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Editorial | Con mi “Goldman” no te metas

Con mi “Goldman” no te metas

La poca noción de patria es evidente en el oscuro negociado del “madurismo” con uno de los poderosos de Wall Street, el Goldman Sachs


Amigo lector, nunca pierda su capacidad de asombro. El país en el que vivimos da para todo y su dirigencia es inconsistente como pocas. Desde el Gobierno, ese que se hace llamar revolucionario, socialista y antiimperialista, se defiende con fuerza a Goldman Sachs, un banco de inversiones muy norteamericano, con sede en Wall Street, la meca del imperio. Los de Goldman vieron la oportunidad de hacer un negoción: comprar bonos de Pdvsa con un descuento de 69 %; algo así como una ofertón único. Lamentablemente para la nación, el éxito de Goldman se traduce en una operación leonina en contra de los intereses del país, a pesar de lo que digan desde Miraflores. Es la imagen de un adicto rematándolo todo a escondidas, no importa el precio, para seguir financiando su droga, que en este caso es el poder. La maquinaria propagandística oficial quiere convencer al país que no hay nada de malo con que los norteamericanos dieran 864 millones de dólares y en los próximos cinco años reciban, de nuestras arcas, alrededor de 3.600 millones. La poca noción de patria es evidente en este tipo de negociados. La desesperación con que se llevan adelante también es alarmante. Cualquiera que no pertenezca al alto aparato burocrático padece por la precaria salud de la economía venezolana, lo sufre a diario y entiende que la prognosis es desesperanzadora, pero solo desde la cúpula saben la dimensión real de la quiebra, del desastre. Ellos manejan con recelo los datos, los números; solo ellos conocen hoy el nivel de podredumbre que todos desde afuera tan solo podemos imaginar. Por eso los tratos como el hecho con Goldman aterran, porque detrás solo viene más miseria y muerte. La postura vergonzosa de los funcionarios, una vez hecho público ese fraude a los intereses nacionales, esa defensa a ultranza por parte de la “izquierda” vernácula a un negocio indefendible, bien pudo servir para matar de la vergüenza a Rosa Luxemburgo: el liderazgo ha fallado. EDE