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Fernando Rodríguez: “El populismo trabaja sobre lo irracional”

“Mientras menos se piense mejor, más fácil la tarea de los que se han hecho mediante la demagogia del poder”, destaca el escritor y profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela


Edgardo Agüero

Fernando Rodríguez no deja de opinar sobre la realidad y la política venezolana. Primero desde el —ahora— semanario “Tal Cual”, donde pasó ocho años por su cercana relación con Teodoro Petkoff, y en los últimos tiempos desde “El Nacional”. Filósofo, politólogo y poeta ha sido presidente de la Cinemateca Nacional de Venezuela, director y profesor jubilado de la escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela y miembro de la directiva del partido político Izquierda Democrática.

Bajo su perspectiva, la saturación del tema político en los últimos años “le ha devuelto a un país irresponsable y gozón la conciencia y la moral colectiva” y aunque no cree que la “hora final” del gobierno de Nicolás Maduro venga directamente de la Asamblea Nacional y el juicio político le hacen, está seguro de que hacerlo “tiene una enorme carga política y simbólica”.

Con la misma convicción con la que afirma que la Mesa de la Unidad Democrática es “el aparato indispensable para lograr la cohesión y la victoria definitiva”, asegura que en Venezuela si la izquierda sobrevive “será democrática”.

¿Tendrá algún efecto este juicio político al presidente Maduro?

Aunque no es nada sensato andar prediciendo en política, mucho menos en un escenario tan descoyuntado como el venezolano, y en especial bajo un gobierno que ha hecho de la mentira pura y dura, de la demagogia sin freno y la ignorancia de todo tipo las claves mayores de su perfil ideológico. A pesar de todo ello, que hace tan volátil nuestro presente y futuro, me atrevería a decir que este gobierno está ya en la agonía. Y que va a morir pronto electoralmente, probablemente por elecciones adelantadas. La crisis económica es de tales magnitudes y crueldad, la opinión planetaria tan opuesta al gobierno, los sacrilegios institucionales de tal magnitud y la pérdida de apoyo popular tan gigantesca, que la mafia en el poder tiene que ceder para poder tener un mínimo de sobrevida en el futuro y algo de clemencia para sus monumentales delitos, que van desde la corrupción más escandalosa al narcotráfico con y sin charreteras. La verdad que no sé qué alcance real tendrá el juicio que le ha montado la Asamblea, posiblemente no venga directamente de allí su hora final, pero sí es seguro que tiene una enorme carga política y simbólica. La Asamblea es la voz del pueblo, constitucionalmente hablando.

“En política poco importa la intención”

A quienes desconocen la autocrítica y persisten en el error contumaz, ¿qué moral, qué ética les asiste para erigirse en ductores de la vida pública y hasta en poseedores de la verdad?

Yo creo que se ha abusado mucho en tiempos recientes de la ética. Se colocaba en todos lados. Posiblemente es producto del individualismo extremo reinante en nuestras sociedades, su rechazo de las instancias e ideales colectivos. De allí la minusvalía de la política, la antipolítica. O el surgimiento de aberraciones de ésta como Berlusconi, Putin, Trump o Chávez. Una cosa es la política, que yo definiría como el arte de solucionar conflictos societarios en paz y por medio de la palabra intercambiada e igualitaria, y otra la ética que remite más a la esfera individual e íntima, a las motivaciones de nuestras decisiones y acciones. En política poco importa la intención, que en la ética o en algunas escuelas de ésta es lo capital. Claro que hay momentos en que ambas cosas se cruzan pero hay también que hacer esfuerzos para no fundirlas so penas de caer en un espiritualismo tonto o en un pragmatismo ciego.

¿Es partidario del diálogo? ¿Considera que en medio de esta situación hay razones para confiar en que este diálogo gobierno-oposición arrojará resultados positivos?

Si el Vaticano ha mandado a su intermediario y Francisco ha recibido al pecador de Maduro, si el Departamento de Estado se ha empeñado por el diálogo como no lo ha hecho por otras cosas no menos importantes en nuestro subcontinente, si el gobierno que ha sembrado como ningún otro el odio entre los venezolanos ahora habla de paz y amor, de conciliación, algo se está moviendo ahí. Y si la MUD ha terminado por aceptar sentarse con semejantes truhanes, muchas veces picada de culebra, también debe ser por algo inmediato y concreto. No creo que para un dialogo al estilo Santos-FARC, para unos cuantos años. De todos modos hay que multiplicar las victorias políticas para que la culebra no se vaya a alebrestar otra vez, para que el alacrán no ejerza su naturaleza. Victorias tan rotundas y decisivas como la marcha del miércoles. Sin esas luchas de calle e institucionales puede pasar cualquier cosa, que las palabras se las lleve el viento por ejemplo.

El estratega político J.J Rendón planteó la muerte de la MUD y pidió la creación de una nueva alianza opositora, que no solamente incluya a partidos políticos sino un más vasto sector de la sociedad que aglutine gremios, sindicatos, exiliados, chavistas descontentos, etcétera

Ese es un tipo bastante oscuro. Lo mejor es tenerlo bien lejos de la causa. Y que diga lo que quiera.

Con todo esto, ¿no se le ha ocurrido pensar que la MUD va por un lado y la gente por otro?

Es posible que la Mesa haya cometido errores. En días recientes vimos desacuerdos y equívocos entre varios de sus integrantes más importantes, posiblemente no todos resueltos todavía. Y fallas en sus formas, a veces poco transparentes, de relacionarse con la gente. Pero todo eso se sana, se satura cuando suceden eventos como la victoria del 6D o el 1S o la torrencial inundación de ciudadanos demócratas en todas las ciudades del país que vimos en días pasados. La MUD es el aparato indispensable para lograr la cohesión y la victoria definitiva sobre el cáncer que nos carcome. No tengo dudas al respecto.

Ha sido abrumadora la saturación de la política en nuestras vidas. Todo es confrontación AN vs. TSJ, referendo, diálogo, y han ido ganando todos los espacios de la cotidianidad. No hablamos de otra cosa que no sea de política, pero también existen la filosofía, la literatura, la poesía, el arte, ¿cómo hace usted?

Es cierto, hemos estado indigestos de política por más de tres lustros. La gente parece no pensar ni hablar de otra cosa. Ahora se habla mucho de precios astronómicos y escasez dantesca, que es otra manera menos directa pero más cruda de hacerlo. Como todos los excesos éste tiene cosas muy negativas para el sosiego y la creatividad de los espíritus, para esa natural pluralidad de nuestros afanes y pensamientos que pides. Pero también tiene elementos muy positivos, le ha devuelto a un país irresponsable y gozón la conciencia y la moral colectiva. En un futuro deseable las cargas deben enderezarse, hablaremos algo de política, cosa que hacíamos tan poco en el mundo prechávez, lo necesario para llevar con buen viento la nación de todos. De resto hablaremos de arte conceptual, de béisbol o de mujeres buenas (u hombres, para que no nos tilden de machistas). De la riqueza de la vida. Me da la impresión de que si restituimos la democracia pasaremos un buen tiempo liberándonos de cadenas radioeléctricas, insultos, amenazas y disparates, antes de reinventar otra manera de entendernos o contradecirnos políticamente. Nos merecemos un reposo.

“La MUD es el aparato indispensable para lograr la cohesión y la victoria definitiva sobre el cáncer que nos carcome”

A veces, como en el reino de la insensatez, tengo la impresión de que vivimos un tiempo irracional. Irracionalidad de lado y lado, ¿o se trata de una falsa impresión?

Es cierto. El populismo, como el fascismo, trabaja sobre lo irracional, el sentimiento más primario, la adulación, la incultura, lo cursi. Mientras menos se piense mejor, más fácil la tarea de los que se han hecho mediante la demagogia del poder. En Venezuela tenemos la mejor prueba de ese procedimiento, hemos ido de los delirios patrioteros y neciamente sublimes del difunto a las colas, al hambre y al crimen generalizados. ¡Qué de falsas promesas y qué infernales resultados!. Nos hemos embrutecido mucho, unos más que otros. Debemos recuperar el argumento, la lógica, el amor a la sabiduría y a la cordura.

Usted dice que cuando todo acabe habrá que restablecer el andamiaje mental del país, que habrá que reconstruirlo intelectualmente. ¿Tiene claro por dónde comenzar?

Hay una tarea titánica de muy largo alcance que mezcla viejas deudas, multiplicadas por este apogeo de la ignorancia que ha sido el chavismo. Por ejemplo, rehacer todo el aparato educativo que abarca millones de agentes y receptores. Pero yo comenzaría por las universidades autónomas que pueden liderar el proceso de reconstrucción educacional. Habría que invitar a los que se fueron, algunos o muchos querrán volver y aportar a la resurrección nacional. Habría que hacer, también tarea inmediata, una verdadera política de medios, sobre todo estatales, para ponerlos al servicio de la cultura y hacerlos eficientes instrumentos educativos, en el sentido más amplio. Además de creadores de un real espíritu democrático. No me ocuparía demasiado de la cultura elitesca porque esta es capaz de caminar sola.

En teoría, la justicia norma el poder, pero ¿qué justicia norma este poder, en este orden de ideas?, ¿será posible hablar de Estado de Derecho en medio de este caos?

Uno de los rasgos más monstruosos de este monstruoso régimen es haber acabado con la separación de poderes. En otras palabras, ponerlos todos al servicio rastrero del Ejecutivo y éste reducido a las limitaciones y caprichos de un militar sin cultura ni buen sentido, para no hablar de su sucesor que es una mala copia de aquél. ¿Qué justicia puede haber en el país de la jueza Afiuni, por citar uno de los casos y mecanismos más torcidos de esas relaciones? O lo que está pasando con la Sala Constitucional del TSJ que cachetea incesantemente, no a la Asamblea, sino al soberano por ella representado. Es más, se ha llegado a negar a Montesquieu teóricamente por altos funcionarios del TSJ, que no deben haberlo leído nunca y todo ello para halagar al déspota. Por supuesto no hay Estado de Derecho. Esto es una vulgar dictadura. Una mezcla atroz de dictadura bananera, que al fin y al cabo ponía un orden perverso en la sociedad, con Estado forajido, aquel donde la anomia ha terminado por crear importantes centros de poder paralelos al del Estado, delincuenciales y donde se deshacen las bases mínimas de la normalidad económica e institucional. Lo peor mezclado a lo peor.

¿Cómo interpreta el haber colocado en manos de los militares el control de la producción y distribución de alimentos? ¿Finalmente aceptó Maduro su incapacidad para el manejo del problema?

El poder está, en última instancia, en la punta del fusil, dijo alguien. Es verdad cuando ya no se puede imponer ideológica o democráticamente. A eso hemos llegado, ciertamente. Se le ha entregado a los militares la mayoría de las tareas fundamentales del Estado, aun siendo los sectores menos aptos para ello. Los militares aprenden básicamente a disparar. Se les ha garantizado la impunidad ante las acusaciones que caen sobre las espaldas de muchos oficialotes. Pero ese poder también es limitado. No es fácil masacrar a un pueblo enardecido. No es fácil mantener la cohesión de miles de militares que piensan con algún grado de diversidad, o que muchos de ellos padecen los males que sufre toda la sociedad. No es sencillo aislarse de la comunidad mundial. Y al fin y al cabo todas las tiranías fenecen tarde o temprano, a pesar de los fusiles. Yo creo que a eso estamos llegando también. Si no se cree que se oigan las palabras con que Ramos Allup fustigó en días recientes a Padrino López, investido de todos los poderes. Eso indica un contrapoder al fusil nada simbólico.

“El hecho de que las transnacionales tiendan a imponerse sobre las naciones es Guatepeor”

El problema histórico de la desigualdad sigue intacto. ¿Será posible derrotar esa desigualdad social?

El socialismo, versión marxista, ha fracasado estruendosamente. Y las estatuas y los muros han sido derrumbados. Quedan residuos o desastrosos o profundamente modificados como China, donde hay más milmillonarios que en Estados Unidos. Y es el primer mercado de arte del mundo, compitiendo con las grandes galerías centenarias norteamericanas. O la mísera Cuba protegida ahora por EEUU. O la grotesca monarquía coreana. Pero tienes razón, la desigualdad continua entre países y en cada país. La realidad sigue siendo de izquierda, aunque el mundo actual ciertamente tiene menos pobreza que nunca. Contra esa desigualdad hay que luchar, es cruel e inhumana. Pero sí pienso que borrando para siempre uno de los postulados básicos del marxismo-leninismo, la lucha de clases antagónica, vale decir, la guerra a muerte en que una de las facciones de la sociedad tiene que morir, literalmente. Si algo se ha impuesto en el mundo de hoy, al menos como valor, es la democracia, la tolerancia, la transacción. Lo cual no quiere decir que no habrá conflictos de intereses, los habrá mientras la desigualdad persista, pero no necesariamente tendrán que resolverse sangrientamente. Si la izquierda sobrevive, así lo creo y lo quiero, será democrática.

Si para Marx la fase superior del socialismo es el comunismo, para el capitalismo lo es la globalización, pero las grandes corporaciones mundiales no sólo se han apoderado de la economía mundial han secuestrado la esperanza de los pueblos. ¿Qué posibilidad tiene el individuo de enfrentar esa situación?

Que la humanidad alguna vez sea una es un gran ideal. Las naciones son siempre mezquinas, esas arbitrarias segmentaciones de la especie producto de la avidez y las contradicciones de la voracidad del capitalismo. Ahora bien, el hecho de que las transnacionales tiendan a imponerse sobre las naciones es Guatepeor. Si algo está planteado hoy es la creación de una nueva institucionalidad para ese mundo sin fronteras, capaz no solo de buscar la paz universal, ese sueño kantiano, sino el control de la avidez sin límites ni escrúpulos de esas monstruosas corporaciones cuyo capital y poder suele ser muchas veces mayor al PIB de varias naciones menores juntas. Es uno de los grandes retos del inmediato futuro. Por ejemplo, necesitamos reformar la ONU, ponerla a la altura de los tiempos. No ganamos demasiado, tampoco en que tengamos un planeta que en vez de muchas naciones, doscientas, se convierta en un pugilato de una decena de bloques nacionales enfrentados. Hay que aspirar a un planeta de todos, de ciudadanos del mundo, justo y equitativo. Que eso está muy lejos, económica e ideológicamente, es verdad. A lo mejor tiramos las bombas antes de lograrlo.