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Luis Fuenmayor: Revolución o involución

Revolución y socialismo

La economía hoy, 18 años luego de la toma del poder por los chavecos, sigue siendo mono productora de materia prima, con ínfima generación de valor agregado


Luis Fuenmayor Toro

Los últimos sucesos políticos internos, generados por decisiones inconstitucionales y claramente al margen del derecho contemporáneo, deben ser analizados en orden de determinar si se trata de una nueva y ya definida situación, sin que esto signifique que los pronósticos efectuados no se hayan cumplido y haya que descartarlos completamente.

Los hechos sociales y políticos constituyen un continuo que crea en su desarrollo infinitas posibilidades, no todas igualmente probables, que crecen y se decantan hasta que algunas de ellas terminan por imponerse y ocurrir, lo cual depende de las fuerzas que hayan logrado acumular y ejercer los distintos actores políticos. Nada está totalmente predeterminado ni puede saberse con antelación. La proposición del referendo revocatorio al presidente Maduro es un caso claro de lo que decimos.

Se inicia en competencia con varias otras opciones: la renuncia, la enmienda, la destitución por doble nacionalidad y, en un principio, no parecía la posibilidad más atractiva; sin embargo, termina por lograr una gran aceptación popular lo que hace que se imponga y que la MUD y otros sectores tengan que llevarla adelante, incluso quienes no creían en él, no lo consideraban viable o simplemente no les gustaba.

las diferencias internas de la MUD debilitan la propuesta

Durante meses, esta exitosa política coloca al Gobierno contra la pared, pues aunque éste no lo quería y haría lo imposible para frustrar su ejecución, no tenía las fuerzas suficientes para eliminarlo, por lo que se dedicó a descalificarlo y a esperar un mejor momento para pasar a la ofensiva. Este momento llegó cuando las diferencias internas de la MUD debilitan la propuesta y envalentonan a los más radicales del Gobierno, que suspenden el referendo con fallos judiciales inconstitucionales y completamente ilegales.

Decapitado el revocatorio y pospuestas indefinidamente las elecciones regionales, el Gobierno capea el temporal y se anota un triunfo en su política de mantenerse en el poder. Pero el objetivo del Gobierno va mucho más allá y eso hay que entenderlo. Las revoluciones llegan para desplazar, en forma definitiva, al ordenamiento anterior, y quienes nos gobiernan afirman que estamos en un proceso revolucionario.

Ellos, por lo tanto, creen o fingen creer que llegaron para quedarse. Lo ha dicho Elías Jaua clara y directamente en más de una ocasión. También lo ha dejado entrever, en su estilo rudimentario y primitivo, Diosdado Cabello. Esto lo que significa es que no están dispuestos a abandonar el poder, pues una revolución no se hacer para que dure un número de años, sino para siempre. A nadie se le ocurriría que el triunfo del capitalismo en Francia o en Inglaterra fue para unos años, ni que voluntariamente va a dar marcha atrás para volver al sistema feudal monárquico.

Según éste razonamiento, ni siquiera el pueblo, el llamado eufemísticamente por ellos el “soberano”, tiene el derecho de renunciar a la revolución una vez que ésta triunfó y se instaló en función supuestamente de sus intereses. Por lo tanto, siguiendo está lógica, no tiene por qué haber elecciones y menos aún si la gente va a votar contra el Gobierno, pues hacerlo de esa manera es “votar contra sí mismos”.

Es la lógica de la Revolución Cubana, que le ha permitido a una claque gobernante, que se dice revolucionaria, mantenerse en el poder por casi 60 años, sin importar las lamentables condiciones de vida del pueblo cubano, ni la destrucción de su economía. Fidel Castro lo reconoció en un arranque de sinceridad: “el socialismo no le sirve ni a los cubanos”. ¿Dónde están los avances tangibles de Cuba, más allá de los que se producen por el avance del resto de la humanidad? Incluso, sus limitados logros iniciales hace tiempo se esfumaron.

La falacia de esta posición radica en que ni la cubana, ni mucho menos la nuestra, fueron verdaderas revoluciones, pues éstas no dependen del discurso de sus dirigentes ni de sus promesas, ni de su valentía frente a verdaderos o supuestos enemigos, sino que tienen que ser calificadas por sus acciones, que claramente deberían crear nuevas y superiores condiciones de vida de los pueblos en forma permanente, como expresión de la producción nacional de riquezas y crecimiento de sus fuerzas productivas.

ni la cubana, ni mucho menos la nuestra, fueron verdaderas revoluciones

La economía hoy, 18 años luego de la toma del poder por los chavecos, sigue siendo mono productora de materia prima, con ínfima generación de valor agregado; importadora, pues la industria interna lejos de crecer ha decrecido; de mano de obra no calificada, de empleo precario y de salarios de hambre. Estamos peor que en el pasado. ¿Dónde está entonces la revolución? Sólo en cerebros enfermizos y fantasiosos.

El sistema político ha cambiado de actores pero no de diseño. El voto directo, universal y secreto sigue siendo la forma de designación de los gobernantes, y eliminarlo es contraproducente si sólo es para mantener una dictadura, cuya única meta es mantenerse eternamente en el poder sin consecuencias positivas para la nación venezolana. La Constitución, que supuestamente representa el proyecto revolucionario, establece los mismos poderes existentes previamente y determina su separación, algo de naturaleza imperfecta similar a la del pasado que supuestamente cambió. Hoy, la práctica se basa en su permanente violación precisamente por quienes la impulsaron y entusiastamente aprobaron. La democracia participativa y protagónica es una quimera negada permanentemente por el autoritarismo y centralismo gubernamentales.

Revolucionario hubiera sido tener total seguridad personal, reducir la mortalidad materna e infantil a cifras iguales o menores que las más bajas del mundo, el funcionamiento adecuado de todos los servicios, haber desarrollado las ciencias y la tecnología, exportar en petroquímicos y químicos orgánicos el 30% de la producción petrolera, ser soberanos agroalimentariamente, tener una industria pesada, electrónica, químico farmacéutica y robótica en expansión, y unos trabajadores calificados y con muy buenos sueldos. Involución en vez de revolución es lo que tenemos.