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¡Se van los autobuseros!

Peor que autobús sin autobusero, es autobusero sin autobús


O.E.

Acaban de darle, en Londres, los toques finales al programa “Autobuses sin autobuseros”. “Harry” es el nombre del bus sin conductor que están por estrenar en Londres. Informa la BBC que la nueva moda en materia de transporte colectivo, incorporará un vehículo sin volante, sin pedales, pero sobretodo, sin el típico chofer de carne y hueso.

El prototipo, que ya es una realidad, contará con cinco videocámaras, tres equipos de rayos láser y un piloto-robot capaz de avistar a centenares de metros a la redonda a cualquier potencial usuario. En tal caso se detendrá, puntual, flemático, como todo londinense y tras una reverencia con su pumpá, lo invitará a subir a bordo.

Queda por ver si tal tecnología es exportable a otros países. Por ejemplo, a cierta narcocleptocracia, forajida, desvergonzada, que se usa, a título de remoquete, el apellido de un genio universal.

A partir de tal usurpación, en la republiqueta en cuestión, decir “autobusero”, es sinónimo de estulticia, desvergüenza, violación de los derechos humanos de los pasajeros, latrocinio con los pagos de estos últimos, por no mencionar cierto tráfico, no precisamente de tránsito terrestre. Justos por pecadores. Por un sindicalero rufián, esquirol, cipayo, holgazán, glotón, flatulento, se desprestigia un gremio entero.

De incorporarse al servicio superficial del Metrobús, por ejemplo, un vehículo con tal tecnología, tendría que tropicalizarse, adaptarse al entorno. O peor: bolivarianolizarse:

Si el semáforo está en rojo, nuestro piloto-robot, acelerará al máximo. Pero si la luz cambia a verde, aplicará los frenos con brusquedad,  para que los pasajeros rueden por el piso y cesen de protestar por su desastrosa conducción. Confianzudo, abusador, “propasao” con las pasajeras, a todas las llamará, “mamita” o “mireina”.

Jóvenes y ancianos, tampoco escaparán a sus desmanes. A los primeros, los embestirá con su unidad, para desconocerles el ticket estudiantil. A los segundos, los obligará a subirse o bajarse en plena marcha del colectivo: “¡Plomo con esos viejos, carrizo!”, vociferará torciendo su bigote de Keratín.

Peor que autobús sin autobusero, es autobusero sin autobús. A falta de lanzar por el precipicio a sus pasajeros, cesanteado de tal calaña,  intentará hacerlo con un país entero.