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¡El revocatorio ha muerto! ¡Viva el revocatorio!

Los cortafuegos instrumentados por Maduro y las señoras del CNE contra el revocatorio, no solo deben enfrentarse como obstáculos a superar, sino como oportunidades para arreciar las protestas


Manuel Malaver

Cualquiera pensaría que la decisión del CNE de acumular todos los obstáculos posibles para que el referendo revocatorio contra Maduro no se realice este año ni nunca, fue el único acontecimiento político importante ocurrido durante el 2016 en el país, y, por tanto, perfectamente, archivable como otra derrota catastrófica para la oposición democrática.

Se desprende, no solo de la propaganda oficialista, que liminar y subliminar desliza la idea “de que dictadura revolucionaria no sale con votos, y menos con revocatorio”, sino también de voces de la oposición que ya hacen cola en el “Muro de los Lamentos” para espetar lo de siempre: “Nos jodimos, la MUD nos entregó, y sin ánimos de meterme en lo que me incumbe, creo que, sin un nuevo liderazgo y, sobre todo, sin tomar la vía de otras formas de lucha (estallido social, desobediencia civil, o aplicación del art. 350 de la Constitución) tendremos dictadura comunista para rato”.

Sin embargo, un análisis “sine ira et studio”, menos emocional y sustentado en los datos y cifras fríos que jalonan los anales (amo a Tácito) del espectacular y calientísimo 2016, nos sitúan, no solo en un balance que determina que Maduro y el totalitarismo deambulan, definitivamente, por el túnel sin salida de la inviabilidad del socialismo, sino, en la perspectiva de que, una oposición unida y una sociedad civil en la calle, puede que no provoquen un suicidio político colectivo del castrochavismo, pero sí una fuga en avión, vehículo automotor, balsa o a pie por las trochas y caminos verdes que tanto abundan en la larga frontera colombo-venezolana.

¿Qué pasó, entonces, la noche del miércoles pasado, cuando las cuatro señoras adultas mayores del CNE -bajo cuyas faldas se esconde Maduro cada vez que siente venir la tormenta- anunciaron que habían aprobado un cronograma para el revocatorio que, de todas todas, lo hacía imposible y lo remitía a ser celebrado en algún año del siglo XXI?

¿Se perdió la guerra, o una importante batalla que va influir en el resultado final de la guerra, o fue solo una escaramuza perfectamente rectificable que, en cuestión de semanas, dejará de nuevo enfrentadas las fuerzas en pugna y disponiendo de los recursos que les permitan empeñarse en las estrategias que desarrollaban hasta ahora?

Las respuestas a las preguntas no pueden ser rígidas, taxativas, convencionales y, mucho menos, parciales en los enlaces de unas con otras, por lo que, solo ayudándonos con la heurística, y viéndolas de conjunto, en perspectiva, podríamos acercarnos al momentum que irrumpe después del 21 de septiembre.

Para empezar, el referendo revocatorio es una consecuencia de la estrepitosa derrota que le aplicó la oposición democrática al totalitarismo castrochavista en las elecciones parlamentarias del 6D, y por la cual, perdieron la otra mitad del gobierno, el Poder Legislativo y vienen recibiendo ataque tras ataque en los últimos nueve meses y sin posibilidad de evitarlos, ni neutralizarlos.

En otras palabras, comienza otra historia, otra narrativa en la política venezolana, como que, después de 17 años el chavismo se convierte en minoría, la oposición eleva su respaldo hasta un 80 por ciento y las estrategias gobierno-oposición se revierten, por cuanto, la primera toma la ofensiva y el segundo, la defensiva.

De modo que, sin miedo a equívocos, puede afirmarse que, toda la política que surge durante el 2016 se origina en la conmoción de este choque de placas teutónicas y las nuevas realidades que crea, puesto que, desencadena terremotos, tsunamis y no pocas réplicas y sacudidas que, aunque muy fuertes, no son iguales en intensidad a los primeros.

“No son iguales en intensidad a los primeros” y este dato es fundamental para entender lo que pasó con el referendo revocatorio y sus epílogos, pues, si se hubiera entendido que el CNE de Maduro aceptó y jugó limpio al reconocer la mayoría absoluta que lo desalojó del Poder Legislativo justamente por eso, porque era el Poder Legislativo, se habría establecido que el siguiente paso, conquistar el Poder Ejecutivo, debía hacerse con unos métodos que no contemplaran la participación del Ejecutivo en su cónsola de decisiones.

Y esto fue lo que sucedió, y tan pronto el Ejecutivo percibió que la política opositora era tomar sus cuarteles, pues, instrumentó una estrategia de contén de la Asamblea Nacional y la MUD, sustentada en los poderes que continuaba controlando, el TSJ y el CNE, y lanzándolos a una suerte de golpe de Estado judicial cuyos resultados, si no han paralizado la AN, sí han perturbado sus funciones.

“El poder nace del fusil” escribió una vez el marxista, comunista y teórico de la guerra y la política chino Mao Tse Tung, y pienso que, no otra cosa escribieron Lenin y Trotsky, el primero en “El Estado y la Revolución”, y el segundo, en los muchos discursos que pronunció durante los años en que organizó el “Ejército Rojo” e hizo triunfar al bolchevismo en la Guerra Civil rusa.

Solo que, para unos y otros, el poder no solo “nacía del fusil”, sino que, se imponía, se consolidaba y mantenía por la fuerza y la violencia que solo suministran las armas.

De ahí que, en las constituciones comunistas, solo existe un poder real, que reina y domina sobre los otros, los somete, el Ejecutivo, con su presidente, burós y ministros, que, a través del Ejército y los cuerpos policiales, reprime y aplasta al resto de la sociedad.

Convengamos que, en las democracias instrumentales, mutiladas e interferidas que estableció la variante que se llamó “Socialismo del Siglo XXI”, tal supremacía no es tan evidente, pero al final, con todos los atajos y sesgos jurídicos que puedan tomar en sus constituciones, pienso que se reducen a un solo principio: “Todos los poderes son negociables, e incluso, entregados al enemigo, menos el Poder Ejecutivo”.

Fue el mensaje no escrito, pero perfectamente deducible de la ideología chavista que, los estrategas opositores promotores del revocatorio no quisieron leer, colgados de la ilusión de que, si Maduro había reconocido la pérdida del Legislativo en las elecciones del 6D, ¿por qué no iba reconocer la pérdida del Ejecutivo después de resultar derrotado en otra consulta popular?

Y la respuesta es que no lo iba a reconocer, porque con la pérdida del poder Legislativo no se perdía la dictadura, el socialismo y la revolución, pero con la pérdida del Ejecutivo, se perdía absolutamente todo.

¿Quiere decir que, por todo ello, había que olvidarse y no invocar el revocatorio, y buscar otras fórmulas para destituir a Maduro que no dependieran de las decisiones de los poderes controlados por el Ejecutivo, como podían ser la “enmienda constitucional”, o una presión de calle para obligarlo a renunciar?

No, en absoluto, porque, para empezar, se trata de una prescripción constitucional y la sociedad civil, secundada por los partidos políticos, está en el derecho de reclamarla contra el peor gobierno que ha conocido la historia del país.

Además, se trata de una excelente forma de movilización, que no solo es constitucional, sino electoral y el pueblo venezolano, por su cultura y tradiciones democráticas, le gusta votar.

Pero, yo diría, que se trata del revocatorio concebido más allá de lo electoral, como fórmula, tanto para salir de Maduro, como para que el pueblo en la calle se convirtiera en el motor de cambios más profundos en los que, lo electoral, es solo un aspecto.

El revocatorio, en definitiva, cristalizado, como lo pedía recientemente el profesor Fernando Mires, en el portal factormm, “no como un trámite electoral, sino como un movimiento social”, como una fuerza volcada a una inmensa movilización ciudadana que, entre sus muchos objetivos debe proponerse revocarle el mandato a Maduro, pero también revocar la dictadura, el socialismo y el totalitarismo, restaurar la democracia y la libertad y reconstruir la economía desde sus cimientos.

De ahí que los cortafuegos instrumentados por Maduro y las señoras del CNE contra el revocatorio, no solo deben enfrentarse como obstáculos a superar, sino como oportunidades para arreciar las protestas, movilizar la mayor cantidad de ciudadanos posible, transformando su lucha, de un simple evento electoral, en gigantescas manifestaciones que patenticen que los venezolanos emprendieron la ruta de su liberación y no van a parar.

Río en el cual, la protesta contra los que quieren impedir el revocatorio se mantiene, la lucha por su celebración sigue vigente, pero sus alcances deben ir mucho más allá y revelarle al mundo que Venezuela no se rinde, está en la calle y no la abandonará hasta que Maduro sea desalojado de Miraflores y la libertad y la democracia rescatadas.

Un auténtico tour de force que habla también de la habilidad o sabiduría de convertir las derrotas en victorias, pero, igualmente, de un principio estampado en el artículo del profesor Mires ya citado:

“Defender el RR es defender la Constitución. Defender la Constitución es defender el RR. A Solidanosc en Polonia le cerraron muchas veces el camino democrático, hasta con un golpe de Estado. Al final, triunfó. No hay ningún ejemplo histórico ni en América Latina ni en Europa, en el cual una minoría armada haya derrotado a una mayoría democrática”.