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Editorial | La magnitud del anhelo

Que subsistan los vicios de ayer y hoy no es una opción. Justo lo contrario: Venezuela está urgida por ser reconstruida


EDE

“Pero la verdad es que, aún en los peores momentos de nuestras crisis políticas, no se perdieron totalmente aquellos propósitos de honradez, abnegación, decoro ciudadano y sincero anhelo de trabajar para la patria. Aún en las épocas más funestas puede observarse cómo en el fondo del negro cuadro aparecen, bien en forma de rebeldía, bien convertidas en silencioso y empecinado trabajo, aquellas virtudes. Figuras siniestras o grotescas se agitan ante las candilejas y acaparan la atención pública; pero siempre un mártir, un héroe o un pensador iluminan el fondo y dejan para la posteridad su testimonio de bondad, de desinterés y de justicia”

 Augusto Mijares (1897-1979)

El mal momento que vive Venezuela solo puede quedar atrás bajo la profunda convicción de que es posible cambiar las cosas. Las dificultades están para ser superadas, y serán superadas.

El discurso de los cínicos debe ser revertido con el optimismo propio que embargan los nacimientos anhelados. A pesar de lo paradójico, es tiempo para que la alegría marque el ritmo de un cambio que es inminente.

Los atropellos, los abusos, el amedrentamiento, las circunstancias oscuras, todo ello empuja al venezolano a hacer uso de su carácter combativo para recuperar el regocijo que la crisis le ha arrebatado.

El país puede marchar convencido de que el futuro le pertenece, debe burlarse de las amenazas y mostrar los dientes ante el autoritarismo. No es cuestión de opositores o chavistas, de parcialidades o bandos. Aquí, en esta nación tantas veces golpeada, existe la convicción plena de que vamos por mal rumbo y las cosas se tienen que enderezar.

La cúpula le teme a un pueblo decidido; ellos, en el cogollo, tienen todo por perder y por eso hacen lo que hacen. Escriben su destino, obnubilados, ciegos como están. Usan artimañas y pretenden confundir con propaganda, pero que nadie se deje engañar: el cambio es el objetivo principal en cada rincón. Las grandes mayorías están ávidas de un país distinto, infinitamente mejor, posible, por demás.

El sentimiento inequívoco de una victoria ante las adversidades es lo que puede alimentar el motor de una sociedad golpeada. Ante todos los obstáculos la ciudadanía debe ponerse de pie y luchar por lo que cree es justo. Luchar mil veces y triunfar siempre. Es momento de que los venezolanos ejerzan el protagonismo en la toma de las decisiones, que su voz se haga sentir con el vigor de un país joven, vivo.

La dirigencia opositora, si es que quiere ir de la mano con la historia que se escribe, debe entender la dimensión del anhelo; hay sed por un cambio sustancial. No se trata de trocar unas siglas por otras, de sacar a unos reyezuelos para que los de turno se autoproclamen. No. Aquel “quítate tú pa’ ponerme yo” está en mengua. Que subsistan los vicios de ayer y hoy no es una opción. Justo lo contrario: Venezuela está urgida por ser reconstruida.

Las dificultades son gigantes; que lo afirmativo del venezolano crezca en proporción, convencido de que es posible y consiga en las calles y en las urnas la victoria memorable, de la que hablarán las generaciones por venir. Y en paz. Entonces apenas será el inicio.