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La sensatez ausente

Venezuela vive una crisis ética. Sus derivaciones económicas o políticas son importantes. Pero todo tiene una matriz ética


Julián Rivas

Venezuela es blanco de guerra político-diplomática orquestada por Estados Unidos. Los gringos tienen sus piezas internas, la derecha agrupada en la MUD. ¿Qué hacer? Sencillo, derrotarlos.

El referendo es una excusa, y los argumentos son ridículos cuando provienen de países subalternos a Washington, como Paraguay.

Ahora, la profundización de las transformaciones políticas iniciadas en 1999 obligan a debatir. Organización y ética por delante.

Hay que derrotar el hampa, reducir el delito. Pero sobre todo hay que redefinir la organización de las actividades en el territorio nacional y revisar rol centralista caraqueño. Y más importante todavía, hay que estimular las inversiones productivas, tanto de bienes productivos duraderos y de consumo inmediato (caso de los alimentos y bebidas, productos de limpieza). Si se avanza en esto, la especulación cederá terreno.

La política en Venezuela se hace sin memoria. Aquí cualquier torturador de hace veinte años dice que es demócrata. De la misma manera un viejo izquierdista termina siendo un vulgar reaccionario. Aquí sobran los intelectuales rajaos. Dios mío, ¿dónde está la sensatez de esta gente?

Venezuela vive una crisis ética. Sus derivaciones económicas o políticas son importantes. Pero todo tiene una matriz ética. Hay que reconocer las crisis, como la presente.

Desde una perspectiva revolucionaria, la salida de toda crisis debe ser revolucionaria. Para un reaccionario, la salida debería ser reaccionaria. Esa es la diferencia fundamental.

A veces uno se sorprende que todavía en medios que se llaman oficialistas, especialmente en esos programas de opinión en televisión, algunos sujetos digan que “hay problemas”.

No, hay crisis, lo cual no es malo. En sentido contrario, los reaccionarios sostienen que no hay guerra económica. Qué apretaos.

El caso es que hay gente que no aprende ni en el libro Rondita ni en las leyes de la vida. Ni en el liberalismo ni en el marxismo. Ni en la racionalidad ni en la espiritualidad. Y se atreven a asegurar que son políticos.

Más sabio es el pueblo. Una señora esta semana me dio su opinión sobre la oposición que llama a tomar Caracas el primero de septiembre: “Esta gente tiene años que no cogen real. Están locos por tomar el gobierno”.

Por su parte, en el lado que llaman oficialismo, hay quienes creen que la revolución es con ellos y solamente con ellos. ¡Adónde va el proceso revolucionario iniciado por Chávez?, se pregunta un amigo. ¡No es el circulito ni el club de amigos, ni cuatro familias, es el pueblo el que debe decidir! El amigo cree que hay que evaluar lo que pasa en Venezuela. Asunto de liderazgo, y el liderazgo debe ser sabio.

El mal no es nuestro, en parte nos viene de España. Ahí está Colombia. Esta semana se celebra un acuerdo de paz entre el gobierno y la principal guerrilla. Pero a qué costo, mi Dios. No se habla de las bases norteamericanas en Colombia ni los crímenes de guerra.

Debe haber reflexión. De España nos viene mucho. Unas para orgullo y otras para vergüenza. Por eso la semana pasada censuramos al sujeto que en el canal Tves y en medio de un rimbombante Corazón Llanero, dijo en La Habana: “La cultura de nuestro país viene del llano”. ¿Qué es?

Algunos atribuyen los problemas de gobernabilidad en Venezuela a cuestión de plata. Por eso Fedecámaras anda loca por meterse en unos reales, o mejor dicho, unos dólares. Pero cuidado, este país requiere producir seriamente.

Ojo, no es asunto de centavos, es de sudor, para entre otras cosas comer bien, en un proceso productivo dirigido por los trabajadores.

Este error de seguir pensando que la lotería o una bomba minera nos va a sacar de pobres solo trae decepciones, lo barato, o tragedias, que es peor. Es un mal viejo, si lo vemos bien, se nutre en la vieja forma española de gobernar. Y debemos aprender.

Venezuela tiene un serio problema de producción y productividad. Hoy, en cierto sentido, es la mejor muestra de que la burguesía no es la base para construir una nueva economía. Es el pueblo. Son los pequeños y medianos productores, que por lo demás llevan siglos en eso.

En la España del siglo XVII hubo un debate sobre la economía y la mejor manera de conducir al gobierno.

La vieja España se había nutrido del oro y la plata de sus colonias a lo largo del siglo anterior. La minería sirvió para resolver aprietos del Estado, para hacer las llamadas guerras de religiones de Carlos V y Felipe Segundo y Felipe III.

Hubo una familia que ocupó los primeros lugares en la administración del reino, los Zúñiga.

Gaspar de Zúñiga, Baltazar de Zúñiga, fueron hombres que parecieron salidos de los reyes magos, pero el saldo de su administración en la Península y América no lució muy claro. Se habló de la “Sociedad de rentistas” que dominaba la España del siglo XVII.

Entre los críticos hubo un señor de nombre Martín González de Cellorigo, economista, quien publicó en Valladolid en el año 1600 su famoso “Memorial de la política necesaria y útil restauración de España y estados de ella, y desempeño universal de estos reinos”.

Además de ese libro, sobraron otros comentarios suyos sobre economía española, y de sus colonias, que deberían ilustrar a los gobernantes de hoy: “La riqueza ha andado y anda en el aire, en papeles y en contratos, censos y letras de cambio, en la moneda, en la plata y en oro”, en vez de dedicarse a inversiones que aumenten la riqueza nacional, según recopila J. H. Elliot en su libro “El Conde-Duque de Olivares”.

Bueno, salgamos de España y vayamos a la época republicana. Muy temprano, sea como Colombia o como Venezuela, hubo observadores de la época que también hicieron advertencias.

Es el caso de Tomás Lander, tan caro a algunos que se hacen llamar liberales.

Hubo un momento que preguntó, en 1835: “… La heroica y desventurada Venezuela, ¡tendrá que ser esclava de un poderoso extranjero, o que ver a sus hijos desplazarse recíprocamente? ¿No habrá medio entre estos dos extremos, el uno degradante y el otro abominable?”.

Qué curioso, esto lo sostuvo Lander en su escrito “Mi delirio sobre la guerra civil”. Visto hoy, pareciera que además de degradante y abominable, Venezuela para la oposición vale poco.

Un señor de apellido Florido, Desflorado, qué se yo, fue a Paraguay a pedir que nuestro país sea desalojado de la presidencia de Mercosur. ¡Pobre loco!.

Soy reacio a hablar mal de algún país. Pero como periodista debo hacer referencia a observaciones que uno escucha por ahí. Por lo visto, ni en Buenos Aires creen en el rol de Paraguay como líder de un bloque diplomático. Eso lo creen Capriles, Henry Ramos y Florido.

Estados Unidos es el de la maniobra, el padrote de la oposición derechista y perrorabiosa.

Venezuela debe superar este momento con más democracia revolucionaria. Viva Venezuela y su pueblo.