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El diálogo y los acuerdos

La cruda verdad es que en este momento el Gobierno no puede derrotar a la MUD, pero tampoco ésta tiene la capacidad de hacerlo con el Gobierno


Luis Fuenmayor Toro

Una de las formas civilizadas de resolver diferencias entre los seres humanos es a través del lenguaje, de la comunicación que éste permite entre los actores envueltos en los conflictos, para acceder al consenso que permita seguir adelante sin recurrir a procedimientos drásticos, que generan daños y pérdidas de todo tipo con nefastas consecuencias en la vida de pueblos y naciones.

Es preferible dejar la impaciencia y alcanzar acuerdos en sana paz, que sufrir las consecuencias de la violencia fratricida, actitud obligatoria cuando ninguno de los sectores en pugna tiene suficiente fuerza para imponer al adversario sus condiciones.

Éste es el caso de la Venezuela actual, que parece no haber sido comprendido por los grupos más radicales de ambos bandos.

La cruda verdad es que en este momento el Gobierno no puede derrotar a la MUD, pero tampoco ésta tiene la capacidad de hacerlo con el Gobierno.

Si alguno pudiera, ya hubiera eliminado a su adversario por la vía más eficaz. De allí que las posiciones radicales no tengan cabida y sólo entorpecen la búsqueda de las salidas posibles.

La MUD hoy tiene votos para derrotar al Gobierno, tiene apoyo internacional mayoritario, buena cobertura de prensa, financiamiento y está colocando gente en las calles en función de sus proposiciones.

El Gobierno tiene la mayoría de los órganos del poder, el respaldo de la fuerza armada y de grupos irregulares, mayores recursos financieros y mayor cobertura nacional informativa.

El problema es de fuerza y no de deseos ni de quién tenga la razón, por lo que son muy importantes las decisiones políticas de las respectivas vanguardias.

Si estas decisiones son correctas, se verá beneficiado en la lucha el grupo que las asuma; si no lo son, se perjudicará.

Desde el triunfo de la MUD de diciembre de 2015 señalamos que el paso siguiente eran las elecciones regionales, donde el voto popular daría otra gran derrota al Gobierno.

La impaciencia, las rivalidades internas por el liderazgo y la valoración incorrecta del poder gubernamental, llevaron a la dirección de la MUD a buscar atajos inconvenientes como fue finalmente el revocatorio que, si bien fue exitoso en relación al apoyo popular obtenido, permitía al Gobierno mucho campo de maniobra para evitarlo, como en efecto ha hecho.

El Gobierno ha logrado el desgaste de la MUD, aunque en ese juego también se ha desgastado.

Hoy aparecen ambos muy divididos internamente, lo que deteriora también el modelo de polarización impulsado por ambos.

Esta nueva situación puede permitir la actuación de otros actores, hasta ahora marginados hasta del diálogo, lo que daría paso a la presencia de visiones distintas a las de los polos.

Estos no tienen el apoyo social mayoritario, pero el odio nacional al presidente Maduro, a quien se hace responsable del desastre existente, enmascara esta situación, pues la mayoría piensa que la salida de la crisis pasa por la salida de Maduro, lo que no es cierto, pero esta idea la hace apoyar a la MUD pues es la estructura que más garantiza dicha salida.

Otro tanto ocurre con quienes no quieren una vuelta atrás: concentran su apoyo en el polo gubernamental.

Paradójicamente entonces, aunque la polarización existente está llegando a su fin, momentáneamente se refuerza como ocurrió en las elecciones de la Asamblea Nacional.

Ambos polos juegan en el sentido de evitar que otras fuerzas ingresen al escenario político electoral y mantener así su hegemonía.

Es un consenso, aunque lo escondan. Es igual con el diálogo; tienen tiempo conversando, pero son pláticas vergonzantes, sobre todo para la Mesa, cuyos dirigentes llegan incluso a decir que “no sabían” o que “se enteraron por la prensa” de las mismas.

Nadie quiere perder el apoyo de sus radicales, de allí el discurso procaz y amenazante.

Los radicales del Gobierno se imponen con las recientes sentencias judiciales espurias, que “obligan” al CNE a suspender el proceso del revocatorio.

Usan su fortaleza de control de los poderes públicos, pero en tan pésima forma que quedan muy malparados sobretodo en el extranjero.

No pudieron utilizar al TSJ ni al CNE como autores iniciales del zarpazo antidemocrático.

La MUD desde la Asamblea responde con la solicitud de aplicación de la Carta Democrática, el enjuiciamiento del Presidente y su denuncia ante la Corte Penal Internacional. Utiliza sus fortalezas: el apoyo externo y la reactivación de las movilizaciones de calle.

Maduro sale del país a verse con el Papa, pues necesita su mediación y así reducir la beligerancia de EEUU en la conducción de los acuerdos.

Llega el enviado papal, se reúne con ambos y acuerdan el inicio del diálogo y el respeto a la libertad de manifestar. Diálogo habrá. Ya la Mesa comenzó a desdecirse de que no asistiría; asistirá.

La incógnita son los acuerdos, aunque pienso que los de naturaleza electoral la MUD los impulsará para este mismo año, mientras el Gobierno los preferirá para 2017: revocatorio, elecciones presidenciales anticipadas o mega elección, que relegitime los poderes nacionales, regionales y municipales, posibilidad más aceptable para el Gobierno, pues no coloca al Presidente como único responsable de la crisis.

Otros acuerdos: composición del TSJ y el CNE, liberación de los presos políticos y ajustes económicos podrían comenzar este mismo año.

Sólo nosotros hablamos de la inexistencia de partidos políticos en el país y de las trabas puestas por el CNE y el TSJ para su legitimación y legalización.

Si se quiere estabilidad, éstas deberían desaparecer.

Otro aspecto vital es el rescate de la proporcionalidad electoral ordenada por la Constitución.

De poco sirven las elecciones y la existencia de partidos si no hay representación proporcional estricta.

Hay que luchar para obtenerla, pese a que a los polos lo que les gusta es el sistema electoral mayoritario excluyente.