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Bachaqueros del aire

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El tema del bachaqueo no es exclusivo de la frontera terrestre. Hay que evaluar el manejo del aire, el uso de los aviones y aeropuertos


Julián Rivas

Hay que tomar decisiones. Favorables al pueblo y al interés nacional. Hay recursos, materiales y humanos. Solo faltan correctivos. Se requiere actuar sin vacilaciones. Por ejemplo, generemos empleo y mejores ingresos para nuestra gente.

Primera pregunta: ¿Qué oscuros intereses se esconden tras quienes insisten en mantener abierta la frontera con Colombia, venderle gasolina barata a los vecinos, y también fertilizantes, sin aclarar y menos resolver, lo que para el caso significa anular, no hay otra alternativa, la resolución 8-2000 del Banco de la República que es fuente del dislocado uso del bolívar en Cúcuta?

El pueblo espera que se actúe al contrario de los que pretenden acabar con Venezuela, entregarla al sionismo, la oligarquía colombiana y el imperialismo. Castigar al que infringe la ley, al especulador, y al que actúa actúa sacando provecho de la letra escondida. Eso es para ya.

El tema del bachaqueo no es exclusivo de la frontera terrestre. Hay que evaluar el manejo del aire, el uso de los aviones y aeropuertos, que se ha constituido en un boquete con pérdidas económicas, materiales y de empleos para Venezuela.

William Appleman Williams sostuvo hace medio siglo, a propósito del mando político estadunidense, que “los políticos se convierten en estadistas, no por las frases hechas, sino por los dilemas que solucionan”.

Preocupa el manejo que se le ha dado al tema fronterizo. Eso parece una melcocha, un tira y encoje.

Desde hace rato se le ha conferido a Avianca, empresa de dudoso manejo y peores dueños, unos privilegios en Venezuela que asombran. Saca gente de nuestros aeropuertos como si estos fueran plaza propia, los lleva a Bogotá o Lima, o Quito, y los reenvía en sus aviones a Estados Unidos y Europa. El propio bachaqueo. Llevan años en eso. ¿A qué se debe?

Curiosamente, los ministros de transporte desmantelaron el sistema y las relaciones con las demás aerolíneas internacionales. Hay errores de parte y parte. Se requieren correctivos. Pero desde hace rato vemos que Avianca tiene una alta ración de vuelos autorizados por el Instituto Nacional de Aviación Civil (INAC) desde Caracas y otros puntos de Venezuela, mientras que los irresponsables burócratas, especialmente los que ya se fueron de los despachos oficiales, están de vida feliz en el exterior, o aquí, con empresas aéreas propias, de operaciones de transporte y servicios para el sector aeronáutico y turístico. Curioso esto, por demás. Avianca nada aporta. Sobra decir que ha habido denuncia sobre sujetos que tienen propiedades inmuebles y de otro tipo en Bogotá.

Este manejo contrario a los intereses de Venezuela debe acabarse. Si queremos reactivar el turismo, la primera condición es tener aerolíneas nacionales competitivas, con servicios de calidad, confiables. Este asunto no lo va a resolver Avianca. Primero, por razones estratégicas. Segundo, porque un país como Venezuela tiene suficiente fuerza, poder económico y población para tener aerolíneas respetables.

Ojalá en 2017 se comience seriamente a trabajar en esto. Para ingresar por tierra a Venezuela ya sabemos cual es la situación con los países vecinos. Sin embargo, la mejor alternativa de entretenimiento y ocio para los residentes en la franja al norte del río Amazonas en Brasil, es Venezuela, especialmente las playas, cuya calidad ellos no tienen. Por mar, vemos que nuestro país ha sido bloqueado desde hace años por las grandes navieras, que no incorporan ningún punto portuario venezolano a sus itinerarios, con medias verdades y medias mentiras, o embustes absolutos.

El sector turismo y servicios de transporte se ha deteriorado. Las aerolíneas que no se han ido del país, venden en el exterior, y en divisas extranjeras, los boletos internacionales. Hasta las supuestas aerolíneas nacionales hacen imposible que un trabajador, un asalariado, haga un simple viaje a una isla vecina. Increíble.

Hay que aprender de países que vemos lejos, como irrelevantes. Hay países que se han visto obligados, en peor situación, a desarrollar el transporte aéreo. Ejemplo son Filipinas, Malasia e Indonesia. Las largas distancias están marcadas por otro elemento que dificulta el uso del transporte terrestre: infinidad de islas. Sin embargo, los costos, desde la perspectiva de distancia recorrida y calidad del servicio, son mucho menores que en Venezuela.

Nuestro país cuenta con combustible barato, lo que por ejemplo no tiene Etiopia, que debido a su condición de país mediterráneo, sin mar, obligó al Gobierno de Addis Abeba a tener una aerolínea solvente. No hay acceso a los viejos puertos del Mar Rojo, que hasta hace 25 años eran propios. Etiopia está en conflicto con la exprovincia de Eritrea, ahora su enemigo. El transporte aéreo fue la salida. Hace poco un alto funcionario de Etiopia estuvo de visita en Venezuela. Alguien, de esa gente necia que existe por ahí, y presume de político, quiso burlarse. ¿Qué podemos sacar de Etiopía?, preguntó el sujeto. Una sola respuesta: Ojalá pudiéramos tener una aerolínea como Etiopia.

Lo mismo podemos decir de Sri Lanka, con grandes oleadas de inmigrantes. Tiene Sri Lanka Airlines. Lo mismo que Filipinas, que facilita a los expatriados en países del Golfo Pérsico el uso de aerolíneas nacionales. Aquí ahora tenemos el curioso, y no por ello deja de ser penoso, traslado de pasajeros a Bogotá y Panamá para que tomen rutas del norte y sur del continente, y hacia Europa. La ruta de Miami es una mina de la que no sacamos provecho, sobre todo ahora cuando necesitamos diversificar nuestra fuente de recursos, divisas foráneas sobre todo.

Desde Maracaibo hasta la Península de Paria tenemos ventajas de horas ante Colombia y Panamá para el transporte aéreo hacia Europa. Sobre todo Paria, en tiempo de idea y vuelta, en cualquier operación propia del trasporte aéreo, le saca una ventaja de por lo menos cuatro horas a Bogotá. La ruta de Europa y más allá, es la que mueve fuertemente el transporte aéreo intercontinental, el cruce del charco.

Esto lo saben quienes acertadamente señalaron que había que construir un gran aeropuerto de carga y transporte en Irapa, Sucre. Qué se ha hecho: el anuncio, anteproyecto y la consabida espera. Mas nada. Es tiempo de consolidar una gran alianza con un país amigo para hacer este aeropuerto. Lo mismo que transformar el puerto de Carúpano y ofrecerlo como entrada de aguas profundas con capacidad de servicio al norte y centro de Suramérica.

Un dicho árabe afirma que quien observa los problemas ajenos muere de tristeza. Pero los propios los debemos resolver los venezolanos. Una experiencia desagradable la acabo de vivir hace poco, justamente con la empresa Avianca. Debía viajar el pasado lunes 5 de diciembre para asistir a un seminario en la Universidad de Sao Paulo en Brasil, a realizarse el día siguiente, martes 6. Como se iba a discutir sobre conflictos en Medio Oriente y sus perspectivas inmediatas, recibí un boleto desde aquella región. Posiblemente el que elaboró el boleto, por hablar otro idioma y desconocer el español, puso mi segundo nombre por mi apellido. La confusión se atenúa cuando vemos que el numero de pasaporte es el que tengo oficialmente. Es decir, el asunto pudo corregirse.

No sabemos qué intereses llevaron a los funcionarios de Avianca en el aeropuerto a negarme a entrar en el avión. La excusa fue el nombre. Me reservo cualquier acción por este caso, que denuncié en el INAC. Pero qué raro y absurdo: cuando pregunté sobre adquirir otro boleto, el funcionario jefe de Avianca espetó: ¡No vendemos boletos en Venezuela!

¿Qué papel jugamos los venezolanos en todo esto? Adónde vamos cuando no gobernamos nuestro patio. ¡Se fugan los dólares! La burocracia qué dice. No sabemos. Pero el dilema existe, pica y se extiende. Bola baja.

Hay que resolver, porque el país tiene con qué. Actuemos convencidos de que debemos salvar nuestro país de la agresión foránea con complicidad de la oposición agrupada en la MUD. Luchar y producir es más que una consigna, es una invitación a la acción inmediata. Viva el pueblo.