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Derechos sin revés: Participación y ciudadanía

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«Solo bajo un régimen de libertades es posible garantizar el derecho a votar en elecciones»


COFAVIC

En todas las sociedades democráticas la participación ciudadana es la compañera indispensable de la representación política. Ambas se complementan y necesitan mutuamente para darle significado a la democracia.

La participación, aseguran los analistas, es indispensable para integrar la representación de las sociedades democráticas a través de los votos, aunque hay quienes señalan que no sólo se participa a través de las elecciones.

De hecho, en las sociedades democráticas se supone que hay dos tipos de participación. Una de ellas es la participación ciudadana y opera en la medida en que los individuos pertenecientes a un colectivo, interesados en obtener un resultado, intervienen en asuntos esencialmente públicos (educación, ambiente, economía, salud, justicia). La otra es la participación política que supone la intervención electoral bien sea como candidatos a cargos de representación popular, (alcaldes, gobernadores, diputados, concejales, etc.), cargos en los cuales se toman decisiones de gobierno directamente o como electores en procesos como los referendos o las elecciones.

Sin embargo, está claro que sin la participación política todas las demás lucen inconsistentes porque la verdad es que la condición básica de la vida democrática es que el poder provenga del pueblo y la única forma cierta de asegurar que esa condición se cumpla reside en el derecho al sufragio.

Se trata de un principio que, al mismo tiempo, sirve para reiterar que los ciudadanos tienen el derecho de participar en las decisiones fundamentales de la nación de la que forman parte. Ser ciudadano, en efecto, significa en general poseer una serie de derechos y también una serie de obligaciones sociales. Pero ser ciudadano en una sociedad democrática significa, además, haber ganado la prerrogativa de participar en la selección de los gobernantes y de influir en sus decisiones. Es lo que se conoce como una verdadera participación ciudadana y se supone que quien la ejerce ha aceptado previamente las reglas del juego: el Estado de derecho y la libertad de los individuos.

Todo estos conceptos tienen sentido, además, bajo el sistema democrático, donde se supone es posible la realización de elecciones con regularidad, libres y transparentes que garanticen la expresión de la voluntad de la población.

Es necesario que también exista el espíritu de reforzar los mecanismos de participación para fortalecer la democracia como forma de gobierno y que se respeten los derechos fundamentales y políticos de la mayoría y también de la minoría.

Bajo esa premisa es importante recordar que todo el sistema de protección y vigencia de los derechos humanos está sustentado sobre la base de la existencia de un régimen democrático donde la conducta de instituciones y particulares esté sujeta al cumplimiento de la constitución y las leyes. Todo el catálogo de derechos humanos –incluida su vigencia y protección- está irremediablemente ligado a la existencia de un régimen democrático.

Solo bajo un régimen de libertades es posible garantizar el derecho a votar en elecciones, el derecho a postularse para cargos de representación popular y el derecho de participar en asuntos públicos directamente o a través de representantes libremente elegidos por el voto. Todo eso resume en sí la idea de la participación política.

Aunque la aspiración es que la participación vaya un poco más allá. La participación ciudadana es un fenómeno complejo que se construye constantemente a través de la cultura democrática y la cual permite perfeccionar la representatividad y acercar el poder decisorio al ciudadano.

En efecto, las democracias más dinámicas y estables del mundo son aquellas donde gobierno y sociedad civil trabajan conjuntamente en pro de objetivos comunes, porque la sociedad civil actúa como catalizador del progreso social y del crecimiento económico y cumple un papel fundamental al exigir cuentas al gobierno.

La sociedad civil es el oxígeno de la democracia, aseguran los expertos. Por eso es importante recordar que el progreso y la participación cívica van de la mano. Una nación segura de sí misma da voz a los ciudadanos y les permite participar en el desarrollo del país.

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