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El 19 de abril: memoria, presente y futuro

19 de Abril de 1810

Tenemos razones suficientes para editar nuestro propio 19 de abril, si es que queremos soñar con un futuro más llevadero y más futuro


Rubén Osorio Canales

Soñar con el futuro es tan reconfortante que no hacerlo no encaja en el espíritu de nadie y menos aún en el de un poeta, pero no es menos aleccionador repasar la historia y meterse en sus recodos más visibles para descubrir cómo y quiénes somos en realidad.

En lo personal me gusta recorrer esas rutas que marca nuestra historia, muchas de ellas escabrosas, para poder imaginar cómo será el país que quiero ver después de esta tormenta que nos estruja cuerpo y alma hasta los huesos. Nada fácil, demasiados nubarrones que interfieren la visión y sin embargo hay que llenarse de fe para superarlo.

Recordar la historia, atormentada y repetitiva, de este bello pero desgraciado país, me lleva al lamentable descubrimiento de que los venezolanos poco o nada hemos aprendido de ella.

«me convenzo de que después de 206 años, las razones que condujeron al 19 de abril de 1810 han sido superadas en grado de alucinación y por lo tanto tenemos razones suficientes para editar nuestro propio 19 de abril, si es que queremos soñar con un futuro más llevadero»

Todo lo contrario, lejos de estudiarla y aprender de ella las lecciones y caminos para descubrir nuestra identidad y con ello construir sin desperdicio nuestro ser ciudadano, nos dedicamos a olvidarla y a cultivar nuestros más personales intereses dando poca o ninguna importancia al país, a su desarrollo, a sus circunstancias, a la palabra llena de retos y advertencias de sus liderazgos verdaderos, prefiriendo en cambio el estribillo que en cada aurora nos obsequian los caudillos que ofrecen resolvernos todo, lo cual, como la misma historia nos muestra con la insistencia de los peores pleonasmos, es malo para la salud de cualquier país con su pueblo incluido.

Si los venezolanos hubiésemos hecho de aquel 19 de abril de 1810 una lección de vida, si nos hubiésemos detenido con la debida atención a leer y asimilar las lecciones que reposan en el acta y en los actos que sellaron como historia patria el 19 de de abril de 1810, este 19 de abril de 2016, o sea doscientos seis años después, ante las monstruosas, como inconcebibles carencias de este régimen, los venezolanos de hoy habríamos salido a la calle a protestar y exigir la renuncia de quienes no han sabido cumplir con las más elementales obligaciones de una institución llamada gobierno.

Y esto lo digo porque el punto central que llevó entre otros próceres a Roscio, Ribas, Clemente, López Méndez, Salas, Espejo, Madariaga, a una protesta que terminó con la respuesta de Emparan “Yo tampoco quiero mando”, fue la incapacidad del gobierno para “atender a la seguridad y prosperidad de estos territorios, y de administrarles cumplida justicia en los asuntos y causas propios de la suprema autoridad”.

Enunciado que hoy a tantos años de distancia, podríamos argumentar, con la conciencia libre de toda culpa, para pedir la renuncia, no solo del Emparan de hoy, sino de todos quienes lo acompañan en el mayor desgobierno que haya tenido la República a lo largo de su historia.

En aquella oportunidad “esa incapacidad, fue respondida por “el derecho inherente a la naturaleza humana, no derivado de la monarquía ni del propio Estado” en esta fue respondida con el voto popular el 6D y tendría como justificación la reiterada conducta represiva de un régimen que con saña, alevosía y premeditación, la desconoce, y para impedir que el pueblo que votó en esa fecha pueda, tal como lo dijera el acta originaria, “organizar un sistema de gobierno que supla las enunciadas faltas”.

Reflexiono a diario sobre este punto crucial de nuestra historia patria porque el mismo me indica que muy poco hemos avanzado en materia de ciudadanía, lo cual explica de algún modo que el individualismo se haya robustecido con el correr del tiempo, castrando así la idea del bien común, que con tanta hipocresía solemos invocar.

Cada vez que veo las colas de la gente para ver que consigue, o en mis recorridos tratando de encontrar las medicinas, mientras veo crecer el imperio del bachaqueo; cuando constato la estrecha relación entre la impunidad y el fortalecimiento del hampa, cada vez que pienso en nuestros presos políticos, en un TSJ que cercena sin piedad la voluntad del pueblo, cada vez que veo como crece el cáncer de la descomposición moral del país, su ruina económica, su realidad política, cada vez que escucho el silencio trepidante del régimen ante tanta atrocidad, me convenzo de que después de 206 años, las razones que condujeron al 19 de abril de 1810, han sido superadas en grado de alucinación y por lo tanto tenemos razones suficientes para editar nuestro propio 19 de abril, si es que queremos soñar con un futuro más llevadero y más futuro.