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¿Existe una verdad social?

Dictaduras, despotismos, tiranías, siempre se han escudado detrás del supuesto pueblo que pretenden hacer ver que los apoya


Gustavo Luis Carrera 

Es tan reiterativo como disparatado el empleo público de lo que siempre oscilará entre la ingenuidad (o ignorancia) y la manipulación (o cinismo): pretender que hay una sola, inconfundible y sectaria verdad social. Esto se traduce en el recurso, barato y demagógico, de hablar siempre “en nombre del pueblo”. Y en particular es necesario preguntarse qué es “el pueblo” y si cualquier hablador político lo representa.

LA SOCIEDAD COMO BASAMENTO EXISTENCIAL. No hace falta recordar que el hombre se agrupa para defenderse; que el ser humano es gregario, tiende a reunirse con sus semejantes, y luego defiende su conglomerado. Así, no es exagerado afirmar que la sociedad es un basamento existencial de la raza humana. El ser humano, ontológicamente, se define como socius, como un animal social. Ya lo decía el peripatético Aristóteles: “El hombre solitario es una bestia o es un dios”. Y la bestia y el dios no son propiamente humanos.

EL PUEBLO: FACTOR SOCIAL. Definitivamente, inteligentemente, hay que decirlo: el llamado pueblo no es la sociedad, es un factor del grupo, es un factor social. A menos que se conceptúe como pueblo a la totalidad del conglomerado; es decir la absoluta totalidad, con inclusión de todas las clases sociales, los partidos y los grupos de opinión. Pero, parece más cómodo el abuso de gobiernos y de toda clase de políticos, de limitar la idea de pueblo a los sectores más necesitados, y que ellos pueden manipular mejor, ya sea con ofertas demagógicas o con bolsas de comida. Los antiguos romanos descubrieron que la manera de dominar la plebe era darle “pan y circo”. ¿Puede decirse que esta sabia y astuta demagogia funciona todavía?

¿UNA VERDAD HEGEMÓNICA? Más que de una verdad hegemónica, detrás de la pretensión de la existencia de una verdad social —que es para cada uno su verdad, la de su grupo—, lo que se esconde es una hegemonía social que tergiversa la realidad. Este propósito dominante, impositivo, cuando no dictatorial, ha sido el recurso deformante de todo gobierno autárquico y de todo grupo que aspira a ejercerlo. Dictaduras, despotismos, tiranías, siempre se han escudado detrás del supuesto pueblo que pretenden hacer ver que los apoya, así como en la existencia de una verdad social, la verdad que ellos proclaman. ¿No es ya tiempo de desentenderse de esta perniciosa mentira y denunciarla? Sólo se puede hablar de una parte, inclusive de la parte mayoritaria, de un pueblo. Es lo auténtico y es lo honesto. No hay una verdad social porque la sociedad es proteica.

VÁLVULA: “Podría hablarse de una verdad social si la sociedad existiera como un cuerpo compacto y uniforme. La sociedad, dividida en clases, sectorializada en culturas, partidizada en grupos de opinión y de credo, diversificada en orígenes y propósitos, no acepta un molde restrictivo. Hay tantas verdades sociales como visiones de la estructuración y el desarrollo de la sociedad. Hablar de una verdad social es tan absurdo y falso como hablar de un pueblo emparejado y sometido a una ideología: es el traje a la medida que fabrica la ignorancia y manipula la demagogia”.

glcarrera@yahoo.com