el deporte, para el atletismo de velocidad, saltos y lanzamientos.

Bueno, es que este centralismo caraqueño solamente ha servido para enriquecer comerciantes. Incluso, a los portugueses, que llevan más de medio siglo aprovechando el subsidio a la harina y otros alimentos para hacer fortuna que luego se va completica para Funchal. ¿Hasta cuando vamos a seguir con este destete?.

Bueno, para cerrar, no puedo dejar por fuera a la Fea con Bolas que preside Consecomercio. Acaba de decir, como prolegómeno a la campaña de desconocimiento de la ley en que está metida la oposición perrorabiosa, incluyendo Fedecáramas: “Si a nosotros nos explota la política, cualquier cosa puede pasar en el país”.

Bueno, Cipriana se suma a Macri, a Temer, al presidente paraguayo, a Obama, al Florida, a Henry Ramos, al Cejón. Todos contra Venezuela. Venezuela ha pasado por peores ratos y los ha superado. ¡Tiembla tierra, que llego el terror del llano!