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El futuro del chavismo

El futuro del chavismo

Aun cuando vaya a la oposición, continuará siendo una referencia en las corrientes de pensamiento político de América Latina y el Caribe, como lo son el peronismo en Argentina; el torrijismo en Panamá y el sandinismo en Nicaragua


Cipriano Fuentes

A Freddy Balzán, en el otro mundo, quien en vida me honró con su amistad.

Por que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) pierda las venideras —y retrasadas— elecciones de gobernadores, al igual que las de alcaldes este mismo año y, sobre todo, que resulte estrepitosamente derrotado en los comicios de diciembre del año 2018, el chavismo no desaparecerá de la faz de la tierra. Quien así lo crea ha comprendido muy poco de lo acontecido en el país en los últimos dieciocho años o hace una lectura imprecisa de la realidad.

El chavismo permanecerá en la nación bolivariana, aun cuando vaya a la oposición, debido a que es un sentimiento casi mítico —una emoción— con definitivos vínculos populares. Y continuará siendo una referencia importante en las corrientes de pensamiento político de América Latina y el Caribe. Como lo son el peronismo en Argentina; el torrijismo en Panamá y el sandinismo en Nicaragua, solo por citar tres casos paradigmáticos —ilustrativos— en el Continente. De los “ismos” mencionados, el sandinismo (por Augusto C. Sandino, inspirador del Frente Sandinista de Liberación Nacional nicaragüense), fue el único claramente comunista, cercano al socialismo real soviético del pasado. El torrijismo (por el general Omar Torrijos Herrera, fundador del Partido Revolucionario Democrático panameño), en cambio, era nacionalista, influido por corrientes militaristas, aunque tenía en su seno destacadas figuras marxistas. Y el peronismo (por el general Juan Domingo Perón, inspirador de diferentes agrupaciones  argentinas), tampoco estuvo seducido por el pensamiento del alemán Carlos Marx.

Los tres casos aludidos anteriormente perdieron, en su momento, el poder político; pasaron a la oposición o al ostracismo, donde se reformularon en partidos realmente democráticos, respetuosos de las reglas de comportamiento de una sociedad libre e independiente, y accedieron de nuevo a las jefaturas de sus Estados a través del voto popular. Continuaron —y continúan— perdiendo y ganando elecciones como cualquier agrupación política contemporánea en nuestras perfectibles sociedades democráticas, en las que hay —desde luego— muchísimo por hacer. Y donde la alternancia en el Gobierno a través del voto popular directo y secreto, se acepta como legado fundamental del siglo XX.

Estos tres movimientos políticos llegaron al poder por vías distintas: el torrijismo por golpe de Estado tradicional contra un presidente electo, Arnulfo Arias Madrid; el peronismo mediante el voto popular cuando el poder ya estaba en manos de militares; mientras que el sandinismo lo hizo a través de una larga y esmerada lucha armada que le permitió derrotar a un ejército convertido en guardia pretoriana del tercer miembro de la dinastía militar gobernante, Anastasio Somoza Debayle.

Es verdad: en Venezuela no hay un régimen comunista clásico, pero la aplicación en el campo de la economía y de la organización social de dos principios del socialismo real —la economía de planificación centralizada y el control social— nos lleva por la calle de la amargura, ha destruido —literalmente— al país, disociado a sus habitantes y nos humilla y ofende cuando debemos hacer colas interminables para comprar pan o cualquier otro producto escaso o inexistente

El PSUV será la izquierda democrática venezolana o no será. Y los otros partidos, agrupados hoy en la Mesa de la Unidad Democrática, representarán la derecha democrática. Izquierda y derecha democráticas en la antigua lucha por el poder, a través de elecciones libres y confiables en la Venezuela de antes  y de todavía.

@renglon70