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Editorial | Si es posible derrocar a la tiranía

Debemos unirnos y levantar juntos la bandera que a todos nos arropa: la Constitución


El plan marcha según lo previsto. No ha sido fácil, pero el objetivo se ha cumplido. Quebraron al país y tienen todo para celebrar. Ese verbo, “quebrar”, tiene su origen en el latín, en “crepāre” que es estallar, “romper con estrépito”. Eso han hecho con Venezuela. La han quebrado según cada una de las acepciones que muestra el diccionario de la Real Academia Española. Rompen y separan con violencia a una sociedad cada vez más desigual, que no encuentra con el trabajo la posibilidad de satisfacer las necesidades más básicas, esas que en la pirámide de Maslow forman la base, tan vitales como comer. Traspasan y violan la ley, comenzando por la Constitución, que ha sido pisoteada, única forma que ha encontrado la dictadura para poder desplazarse a sus anchas. El pacto social que amalgama a la sociedad, que fue consultado y aprobado en referendo popular, ha sido despedazado ante la inacción de una Fuerza Armada de rodillas, cómplice, que reprime a quien se atreva a alzar su voz en contra. Han doblado y torcido hasta romper a dirigentes que no supieron entender su rol dentro del momento histórico; ellos, como parte de una crisis moral y de liderazgo que durante décadas se gestó en el país, también tendrán que ser superados, para siempre, por la historia. El plan continúa hacia la sumisión definitiva de la sociedad. El régimen utiliza el hambre, la violencia y la manipulación como recursos para aplastar a como dé lugar a cualquiera que amenace con perturbar a la postura oficial. Preservarse en el poder, al costo que sea, es el siguiente estadio. Por eso los venezolanos, aprendiendo de los errores que dolorosamente nos han traído hasta aquí y tomando una nueva bocanada de rebeldía, debemos unirnos y levantar juntos la bandera que a todos nos arropa: la Constitución. El diálogo debe existir, pero en las entrañas de la sociedad democrática, de los distintos factores sociales que se niegan a que los derechos conquistados a sangre y fuego sean arrebatados por una pandilla de criminales con las más oscuras intenciones. No se puede dialogar con quien oprime, abusa y se burla, sin que muestre intenciones de, al menos, ceder en su propaganda de odio. Derrocar a la dictadura es posible solo si hay consenso, si se unifican los esfuerzos para superar la muerte que la violencia, el hambre y la represión nos ha traído. Ese es el camino para poder revertir la situación, para salvar a los niños destinados a la peor de las suertes por el afán de unos pocos de querer dominar a las mayorías inconformes. La tiranía es la que debe ser quebrada, vencida, superada.