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Historias de la decadencia del Metro de Caracas

Metro de Caracas

Robos, apagones, mal funcionamiento. El sistema de transporte que en otros tiempos era orgullo de los venezolanos vive su momento más oscuro


Dilibeth Torres

“Había retraso en la línea 2, nos desalojaron en Las Adjuntas, todo era un caos. Decían que era por fallas eléctricas… Esto es todos los días que uno se monta en el Metro, los vendedores si no les compras se molestan, los vagones parecen el mercado de Quinta Crespo, los indigentes pidiendo comida o dinero, el hacinamiento… vamos todos como cochino en camión. ¡Ya estamos cansados de sobrevivir así! Yo tengo que pasar por esto todos los días para llevar a mi chamo al colegio e irme al trabajo sola de lunes a viernes. Gracias a Dios el fin de semana me limito a descansar de este bendito trajín”. Así relata Elisabeth Machado, quien trabaja en casa de familia, su experiencia en el subterráneo caraqueño, un sistema de transporte inaugurado en enero de 1983 que en los últimos años se ha deteriorado.

El Metro de Caracas es el medio de transporte que más utilizan los ciudadanos para movilizarse en medio del caótico y congestionado tráfico de la superficie capitalina, pero ha sucumbido a la crisis que arropa al país en diferentes ámbitos. Luis Marcano Flores es un enfermero de 25 años de edad que utiliza regularmente el Metro. Cuenta que su destino diario es la estación de Plaza Venezuela. En el recorrido ha sido testigo de apagones y desalojos desordenados, Dice que es los “más caótico” que le ha pasado en varias oportunidades. “Llevo dos años usando el Metro, porque a mi carro no le he podido comprar la batería ni los costosos repuestos”.

Los robos, la inseguridad, la escaleras mecánicas que no funcionan o las que funcionan a medias, los andenes sucios y los trenes con malos olores son parte de las quejas más frecuentes entre los usuarios.

Jesús Rivas, empleado de mantenimiento, relata que a diario utiliza la estación de Sabana Grande, cuando su jornada laboral termina a las nueve de la noche. El recorrido lo lleva hasta Las Adjuntas. “Es terrible ver los choros que pululan por las estaciones esperando a sus presas. En una oportunidad me arrebataron el celular por incauto. Ahora cargo un perolito para no llamar la atención”.

Danny Acosta,  de 23 años, y su amiga Yeri son vendedoras ambulantes. Comercian chucherías en la estación Bellas Artes. Ambas se turnan y se cuidan de que los “recogelatas” y la policía no les roben la mercancía. “El dinero es para comprar la leche y la comida de la niña de Yeri”, cuenta Danny, protagonista de otra de esas historias que se recogen en las profundidades de Caracas.