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Gustavo Luis Carrera: Promesas de Año Nuevo

La importancia de las promesas es cumplirlas; sino son hojas del calendario frustrante…


Gustavo Luis Carrera

Hacer promesas de Año Nuevo es un rito de los días navideños, como comer hallacas, pernil, ensalada de gallina, pan de jamón y dulce de lechosa. Y los ritos son para cumplirlos. Escribamos las promesas para 2017.

* Convencerse definitivamente de que el último en creer en la consigna de “El pueblo unido jamás será vencido” fue Robinson Crusoe.

* Dejar en el archivo mitológico connotadas mitologías de los últimos tiempos: la URSS, la República de Cuba, la República de Corea del Norte, el Capitalismo Humanista, el Socialismo del Siglo XXI, el Fondo Monetario Internacional, un TSJ autónomo y honesto, un CNE imparcial, el Diálogo Nacional, el Calendario Electoral.

* Ver crecer los brotes de esperanza en medio de las espinas y la amargura de la mala hierba del desconsuelo.

* Saber leer entre líneas y saber escribir sin lápiz ni papel. ¡La inteligencia y la voluntad no conocen lo imposible!

* Tomar conciencia de lo inexorable: la demagogia puede ser el camino hacia el poder; pero, la caída de culo que produce su mentira es de pronóstico reservado.

* Prender una vela al ser, y otra al no ser. El uno no puede existir sin el otro.

* Saber diferenciar la oferta, que se conjuga en futuro, del hecho cumplido y de la acción en desarrollo, que se conjugan en pasado o en presente. Habrá no es lo mismo que hay. Haremos no es igual a hicimos. Con frecuencia líderes y gobernantes viven un astuto futurismo.

* Decir la verdad que ven nuestros ojos y palpan nuestras manos, aunque incomode a tirios y troyanos. «Lo que está a la vista, no necesita espejuelos», dice el dicho popular.

* Huir del nominalismo como de una peste engañosa: el cambio de nombre no implica modificación de una esencia. Calificar de «popular» un ministerio no significa hacer del pueblo una estructura burocrática impositiva y personalista.

* Cambiar el dicho habitual de «los sueldos suben por la escalera y lo precios en ascensor», por “los sueldos se asfixian en el sótano mientras los precios se airean en la azotea”. Es lo mismo; pero la segunda opción destaca lo irrespirable que es la atmósfera enrarecida de los asalariados.

* Reivindicar que comer es una necesidad deleitable y curarse es un imperativo de supervivencia. La vida depende de los dos extremos de esta cadena existencial. Si es necesario escribirlo en pancartas, ha de hacerse, por profilaxis social.

* Meditar acerca de ver una luz al final de túnel; lo que exige una mirada de zahorí, y no todos la tenemos. Y que, por lo tanto, hay que enaltecer a los optimistas que sí la descifran y la vislumbran entre nieblas y oscuranas.

* ¡Comer hallacas y cantar aguinaldos aunque no sea Navidad!

* Guardar una linterna de esperanza para cuando apague la luz el último en salir de este desastre nacional.

VÁLVULA: “La importancia de las promesas es cumplirlas; sino son hojas del calendario frustrante que se lleva el viento de las buenas intenciones”.