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El derecho de tener derechos

Los derechos son inherentes a la condición humana, y su legitimidad no se discute


Gustavo Luis Carrera  

De costumbre, se oye hablar de los derechos constitucionales, establecidos por ley y de obligatorio respeto.

Pero, si esto fuera una verdad incontrovertible, no serían tan frecuentes, y hasta desesperados, los reclamos de sectores de la población, y de naciones enteras, en solicitud del acatamiento de las potestades que la legalidad democrática concede a los pueblos.

Lamentablemente, la tendencia autárquica es a cercenar los derechos.

LOS DERECHOS NO SON CONCESIONES. Se entiende por derecho una facultad inherente a la condición del individuo, es decir del ente humano en sociedad. Los derechos se establecen en las Cartas Magnas y son protegidos por los Poderes Públicos. No se trata de concesiones que los regímenes, a su antojo, hacen a los pueblos. Comúnmente se definen como el conjunto de leyes, normas y preceptos que rigen la vida de las personas socialmente establecidas. En 1689 el parlamento inglés elaboró la Declaración de Derechos, para hacer constar las libertades y los derechos de la población. Mayor divulgación y trascendencia tuvo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobado por la Asamblea constituyente francesa, en 1789, a raíz de la Revolución Francesa, consolidando los principios de libertad, igualdad y respeto a la propiedad. Estos postulados básicos se ratifican y se modernizan con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas, en 1948; así como con la Convención Europea de Salvaguarda de los Derechos Humanos y de la Libertades Fundamentales, establecida por el Consejo de Europa, en 1950. Toda esta larga historia de reafirmación incontestable de los derechos humanos no hace sino ratificar que los derechos son facultades esenciales y no concesiones oficiales caprichosas y manipuladoras.

EL MANEJO PERVERSO DE LOS DERECHOS. Los gobiernos deshonestos convierten los derechos en limosnas políticas que ellos conceden arbitrariamente, manejándolos a su antojo y provecho. Preocupa que, entre nosotros, esto se va convirtiendo en costumbre, en hecho cotidiano descarado. Así acontece cuando la Fiscalía advierte que va a respetar el debido proceso judicial; y uno se pregunta: ¿y es que podría no respetarlo? Y cuando el presidente y figuras del gobierno piden encarcelamiento para personas específicas; mientras uno se pregunta: ¿son ellos jueces o funcionarios judiciales dotados de esa capacidad condenatoria? Y cuando un Alcalde prohíbe que a su territorio ingrese determinado grupo social; cabe preguntarse: ¿y ese alcalde es dueño personal, como señor feudal, de su municipio? Sin duda, son muestras del manejo perverso de los derechos.

LOS DERECHOS NO SE RUEGAN, SE EJERECEN. Los derechos son inherentes a la condición humana, y su legitimidad no se discute. Los derechos de las personas resultan de una evolución histórica, política y económica; no de la decisión torcida y tendenciosa de gobernantes y mandones. Por ello, es indispensable concientizarlo: los derechos no se solicitan en atención a la voluntad eventual del gobernante; se ejercen soberanamente, sin ambages ni titubeos. ¡Es el derecho de tener derechos!

VÁLVULA: “¡Desgraciado el gobierno que convierte los derechos en limosnas! ¡Desgraciado el pueblo que se acostumbra a mendigar sus derechos.

glcarrera@yahoo.com