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García Banchs: “Hay que legalizar el mercado negro”

ángel garcía banchs

“El problema central es no tenemos un mercado de cambio legal en nuestro territorio”, dice el director de Econométrica, Ángel García Banchs


Enrique Meléndez

El economista Ángel García Banchs cree que la medida de sacar de circulación el billete de 100 bolívares fue muy mal planificada por parte del Gobierno. Destaca que era muy fácil predecir que se iba a producir una “crisis de efectivo” y se atreve a pronosticar que el Ejecutivo se verá a obligado a prorrogar una vez más la vigencia del billete para evitar que se produzcan más escenas caóticas antes del 2 de enero de 2017.

¿Qué perseguía el presidente Nicolás Maduro con la medida de la salida de circulación del billete de cien bolívares?

La razón fundamental de la extracción del billete de cien bolívares era ejecutar un bluff, lo que significa generar las expectativas de que ese billete iba a salir de circulación, de forma tal de que se acabase con la práctica de acumulación de billetes en hogares y en empresas. Había quien tenía en su hogar 250 mil bolívares y, por supuesto, empresas que tenían montos muy superiores, esto porque hay una crisis de efectivo, una escasez descomunal de papel moneda.

Lo que buscaba el Gobierno como razón fundamental era hacer que el efectivo pasase de los hogares y empresas hacia la banca. Y lo lograron: el efectivo volvió por vía de coerción de los hogares y las empresas hacia la banca, por lo que ahora ese efectivo se redistribuirá mejor, evitando que se acumule nuevamente en gavetas, que se quede frío sin circular, en hogares y empresas.

¿Por qué la medida ha generado tantos inconvenientes?

El problema es que los billetes de nueva denominación no han llegado, al menos en las cantidades necesarias; he allí la improvisación del Gobierno. En fin, sin duda, la razón fundamental de la medida era esa: acabar con la acumulación de billetes en manos del público y pasarlos hacia la banca; e insisto, lo lograron. Pero, ¿a qué costo? Ha habido muertos, saqueos, pérdidas para comercios, un conjunto de daños incurridos.

Pero aunque fuese la fundamental, esa no era la única razón de la medida; hay otras, secundarias, pero aún así importantes también. Por ejemplo, la necesidad de drenar el efectivo fuera de la frontera venezolana. En Cúcuta había mucho papel moneda en bolívares. Era poco cuando se le compara, por supuesto, con todo el efectivo que hay en Venezuela. Pero a la vez era mucho desde el punto de vista de su efecto sobre la determinación de la tasa de cambio del mercado negro en Cúcuta.

Lo que ocurre es que cuando se cierra la frontera en agosto de 2015 el cucuteño de ingresos bajos cruzaba hacia San Cristóbal, pasaba el fin de semana en la ciudad, y compraba todos los productos que estaban a diez bolívares. Luego, se cierra la frontera y pasa un año durante el cual el dólar se mantiene más o menos estable a pesar de que la inflación en Venezuela se dispara a casi un 600 %. De modo que cuando se reabre la frontera en julio de 2016, las cosas cambian. Ya no es cierto que a un cucuteño le es negocio ir a las casas de cambio en Cúcuta a buscar bolívares para ir a San Cristóbal, porque ahora en San Cristóbal el costo de la vida en dólares o pesos resulta más caro que en Cúcuta. Entonces, se revierte el flujo de comercio, y más bien es ahora el tachirense, ya no de ingresos bajos sino de ingresos medios, quien baja a Cúcuta a comprar las mercancías que no consigue en Venezuela.

“Era muy fácil predecir la crisis de efectivo”

Así fue como empiezan las casas de cambio de Cúcuta a llenarse y llenarse de efectivo en bolívares. Entonces, ¿qué decidieron las casas de cambio? Lo que hubiera decidido cualquiera con dos dedos de frente: bajar el precio de compra y venta del billete de 100 bolívares. Al bajar el precio de compra del billete se desincentiva al tachirense a que trajera más de estos, y el de venta para incentivar al cucuteño a ir nuevamente a San Cristóbal a devolver el billete bajo la forma de consumo o de estadía (turismo) de un fin de semana.

¿Qué consecuencias trajo eso?

Al caer el precio de compra y venta del billete de 100 bolívares en términos de pesos colombianos, se disparó la cotización del dólar negro. El problema central es no tenemos un mercado de cambio legal en nuestro territorio. Mientras el mercado de cambio legal sea Cúcuta, dicho mercado seguirá siendo la referencia. Por eso lo que hay que resolver es que tengamos un mercado de cambio legal en nuestra geografía nacional. Hay que legalizar el mercado negro para luego ir a un proceso de unificación de la tasa de cambio.

También se ha especulado mucho con que se produjo un gran lavado de dinero, a raíz de esta medida. ¿Qué dice usted?

No tengo ninguna duda de que tuvo que producirse un gran lavado de dinero. Quien vio la película “Scarface” (“Cara cortada”, 1983) con Al Pacino debe recordar la escena cuando llevan el dinero en estos grandes bolsos salchicha militares; bueno, eso quedó como un juego de niños respecto a lo ocurrido acá en Venezuela.

Evidentemente que se lavó dinero, pero eso fue una consecuencia, no la causa de la decisión. El efectivo suele gravitar en torno al diez por ciento de la liquidez en épocas decembrinas, y el billete de cien era el 77 % de ese diez por ciento, por lo tanto casi un 8% de la liquidez total. Yo no creo que la razón de la medida haya sido lavar dinero, pero sí creo que la situación se prestó para lo que lógicamente debe haber ocurrido: liquidaciones de dólares de la mafia en Cúcuta a cambio de bolívares mientras bajaba la cotización y se depositaba papel moneda nacional en la banca en Venezuela.

¿Qué explica los estallidos sociales que se produjeron, sobre todo en Bolívar?

Bolívar es una plaza relativamente poco bancarizada, cuando se le compara con otras ciudades del país. De allí la importancia del efectivo en esa región. Hay que recordar que las ciudades demandan mayores niveles de monetización que las zonas rurales en cualquier parte del mundo. La razón es sencilla. En el campo, la persona podría eventualmente acceder a frutos directamente sin dinero, o podría llegar a beneficiar un animal sin dueño. En la ciudad, por el contrario, la posibilidad de acceder a los bienes sin dinero prácticamente no existe, al menos mientras funciona al sistema de pagos y el caos no arriba.

Pagar etimológicamente significa pacificar. En palabras llanas, no puede haber paz sin dinero. Y eso es precisamente lo que ocurrió. En una ciudad tan dependiente del efectivo como Ciudad Bolívar, al desconocer como dinero el billete de 100 bolívares, tenía que llegar el caos, como en efecto llegó.

Lo otro es que hay una mafia de la minería que maneja grandes sumas de efectivo en esa zona del país. Evidentemente, eso también hizo estallar la región. El problema es que el tema no se va a resolver hasta que no aparezcan las nuevas denominaciones. Eso me hace suponer que la medida de sacar de circulación el billete de 100 tenía que ser alargada y en efecto así ocurrió. De una vez puedo adelantar que va a tener que ser alargada nuevamente, y tantas veces como sea necesario, hasta que lleguen los billetes de nueva denominación.

Yo diría que incluso será alargada antes del 2 de enero, porque nadie va a querer recibir el 31 de diciembre los billetes de cien bolívares. Ya antes de esa fecha el público va a tener que ir a depositar. Para evitar el caos nuevamente el Gobierno tendrá que prolongar la medida otra vez más.

¿La medida fue improvisada?

Sí fue improvisada en el sentido de que fue muy mal pensada, planificada. Si las cosas las hubiesen hecho bien todo habría sido distinto. Era muy fácil predecir la crisis de efectivo. Nosotros en un informe de Econométrica, que por sus implicaciones hicimos público, pronosticamos que venía una crisis de efectivo para diciembre, pues era obvio que se iba a producir. La cantidad de efectivo nominal hoy es apenas 70 % mayor a la del año pasado, cuando la inflación y, por tanto, la necesidad de aumento del volumen efectivo alcanza casi un 600 %.

Era obvio que iba a haber una crisis de efectivo. El público lo sabía y por eso decidió acumular efectivo en hogares y empresas. Además, así se minimizaba el número de viajes al banco y cajeros automáticos; lo anterior en un contexto en el cual dada la ausencia de depósitos a plazo y ahorro y tasas de interés reales positivas, el efectivo era más útil en casa o la empresa que en el banco. De manera que había que planificar la solución de este problema con tiempo, pues iba a estallar en diciembre.

“No puede haber paz sin dinero”

El Gobierno debió resolver esto en junio a más tardar, no esperar a diciembre para hacer las importaciones de papel moneda. Hubo improvisación y, por supuesto, un desconocimiento de cómo opera el sistema monetario, sobre todo el sistema de efectivo, los medios de pago. Al parecer ni siquiera el BCV estaba al tanto de la medida.

Yo creo que a Maduro le deben haber presentado el problema de que en diciembre iba a estallar una crisis de efectivo, que había que hacer que el efectivo que estaba en poder de las empresas y en los hogares volviera a la banca, para distribuirlo mejpr. Entonces, otros grupos, interesados en la medida, le vieron el beneficio adicional de poder extraer o drenar el efectivo que estaba en Cúcuta para bajar la cotización. Pero no creo que haya sido el móvil o la razón fundamental. Insisto, la razón fundamental era lidiar con la crisis de efectivo, que no está ni cerca de terminar. Al final, el tema cambiario se resuelve de una sola manera: estableciendo un mercado legal en nuestra geografía nacional.

Nuestro país no tiene un mercado legal de cambio, lo que tiene es un politburó que se regala a sí mismo el dólar a diez bolívares a costa de 30 millones de personas, y tiene un mercado ilegal de divisas fuera de sus fronteras. El hecho de que ese mercado esté fuera nuestra geografía nacional es fundamental para explicar las distorsiones, el desplome de las ventas, el colapso de la liquidez real y lo más importante: el divorcio entre la tasa de cambio y el salario.

Es decir, en Venezuela es cierto que las ventas en volumen interanual, precisamente por el disparado dólar negro, están cayendo a razón de 60 % o 70 % por ciento interanual. En Venezuela es cierto que la liquidez real está por debajo de los niveles del paro petrolero, por debajo de mínimos históricos locales, por lo menos por debajo del nivel de 1974. Esa realidad no es la de Cúcuta, allí no se están desplomando las ventas reales, ni desplomándose la liquidez real.

Esto es una locura, una aberración. Nosotros estamos permitiendo que unas casas de cambio en Cúcuta determinen, no el precio del dólar en el mercado negro nada más sino el precio de todas las mercancías transables en Venezuela. Eso es una depravación. Un Gobierno serio, si lo tuviésemos, sencillamente legalizaría el mercado negro para que Venezuela en su geografía nacional contase con un mercado legal de divisas, de forma tal que la cotización no fuese 4.500 o 2.500, sino que estuviese gravitando por los mil bolívares por dólar, por referir una tasa per se descomunalmente alta.

¿Qué significa legalizar el mercado negro?

Bueno, que Pdvsa pueda vender dólares allí. Pdvsa no puede vender dólares en Cúcuta. Nosotros necesitamos una plataforma donde el gran generador de divisas, como es Pdvsa, pueda intervenir, donde las transnacionales puedan intervenir. Porque ese mercado negro es un mercado en el contexto en el cual los peces gordos del sistema están fuera y a las tasas actuales los peces gordos venderían dólares, no comprarían. Es decir, Pdvsa vendería dólares y las transnacionales también.

Siete de cada cien personas están hoy hurgando en la basura, 60 % de la población come menos de tres veces al día, 40 % lo hace dos veces y 20 % una vez al día, sin mencionar que lo que están comiendo es arepa con mantequilla, si es que se consigue harina de maíz precocido. Supongamos que los precios del mercado negro, que llegaron a 4 mil 500, pasan a los anaqueles, hagamos ese ejercicio de suposición: si la gente a mil bolívares el dólar ya estaba en esa situación de hambre generalizada, en cuestión de tres meses, o el número de meses necesario para substituir el inventario, no tengo temor alguno en afirmar que pasaríamos de hambre a hambruna.

Esto es un proceso aceleradísimo. Es simplemente el cambio de un inventario por otro. Una margarina que en vez de costar 2.500 bolívares pase a costar casi 15 mil bolívares. ¡Una aberración! De modo que se pasaría de hambre a hambruna. Por eso es que yo sostengo que tiene que venir una medida cambiaria, pues en su defecto vendría por estado de necesidad un cambio de régimen y una medida cambiaria.

¿Esta crisis de efectivo les da la razón a aquellos economistas que decían que estamos en un estado de hiperinflación?

No, en hiperinflación no estamos, de ninguna forma. Hiperinflación es un proceso mucho más deseable que el que está viviendo Venezuela. Ojalá, yo insisto, estuviéramos en un proceso de hiperinflación. En hiperinflación los salarios se revisan aproximadamente de una vez al mes a una vez por quincena. También estaríamos hablando de tasas de dos mil, tres mil por ciento, o hasta de 30 % o 40 % por ciento al mes, y eso no ha ocurrido. Con esto no quiero significar que lo deseable es pasar de una revisión trimestral de salarios a una mensual o quincenal. En lo absoluto. La solución que yo propongo no es indexar para pasar a la hiperinflación, sino legalizar y unificar el mercado cambiario. Les garantizo que el poder de compra del salario aumentará inmediatamente caiga el régimen de mafia cambiaria que padece el país.

No ha habido el primer mes en Venezuela donde se registre una tasa de inflación de 50 %. Lo más alto fue enero de este año en que estuvo por el orden de 28 %. Pero en enero de 2017 sí puede haber una altísima tasa de inflación. Se debe intervenir, insisto, para que el dólar negro no se pase a los anaqueles, y no con la SUNDDE, sino legalizando el mercado negro para que comience la economía de nuevo a operar.


Mandan las mafias

García Banchs insiste en que el país no vive hiperinflación, pero “un régimen de mafias de cambio”. “Acá los salarios no se indexan. En hiperinflación no se sufre lo que estamos viendo en Venezuela. En hiperinflación no hay hambre. Hiperinflación es cuando tú tienes que pagar, antes de comer en un restaurante, porque al final tienes otro precio. Pero la gente no necesariamente pasa hambre”, detalla.

¿Puede explicar cómo es ese régimen de mafias?

El dólar se regala a 10 bolívares y ese dólar no le llega al consumidor. Lo que le llega es de 2.500 o 4.500 bolívares, lo que le llega es un dólar determinado en Cúcuta que no guarda ningún tipo de racionalidad o conexión con la economía real o la economía monetaria de Venezuela.

¿Qué se puede esperar para el próximo año?

2017 está a la vuelta de la esquina. El 10 de enero cambian los incentivos del juego. El chavismo se sumará al propósito de cambio de Gobierno. Así que ahora será todo un país en contra del régimen de mafias. Venezuela, lo he dicho antes y lo repito ahora, cuenta con recursos humanos y naturales abundantes para resurgir. Puede que solo Dios sepa la fecha y la hora exacta, pero quienes analizamos incentivos de los factores de poder sabemos al menos una cosa, probablemente la más importante de todas: que de esto pronto debemos salir, pues la hambruna no es un equilibrio.