, , ,

Joaquín Marta Sosa: «Viene el desenlace de una tragedia»

Joaquin Marta Sosa

“Una sociedad donde no hay disidencia es perfecta para un presidente de ideología, porque su ideal de paraíso es donde las órdenes las da él”, dice el escritor, poeta y ensayista


Edgardo Agüero

“No hay una sola sociedad construida con el paradigma socialista que no haya terminado en tiranía, en arbitrariedad y en totalitarismo, mientras que esa es la excepción en las sociedades capitalistas”, dice Joaquín Marta Sosa, poeta, periodista, ensayista, crítico venezolano y miembro de la Academia Nacional de la Lengua.

Para el profesor de literatura y ciencias sociales y políticas en la Universidad Simón Bolívar y expresidente de Venezolana de Televisión (VTV), el pueblo venezolano sigue resistiendo a la precaria situación que vive en un modelo económico denominado por sus defensores como de transición al socialismo. “No es verdad que todo el país está entregado. Todos los días, a todo lo largo del país, hay manifestaciones de protesta, de rebelión, de resistencia”, añade.

Lo que sí es cierto y configura la situación política actual para quien fuera director de “El Diario de Caracas”, parlamentario de Copei entre 1969 y 1973 y diputado del MAS entre 1974 y 1978 es que el madurismo “no va a ganar nunca más una sola elección, no tiene posibilidades y ellos lo saben”.

¿Profesor, doctor, poeta, como prefiere que lo llamen?

Depende del contexto de la conversación. A veces se está como profesor y en otras como poeta. En mi caso, jamás como doctor. Mi oficio más personal es el de escritor (poeta y narrador). En el que creo haber sido más útil es en el de profesor: diez años instruyendo sobre literatura en bachillerato, y treinta y cinco en la universidad enseñado literatura, ciencias sociales y ciencias políticas (una versatilidad que a nadie recomiendo). En todo caso prefiero ser recordado como poeta. 

¿Cómo se aviene el artista con el político, en qué punto convergen las inquietudes existenciales y las sociales?

Aunque pueden parecer actividades que no se corresponden e incluso contradictorias, la pragmática y operativa del político y la, llamémosla así, idealista del poeta, hay muchas opiniones a lo largo de la historia. Debo comenzar por decir que la estética es una forma de la ética, lo bueno bello de ver, pero lo bueno bello de hacer, que todo aquello que tenía conciencia estética, al final tenía una conciencia moral, quería que las cosas fuesen hermosas, bellas, de alguna manera justas. Unamuno llegó a decir -refiriéndose a un personaje hipotético y por extensión al hombre mismo- que Juan era en verdad cuatro juanes, primero era el Juan que él creía ser, después, el Juan que él quería ser, luego era el Juan que los demás creían que él era y finalmente era el Juan que los demás soñaban que fuese.

«El punto de separación entre el poeta y el político lo establece el poder, el político es un animal de poder, entendido el poder como la posibilidad de cambiar las cosas, mientras que el poeta es un animal del alma o el espíritu»

Todos somos muchos en el interior de cada uno, creo que es una frase del personaje Pereira en la novela de Antonio Tabucchi, “Sostiene Pereira”. No hay nadie que sea cortado por una única y exclusiva línea, es como un árbol que se ramifica. Por qué digo esto, porque dependiendo de las circunstancias de nuestras vidas dominará uno u otro.

En mi juventud durante muchos años dominó el político, o la conciencia política digámoslo así. Un poco antes de la caída de Pérez Jiménez, mi generación se propuso que Venezuela fuese un país democrático, moderno, un país donde todos quisieran venir a vivir. La vida luego impone sus condiciones, algunas cosas mejoraron, otras empeoraron y otras cambiaron definitivamente. Así, la vida te va llevando.

En cierto momento volví a interesarme por la escritura, que había sido una de mis primeras inquietudes. Me pareció que la escritura y fundamentalmente la palabra eran uno de los instrumentos más importantes para que las cosas pudiesen cambiar. Por qué pensé eso, bueno porque veía a los políticos, a Rómulo Gallegos, a Caldera, y qué hacían ellos, hablaban, hablaban, hablaban, luego me acordaba de la persona más respetada en la aldea donde yo nací y de donde era toda mi familia: el sacerdote, y qué hacía el sacerdote, la homilía, hablar y hablar, entonces llego a la conclusión de que la palabra es el instrumento definitivo para que las cosas dejen de ser lo que son, es decir para que las cosas cambien.

Yo había comenzado a escribir y a descubrir escritores, los clásicos de aquel entonces, Vallejo Neruda, Kazantzakis, Cárdenal, etc, los clásicos antiguos, Homero, Dante, en fin, entonces me dije, entre ser político y ser escritor, yo prefiero escribir, eso me lo plantee en tercero de bachillerato, a propósito del estímulo de una especie de mentor forzado que tuve en el profesor y poeta Juan Manuel González, injustamente olvidado y que fue Premio Nacional en ese entonces.

Milité en el movimiento estudiantil, liceísta y universitario, después milite en la democracia cristiana y el movimiento al socialismo. Pero con el tiempo uno se da cuenta que la política tiene muchas limitaciones, que exige un alma muy acorazada, exige cierta dosis de impiedad, y eso no se avenía con mi espíritu. Entonces decidí dedicarme de manera más definitiva a la escritura, principalmente a la escritura poética.

Luego tuve un período más o menos largo en el que, descreído de mis posibilidades como escritor, dejé de escribir, hasta que lo retomé en los años 70, desde entonces no he parado de hacerlo. Ahora, yo escribo no como una actividad ajena a la política, aunque en mi obra hay sólo dos o tres libros que pueden denominarse estrictamente políticos, no soy definitivamente un escritor de esos que llaman políticamente comprometidos, para mí la literatura tiene que ver con el conjunto de lo que es importante para el ser humano, y la política es uno más de esos factores pero no es el único.

El punto de separación entre el poeta y el político lo establece el poder, el político es un animal de poder, entendido el poder como la posibilidad de cambiar las cosas, mientras que el poeta es un animal del alma o el espíritu. De manera que mi personalidad es más de lo intimista que de lo exteriorista, de lo individual que de lo colectivo, sin negar la importancia de lo colectivo o de lo social, porque en eso la política es insustituible y los poetas, ya Platón lo sabía -aunque por otras razones- no sirven para gobernar.

«Yo creo en una sociedad de diferentes en condiciones de igualdad para todos»

Históricamente no ha existido la igualdad social, ¿piensa usted que es posible derrotar la desigualdad?

Lo que es posible derrotar es el origen de las desigualdades. Por definición, los seres humanos, social, cultural, históricamente, somos desiguales; desiguales en el sentido de ser diferentes. Somos distintos, vocaciones distintas, dones distintos, capacidades y actitudes distintas.

Ahora, eso comienza a degradar cuando se te impone social o políticamente -como en los regímenes totalitarios- un pensamiento que tú no piensas sino que otros piensan por ti y además de eso te lo introyectan y te obligan a pensar. O cuando hay una desigual distribución de la riqueza social y a pesar de que tú participas contribuyendo a su incremento, no tienes un retorno suficiente como para que tus cualidades emerjan. Yo creo en una sociedad de diferentes en condiciones de igualdad para todos.

No hay igualdad sin justicia, ni justicia sin igualdad. ¿Decir que la igualdad social es posible, es decir que la justicia también lo es?

No solamente no es posible igualdad sin justicia, sino que es imposible igualdad sin libertad; la libertad social y la justicia social, la libertad personal y la justicia en lo personal, todas ellas son las dos vertientes que principalmente confluyen hacia crear las condiciones para que nadie tenga límites en cuanto a la realización de sus potencialidades, es decir, sus posibilidades de desarrollo, tanto personal como social o colectivo, dentro del marco de la historia, la cultura y los rasgos característicos de la sociedad y del tiempo dentro del cual le corresponde vivir.

“En Venezuela hay una mitología que no sé quién se la creyó, de que los militares eran incorruptibles”

Si para Marx la fase superior del socialismo es el comunismo, para el capitalismo lo es la globalización, pero las grandes corporaciones mundiales no sólo se han apoderado de la economía mundial, han secuestrado la esperanza de los pueblos, ¿que posibilidad tiene el individuo de enfrentar esa situación?

El capitalismo -en el sentido marxista- no es un sistema histórico que teóricamente agota una primera etapa, una segunda y una tercera etapa, no. En el capitalismo suceden cosas, hay el capitalismo de los mercados nacionales, después el capitalismo de las multinacionales, el capitalismo financiero de la globalización, pero al mismo tiempo, y a diferencia del programa marxista, el capitalismo es liberal, en el sentido de que las personas deben ser libres para desarrollar sus dones, capacidades y potencialidades, aun cuando en la práctica económica y social del capitalismo, aún dentro de sus propias contradicciones, se crean diferencias a veces abismales, a veces imposibles de ser superadas, que impiden que esos dones se desarrollen.

Pero el capitalismo tiene una ventaja fundamental sobre el marxismo en su extremo comunista: el capitalismo no tiene una suerte de desiderátum histórico. No existe, por ejemplo, “el paraíso del capitalismo en la Tierra”, en el marxismo sí.

El marxismo, en ese sentido, es mucho más teórico, mucho más ideológico, mucho menos flexible, mucho más impositivo y mucho menos liberal que las sociedades capitalistas, que no es que sean justas, pero en su seno pervive la posibilidad de que se acerquen más condiciones de igualdad, de libertad o de justicia.

No hay una sola sociedad construida con el paradigma socialista que no haya terminado en tiranía, en arbitrariedad y en totalitarismo, mientras que esa es la excepción en las sociedades capitalistas; hoy mismo, la inmensa mayoría de ellas son sociedades, cada una a su manera, en mayor o menor medida, democráticas, liberales. Incluso, en lo que todavía persiste de sociedad democrática capitalista en Venezuela, es donde aún se puede construir una resistencia libertaria contra un régimen que lo que quiere es aplicarnos lo que alguna vez fue el eslogan de una agencia publicitaria: “Permítanos pensar por usted”.

¿Es factible un socialismo de corte marxista en nuestros días?

No es posible, porque incluso los propios marxistas cuando explican por qué el capitalismo ha derivado en la monstruosidad totalitaria, dicen que el problema es que eso no es el comunismo, que los líderes no han sabido entenderlo, interpretarlo; bueno, pero resulta que si eso pasa en todas partes, es porque eso no es posible, eso es una utopía en el sentido de un imposible histórico.

¿Es posible una sociedad socialmente más equilibrada, más equitativa, más solidaria? Sí. ¿Es posible una sociedad donde los grandes dones de cada ser humano se desarrollen por completo? Sí. ¿Es posible una sociedad que no engendre pobres? Sí, todo eso es posible, y justamente allí es donde reside el sentido del combate ético para mejorar la sociedad que tenemos.

“Mientras más poder tienes, más posibilidad tendrás de corromperte, porque no hay controles”

¿Es posible acabar con el fenómeno de la corrupción o, como sostienen algunos autores, es un rasgo inherente a la condición humana?

No sé si será un rasgo inherente a la condición humana, lo que sé es que es un rasgo inherente a la condición humana de cierta tendencia aborrecible hacia el individualismo extremo. El corrupto lo que hace es plantearse una pregunta: ¿qué es lo más importante, los demás o yo?, y su respuesta desde luego es yo, los demás no tienen importancia alguna. Entonces, no importa que yo me haga de los bienes públicos o de los bienes sociales, porque lo importante soy yo, y no los otros. ¿Eso está inscrito en la genética humana?, no. En la genética humana está inscrita otra cosa: tratemos de construir una vida cada vez mejor tanto para nosotros como para los demás.

Ahora, la condición humana no es una condición perfecta, es una condición histórica, se va dando en el tiempo y en ese sentido es una condición de picos muy altos y de socavones muy oscuros, y allí, en esa especie de péndulo que va de un extremo a otro es donde se desarrolla la historia, a veces más cerca de lo corrompido, de lo sórdido, a veces más cerca de lo luminoso. Hay sociedades donde la corrupción apenas si existe. Dinamarca, por ejemplo; hay otras donde ese tipo de corrupción es terrible, el Sudán, por ejemplo, y más o menos allí se inscribe lamentablemente la Venezuela de este tiempo, donde hoy el poder público es mucho más corrupto que lo que fue antes del año de 1998.

Usted dijo que los países que han sido regidos por gobiernos autoritarios, autocráticos y hegemónicos terminan utilizando la corrupción como una forma del poder. ¿Tiene esto que ver con la pérdida del sentido valorativo de la sociedad?

A los gobiernos ideológicos, sean del signo que fuere, el perejimenismo, el fujimorismo, el peronismo, el castrismo en Cuba, al final lo que les interesa es probarle al mundo y a la historia que la idea que tienen en la cabeza de reconstruir la sociedad es una idea acertada y al mismo tiempo realizable, y en la medida en que se va demostrando que eso es imposible, lo que se desarrolla en verdad es una expansión y una profundización del poder personal, por ejemplo, el culto a la personalidad, el partido único, etcétera, porque nunca achacan a defectos ideológicos el hecho de que el paraíso sea inalcanzable, sino a defectos del ser humano.

El ser humano es imperfecto, el ser humano es corruptible, el ser humano no es capaz de sostener con tenacidad el combate para cambiar esas condiciones; la culpa, por lo tanto, siempre será de los demás, no de lo que yo pienso, no de mi ideología, no del modo como actúo en tanto gobierno; y si se tiene un enemigo externo como el Imperio, pues, mucho mejor. De allí que siempre vean a los pueblos como menores de edad y como a los que hay que decirles cuál es la verdad, mostrarles el camino e irlos llevando, empujarlos para que alcancen la verdad, y si se niegan a alcanzarla, pues fusilarlos, apresarlos, reprimirlos, someterlos, porque no se atrevieron a alcanzar la verdad.

«Estos dramas siempre tienen un acto final»

¿Significa que lo que viene ahora en Venezuela es una etapa de resistencia?

No es lo que viene, es lo que ha estado sucediendo en mayor o menor medida según el momento, según el tiempo desde el año 1999 hasta aquí. Lo que viene ahora es otra cosa, lo que viene es el despejamiento de la situación, es el desenlace de una tragedia, la tragedia de una enorme esperanza que enamoró e ilusionó a muchísimos venezolanos, y que engendra la tragedia de un país mucho peor, de un país que vuelve a tocar la posibilidad del hambre, pero que por sobre todo toca, en términos reales, el peligro de pensar con cabeza propia, el riesgo de no opinar como el gobierno, de ser disidente, lo que en términos concretos puede significar cárcel, persecución, asilo, represión de todo tipo. Estos dramas siempre tienen un acto final, que es un desenlace donde la oscuridad cede el espacio ocupado a la luz.

¿Cómo interpreta usted el haber colocado en manos de los militares el control de la producción y distribución de alimentos? ¿Finalmente aceptó Maduro su incapacidad para el manejo del problema?

Si lo aceptó o no, no te lo sabría decir sino a través de una conjetura. Mi conjetura es que si hizo eso es porque consciente o inconscientemente se percató de que es una tarea que está por encima de sus posibilidades. Pero eso tiene un trasfondo más importante, que reside precisamente en el trasfondo de la ideología marxista, de la ideología totalitaria, como es el de imponer orden.

La sociedad tiene que ser una sociedad de orden, de disciplina, de obediencia, de ordeno y mando. Esa sociedad rumbera donde cada quien piensa con cabeza propia y es capaz intentar realizar su propio destino, es una sociedad desordenada que lo que conduce es a que la maldad se imponga. Entonces, una sociedad donde no hay disidencia es perfecta para un presidente de ideología, porque su ideal de paraíso es donde las órdenes las da él, y los demás estamos ahí para cumplirlas.

Son numerosos los casos de militares enriquecidos al frente de las finanzas del Estado, ¿no le parece preocupante esta situación que al menos despierta suspicacias?

En Venezuela hay una mitología que no sé quién se la creyó, de que los militares eran incorruptibles. Yo trabajé algunos años en la Contraloría General de la República, y con conocimiento de causa puedo decir que los casos más sórdidos de corrupción tenían que ver con el mundo militar. ¿Pero es entonces verdad que sólo por el hecho de serlo todo militar es corrupto? No.

Los militares durante la democracia no fueron ni más ni menos corruptos que algunos o muchos civiles, sólo que, como decía Churchill, “el poco poder corrompe poco, pero el mucho poder corrompe mucho”. Mientras más poder tienes, más posibilidad tendrás de corromperte, porque no hay controles, y si se está prevalido de la fuerza, con más razón. Aunque la corrupción es un hecho generalizado que atrapa por igual a militares y a civiles.

¿Qué piensa sobre una agrupación política que le impide a sus correligionarios manifestarse en contra de sus desaciertos y errores porque los excomulga, los execra y etiqueta de enemigos y traidores?

Que no es una organización política, es una organización policíaca o cuartelaria con nombre de partido político. El partido político por definición, polis, lo variado, lo múltiple, lo que se somete a discusión, lo susceptible de ser zanjado o consensuado, es para crear un espacio de discusión, para el debate, para la participación colectiva en una obra común. El partido no es una recua donde hay un señor que lleva el látigo y los demás no son sino bestias de carga.

“Una sociedad donde no hay disidencia es perfecta para un presidente de ideología, porque su ideal de paraíso es donde las órdenes las da él”

¿A aquellos quienes desconocen la autocrítica y persisten en el error contumaz, qué moral, qué ética les asiste para erigirse en poseedores de la verdad?

El rasgo más terrible que una persona puede exhibir es creer que posee la verdad, porque una vez que cree eso, se cree también con el permiso de hacer cualquier cosa, porque lo suyo es la verdad y el resto está equivocado, está en la mentira, en la oscuridad. Lo peor y lo más peligroso que le puede ocurrir a alguien, sobre todo si tiene poder, es creerse poseedor de la verdad. Primero porque la verdad no existe en ninguna parte, nadie va a una tienda y pide tres kilos de verdad.

La verdad es un hecho que se construye, que se va haciendo entre todos. Los antiguos griegos, y mucho antes que ellos lo hindúes, fueron los primeros que se plantearon la pregunta de qué es verdadero, qué es real y qué no lo es. La verdad, por lo demás, es cambiante, es el hecho más dúctil que hay en la historia. La ciencia vive de negarse a sí misma para seguirse impulsando, y así toda verdad, estética, ética, científica, racional, anímica, etcétera. De allí el peligro de erigirse en detentor de la verdad.

¿Por qué un pueblo, un conglomerado social, es susceptible de ser movido, manejado, utilizado en el sentido de una idea o de un propósito político?

No hay nada más encantador para usted o para mí, que alguien nos diga: “hay un camino a la verdad y es este”, y que además logre convencernos, porque todos queremos eso, todos queremos vivir en el paraíso, en el fondo nuestro deseo último es ir al paraíso, y si el paraíso estuviese en la tierra, tanto mejor. Ahora, en ese encantamiento no incurren solamente los pueblos, entendiendo por tal, la gente que no tiene suficiente formación, que por su propia condición es más susceptible de ser engañada, no.

Aquí el chavismo comenzó con los notables, gente muy preparada, gente muy culta, gente con mucha experiencia, gente incluso que habían sido funcionarios de Estado en altísimos cargos. El presidente Linares Alcántara, escuchando a sus ministros, decía en una reunión de gabinete: “Qué bruta es la gente inteligente”; y en efecto, una persona inteligente puede ser muy torpe a la hora de interpretar, de valorar qué es lo que el país necesita. Los títulos no son una barrera infranqueable para los hechizos y los encantamientos. Por eso es que pueblos tan cultos como el alemán cayeron en brazos del hitlerismo.

¿A qué se debe la resignada pasividad del venezolano ante el desastre que vive el país?

Estoy en desacuerdo con esa formulación, creo que es una pregunta que si nos la tomamos en serio no tiene asidero real. Una buena parte del país ha venido resistiendo desde 1998 incluso, y antes, cuando comenzó a venirse abajo el llamado puntofijismo, que después de modernizar a Venezuela, de construir una economía productiva rica, después de convertir a Venezuela en un país que comenzaba a desarrollarse, de construir un sistema de partidos democráticos que fue estudio en las facultades de ciencias políticas de casi todo el mundo, en concreto de Estados Unidos y de Francia, que yo lo viví.

Ciertamente, una y otra vez puede haber decaimiento y puede haber caídas, porque nunca nada está por completo asegurado, nada podemos darlo por definitivo, por inamovible, y mucho menos por eterno, sobre todo aquí en esta tierra que se caracteriza por su indocilidad. Este pueblo sigue resistiendo. No es verdad que todo el país está entregado. Todos los días, a todo lo largo del país, hay manifestaciones de protesta, de rebelión, de resistencia. Si revisas las encuestas, el 90% está en contra de este gobierno, y ese 90% antes creía que sí, que el señalado por él, sería el mejor de los mundos posibles. ¿Por qué el gobierno no quiere el revocatorio?, ¿por qué no quiere las elecciones regionales?, porque sabe que el resultado ya está cantado y le es adverso. Este gobierno no va a ganar nunca más una sola elección, no tiene posibilidades y ellos lo saben, el camino democrático conduce al gobierno a su caída definitiva.

Joaquin Marta Sosa
«Siempre estaremos a la busca de la gran novela venezolana o del gran poema venezolano», comenta el poeta. Foto: Manuel Alegría

Arte y cultura

En otro orden de ideas, ¿se ha subsanado el sectarismo visceral que dividió al mundo literario y cultural en general. Ha habido alguna aproximación en este sentido o sigue cada quien por su lado?

Yo no creo que cada quien siga por su lado, mi impresión es que los intelectuales, la gente vinculada a la cultura que en algún momento fue pro chavista y creyeron en la Venezuela que Chávez y el chavismo pusieron a circular, una buena parte de esa gente ya recuperó la virtud del escepticismo, recuperó la virtud de la crítica, recuperó la virtud de la disidencia, pero incluso en ese sector, la mayoría, y sobre todo los más calificados, desde el comienzo se mostraron reacios a ser atrapados por esa red de hechicería, y pienso que hoy en día podemos contar con un sector intelectual, cultural, bastante crítico y esencialmente disidente.

¿En términos editoriales, cómo funciona la producción?

Hoy en día el mundo de la cultura, como lo llamaríamos para simplificar un poco, es un mundo muy amplio, muy vasto, muy plural. Hoy tenemos muchas más editoriales independientes que hace 17 años. Igualmente, hoy tenemos más poetas formándose, leyendo, escribiendo, publicando, más narradores, más novelistas que hace 17 años, algunos comparables en calidad con grandes novelistas de la talla de Díaz Sánchez, Pocaterra, Uslar, Núñez, Meneses, Garmendia, Balza; más artistas plásticos, muchas más exposiciones.

El mundo cultural venezolano no se ha rendido, trabaja, produce, se reúne, conversa, publica, proyecta, se prepara. En el mundo musical lo mismo, incluso el cine, que ha sido uno de los aspectos por los que el Gobierno se ha interesado más, ha logrado ser un cine de muy buena calidad en una enorme cantidad de casos. Es decir, que cada uno desde el lugar que le corresponde y la actividad que lo ocupa está trabajando y produciendo; así que si algo está a salvo de la sordidez es el mundo cultural venezolano hoy en día, y las jóvenes generaciones son generaciones que han cultivado la virtud de la rebeldía.

Yo tuve un maestro que decía: “Desobedezca, por si acaso se puede”; y yo le decía, ¿maestro, pero cómo es eso? “Sí, porque su deber es desobedecer. No es seguro que vaya a poder desobedecer, pero desobedezca por si acaso se puede”. Bueno, eso es lo que están haciendo los intelectuales.

«El mundo cultural venezolano no se ha rendido, trabaja, produce, se reúne, conversa, publica, proyecta, se prepara»

¿Usted advierte sobre una edad dorada del relato venezolano, perciben esto en el extranjero?

Bueno, yo no solamente he hablado de una edad de oro de la narrativa, sino también, y fue la primera vez que lo dije en ese sentido, de la poesía venezolana. Nombres como Rafael Cadenas, Hanni Ossot, Eugenio Montejo, Ramón Palomares y un larguísimo etcétera, son nombres que enaltecen la poesía venezolana.

En cuanto a las nuevas generaciones, tenemos novelistas cuyo trabajo ha sido reconocido en el extranjero, algunos de ellos premiados como el caso de Rodrigo Blanco Calderón, Juan Carlos Méndez Guédez, Alberto Barrera Tyszka. A Juan Carlos Chirinos, como a otros los publican; la editorial española Pre-textos, probablemente la más importante en nuestra lengua, tiene a Igor Barreto, Yolanda Pantin, Antonio López Ortega, entre sus autores.

El teatro venezolano ha llegado fuera de nuestras fronteras, entre otras cosas por la diáspora de los artistas y escritores de la telenovela que intentó ser desarraigada de la televisión venezolana. En fin, yo creo que sí, que vivimos una pequeña edad de oro de la narrativa, de la poética, de las artes escénicas, de las artes plásticas y también de la música que se ha desplegado a nivel mundial, no solamente por el proyecto Abreu de las orquestas infantiles y juveniles, sino que en general, hoy tenemos más compositores, una pianista de la altura de Gabriela Montero, grandes cantantes de ópera.

Digo esto porque a veces tenemos la tentación -por lo demás errada- de caer en que este es un país desecho. Por ejemplo, esa portada de la “Times” que circuló con el titular de: “Venezuela es un país que está muriendo”, eso no es verdad, eso puede tener algún valor político, algún valor discursivo, para a través de esa imagen, estigmatizar, interpelar y señalar al gobierno, pero eso en términos reales no es verdad, Venezuela es uno de los países más vivos de la Tierra.

¿Seguimos a la busca de la gran novela venezolana de todos los tiempos?

Siempre estaremos a la busca de la gran novela venezolana o del gran poema venezolano. Probablemente Doña Bárbara es una cumbre que no podremos dejar de reconocer jamás, como novela coral, y a Gallegos como el primer gran novelista que tomó a Venezuela como tema de cada una de sus novelas, y así, Venezuela tiene, regionalmente hablando, una novela de Gallegos, el Zulia la tiene, el Llano la tiene, la zona caraqueña que está hacia El Hatillo y Baruta con “Pobre Negro”, con “La Trepadora”, a pesar de que me luce que se lee poco ahora y que lo medio olvidamos, pensó que es un poco como las ganas de olvidar al padre para ver si el hijo funciona con mayor independencia.

Aun cuando “Doña Bárbara” es la más popular, yo creo que como novela la mejor y la más alta de la literatura venezolana de Gallegos es “Canaima”. Claro, está “Pequeños seres” de Salvador Garmendia, “País portátil” de Adriano González León. cómo podríamos negar que se trata de grandes novelas, la novelística de Victoria de Stefano o de Ana Teresa Torres, y en la poesía, ni se diga.

Lo importante es que nunca creamos que hay una novela que fue definitiva, siempre podrá haber mejores, siempre podrá ser superada. Por ejemplo, un cierto tráfago descriptivo del paisaje que lastra a “Doña Bárbara”, y en general a la novelística de Rómulo Gallegos, ya no lo encontramos en la nueva novela venezolana, que es más desprolija, en el sentido de ser más despojada, limpia y directa, la construcción de los personajes es más compleja, lo cual no significa que en “Doña Bárbara” sea mala.

«Venezuela es uno de los países más vivos de la Tierra»

¿Por qué la poesía es una lucha por respirar como dice el epígrafe de su libro?

Esa es una frase de un poeta norteamericano, Stand, y es una lucha por respirar porque sin la palabra no tendríamos oxígeno, sin la palabra no habría comunicación, sin la palabra no habría vínculos, y la poesía lo que hace, su tarea, es que la palabra sea limpia, desprovista, transparente, que la palabra diga lo que debe decir, sin dobleces, que no sea ficticia, hipócrita o mentirosa, un poco como en el verso de Cadenas: “Que cada palabra lleve lo que dice. Que sea como el temblor que la sostiene, que se mantenga como un latido./No habré de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa, ni brillo a lo que es”. La poesía es el oxígeno para la gente que supone que vivir es algo más que comer y dormir.

¿Cómo llega el poeta a convertirse en novelista?

La novela es un género que por su propia naturaleza tiene unas exigencias muy disímiles a la poesía. La poesía puede ser un rapto, uno puede sentarse y escribir un poema en un minuto. Una novela no se escribe en un minuto. Digamos que la novela es a la poesía lo que el maratón es a los cien metros planos. Rapidez, fulgor, hondura, profundidad.


Joaquin Marta Sosa
“No cesa de llover” no es una novela autobiográfica, aclara Marta Sosa. Foto: Manuel Alegría

Una experiencia límite

Hablemos de la aparición de su primera novela, cuyas trecientas y tantas páginas discurren en una sola noche y cuyo título es “No cesa de llover”. ¿Por qué no cesa de llover?

Yo no lo sé, el personaje es el que dice eso. En la poesía, uno es enteramente dueño de lo que está escribiendo y del sentido de lo que escribe, pero en la novela no, el personaje es un ser independiente, tú eres un simple intermediario; eres el altavoz del personaje. Esa es una novela que yo tenía en la cabeza desde hace muchos años, pero la comencé a escribir un día que me propuse escribir un poema, y cuando redacté lo que me salió fue una prosa que tenía algo de poético pero no era poesía en el sentido en el que yo la entiendo, entonces me di cuenta que la novela había comenzado. Esa novela a la que yo le había dado vueltas por años y años, había comenzado.

Entonces es el personaje el que habla a través de mí, y a mí me ocurrió, a lo largo de los diez años en que la estuve escribiendo, lo que algunos novelistas cuentan, ellos se sientan en la mañana a escribir y tienen clarísimo en la cabeza cuál va a ser el capítulo de ese día, lo que acontecerá en la vida del personaje. Va a llegar el periodista, me va a entrevistar, con él vendrá el fotógrafo que disparará sus fogonazos, etcétera, bueno está claro, entonces me siento, pero resulta que no llegó el periodista, lo que llegó fue la cabra que está pasando por debajo de tu ventana y toca el cencerro.

El que lo acompañaba no era un fotógrafo sino un abejorro que en ese momento entró por la ventana y comenzó a poblar eso que vas escribiendo, bueno era otra cosa. Y creo que una novela necesita que los personajes sean libres, que su historia sea libre y no que tú tengas un control absoluto sobre ella. Yo, por ejemplo, creo que el último Vargas Llosa, con todo y lo impresionante que sigue siendo, es un novelista cuyo calado ha disminuido con respecto a sus primeras novelas, porque las más recientes son novelas muy controladas, novelas históricas, hay una investigación histórica de personajes y circunstancias a la que luego le imbuyes la ficcionalidad, pero, “La casa verde”, “Los cachorros” o “Conversación en la catedral”, tú ves que son novelas que respiran su propio oxígeno, su propio aire, que fue una historia que se construyó a sí misma a lo largo del tiempo en que el novelista la escribió.

Como ensayista ha publicado entre otros: Sociopolítica del arte y la literatura (1975), Maquiavelo o la política como tarea del hombre (1976), La ecología literaria como responsabilidad del escritor (1984). Como antólogo: Navegación de tres siglos/ antología básica de la poesía venezolana (2003 y 2013), Mensaje con destino Mario Briceño Iragorri /antología (2011), Aproximación al canon de la poesía venezolana (2013). Sus poemas han sido traducidos al alemán, italiano, coreano, inglés y portugués. Entre su vasta producción poética destacan Anunciación (1964), Para la memoria del amor (1978), Territorios privados (1999), Las manos del viento (2002), Domicilios del mar (2003), El rio solitario (2004), Amares (2007), Gangia (2011), Campanas de Nogueira (2011), Cartas para Floria (2012), Urbasa (2014), Memorial de la caída, (2015).

En mi caso el fenómeno fue exactamente el mismo, el personaje escribió su obra, lo único que yo le impuse fue el final, pero incluso eso tampoco se lo pude imponer, porque, una vez releyendo la novela, lo que uno hace siempre para releer y corregir, cuando llegué al final que yo había decidido que sería ese y no otro, el personaje me dijo no, ese no es el final, y me contó qué era lo que sucedía después de eso, que es el final que tiene ahora la novela. Si en la novela, tal como está publicada, retrocedes página y media, encuentras cuál era el final que yo decidí, y si avanzas página y media encuentras el final verdadero de la novela, que fue el que el personaje decidió.

Al comienzo de la escritura de “No cesa de llover”, yo tuve claro dos cosas, cuál es el recuerdo que marcó a ese personaje, y es el primer párrafo de la novela; luego que él tenía un secreto que yo no sabía cuál era ese secreto y que esa confesión que hace el personaje a lo largo de una noche es revelar ese secreto y revelárselo a sí mismo, porque yo tampoco estaba muy seguro de que él lo supiera de una manera plena y absoluta, y eso es lo que al final hace la novela, revelar el secreto, y él mismo queda anonadado, ¡ah!, ese era el secreto y yo no lo sabía.

Usted ha dicho que no se trata de una novela autobiográfica…

Sí, yo he dicho que no es una novela autobiográfica, no he dicho que no contenga elementos autobiográficos. La poesía es completamente autobiográfica casi siempre, salvo en el caso de la épica, como en el Cantar del mío Cid, porque como en ese tiempo no se había inventado la narrativa, que vendría luego con Cervantes y compañía.

Yo creo que todo novelista cuando se propone una historia, esa historia inevitablemente está imbuida de su experiencia, de sus vivencias, uno no escribe a partir del grado cero del pensamiento o de la experiencia, tienes un pensamiento, tienes una experiencia, un bagaje, tienes unos hechos que te han ocurrido, y bueno, hay algunos de este personaje, que alguien que me conozca, podrá decir, si esto le ocurrió a él, y es verdad, yo soy emigrante como el personaje, pero yo no soy arquitecto, el personaje sí, él fue líder estudiantil universitario de un movimiento de izquierda, yo también lo fui, pero ese movimiento que ellos fundan alrededor de la arquitectura como profesión social, ya no es mi experiencia, ya no es mi vida, el personaje es un hombre acaudalado, pero yo no me hice rico, yo soy pobre de solemnidad, yo no abandoné a mis hijos, el personaje sí.

En fin, si reconstruyes la historia del personaje encontrarás algunas coincidencias, aunque, repito, no se trata de una obra autobiográfica.

¿Creo entender que en este caso la lluvia funciona como una metáfora del recuerdo?

Claro, porque es un personaje cuya vida, esa noche que él supone que es una noche ya cercana a su muerte, cierra el ciclo, su ciclo vital. El ciclo se abre cuando siendo niño, lo hacen abandonar su aldea, y es una madrugada de una lluvia tormentosa que se le quedó marcada en el recuerdo de manera indeleble, para siempre. Luego él, a lo largo de la novela, convierte la lluvia en metáfora del recuerdo; no cesa de llover es que no cesan de lloverle los recuerdos.

La novela ciertamente transcurre en una noche, aun cuando esa noche comprime ochenta años de vida, es él contando su propia vida. Esa noche llueve intensamente y además hay cohetería, explosiones, cornetazos, bulla, y él cree que la gente está celebrando el fin del año, pero después se da cuenta que no es el fin del año, que la cohetería y todo ese ruido, es por otra razón.

¿Qué le pareció la experiencia de la novela? ¿Qué está preparando, qué otra cosa tiene por ahí? ¿Piensa convertirse en novelista?

Mira, la experiencia de la novela fue una experiencia límite, en el sentido de extrema y gratificante. Es decir, que cuando uno termina la novela, cuando sabes que has logrado escribir trescientas cincuenta páginas a lo largo de diez años, y que ni los terremotos lograron impedir que tu sobrevivieras a eso, bueno, es una experiencia muy gratificante, y en ese sentido es una experiencia superior a la del poeta, al menos en mi caso, donde la satisfacción del poeta es mucho más orgásmica, la del novelista es mucho más prolongada, es la del corredor de larga distancia, del maratonista, que es otra satisfacción, correr los cuarenta kilómetros y llegar a la meta.

Bueno, después de esto nada, con No cesa de llover, y con el poemario que debe aparecer este año titulado: Memorial de la caída, cierro mi ciclo de escritura, porque, pienso que así como los boxeadores, que en un cierto momento se dan cuenta que hay que retirarse, cuelgan los guantes, bueno, yo cuando terminé la novela y concluí el poemario que es un poemario muy político por cierto, aun cuando no es estrictamente de política ni mucho menos, bueno me dije: ya está, es suficiente, hasta aquí llegué, en este campo ya no tengo otra cosa que hacer. ¿Qué tengo qué hacer, lo que aprendí en mi viaje a la India. Llega un momento en que lo único importante en la vida es prepararse para morir bien; y que de los errores y los pecados de los que te has librado hasta ahora, no vayas a cometer la estupidez de incurrir en ellos, ahora que eres viejo.