,

Madurismo, cáncer terminal del chavismo

chavez-y-maduro

La degradación de la función pública fue el resultado de la acumulación de enorme poder político y económico


Humberto González Briceño

El chavismo irrumpió en la política nacional en 1992 fundamentalmente contra la corrupción en las fuerzas armadas y el gobierno de CAP. Con Chávez como su principal exponente, el chavismo enarboló las banderas de la ética y la moral para movilizar a una sociedad decepcionada por los políticos. Esas banderas de redención social y pulcritud moral emocionaron a millones de venezolanos que finalmente llevaron a Hugo Chávez a la presidencia de la república por la fuerza de los votos.

Pero la propuesta de Chávez muy lejos de ser un proyecto político inclusivo para honrar esas promesas era simplemente una colección de frases vacías y consignas recogidas en panfletos que se quedaron cortas a la hora de definir políticas de Estado. Este vacío degeneró en una peligrosa combinación de un régimen con indiscutible apoyo electoral e incontrolable poder político y una práctica permanente de improvisación en la gestión pública.

El desmadre administrativo del régimen chavista comenzó bien temprano en los albores de 1999. La degradación de la función pública fue el resultado de la acumulación de enorme poder político y económico que terminó en manos de unos operadores que actuaban en nombre de Chávez y en nombre de la revolución. Fueron los años de la abundancia petrolera que financiaba el despilfarro y la corrupción.

De manera que la corrupción no es nada nuevo en este régimen. Viene de antaño. Pero a partir de la muerte de Chávez en 2013 y con la ascensión de Nicolás Maduro a la presidencia de la república la quiebra ética muta y se convierte en un cáncer que afecta todas las áreas y niveles del Gobierno. Desde los ministerios hasta los cuarteles la corrupción se ha convertido en la nueva bandera de un movimiento que ahora reniega de sus orígenes.

La certeza de que “el final del régimen está cerca” obliga a miles de operadores oficialistas a una práctica de “raspado de olla” para saquear hasta el último petrodólar de la exhausta república. El ejemplo más emblemático de la descomposición moral es la centrífuga cambiaria que desvía los dólares preferenciales DIPRO, vendidos por el gobierno a Bs. 10 para comprar comida y medicinas, para ser vendidos impunemente en el mercado negro a Bs. 4.500. Solo revolucionarios enchufados al régimen podrían hacer esto.

El régimen de Nicolás Maduro lleva el deterioro moral a niveles de paroxismo. No hay salvación posible para una revolución donde sus directivos permiten y alientan el robo descarado de las divisas que deberían ser para comprar comida y medicinas. Esto es sencillamente infame. Una revolución que roba descaradamente al pueblo que dice reivindicar no es revolución, es un cáncer que debe ser eliminado antes de que haga metástasis a todo el cuerpo social.

@humbertotweets