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Jesús Silva: Chavismo no debe odiar a la clase media

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Ya basta de embrutecer al venezolano y sembrarle envidia contra aquel que es exitoso o próspero, en vez de ponerlo a producir y a superarse


Jesús Silva

La envidia es el homenaje que los mediocres le rinden al talento.

Hablo como uno de millones de venezolanos profesionales, más allá de colores políticos, que trabaja honestamente y tiene derecho a disfrutar el fruto de su labor por cuenta propia. Mi situación como ciudadano de clase media refleja la de millones de personas que somos ofendidos por una propaganda ideológica salvaje que espanta votos e incita al odio social entre compatriotas.

Ya basta de embrutecer al venezolano y sembrarle envidia contra aquel que es exitoso o próspero, en vez de ponerlo a producir y a superarse. Seamos realmente revolucionarios y dejemos tanta miseria espiritual y mezquindad. Respetemos el talento y trabajo de los demás, el país necesita hijos dignos, no sirvientes ni focas adulantes.

No institucionalicemos la mendicidad, ni la mediocridad, ni la envidia. Eliminemos la pobreza y hagamos de Venezuela un país de extensa clase media. Que el pueblo bien alimentado y con salud vote libremente y sabiamente por quien lo haga mejor. No tengamos miedo al verdadero socialismo (Marx dijo: súper abundancia de las mercancías, no escasez).

Hay dos grupos de criticones: los de izquierda dicen que estudiar en el Imperio es traición (pero no dicen nada de la linda abogadita que finge acento gringo. ¡Oops! obvio, ella pertenece al club de amigos y yo caigo mal porque no les jalo); y los de derecha dicen que los chavistas somos todos marginales por lo tanto nos toca estudiar sólo en la UBV.

Pues ambos grupos son dirigidos por imbéciles, con doble moral y doble discurso. Que quede claro: hay gente que es chavista por necesidad o por oportunismo, o sea, mientras el Gobierno les provea cargos o contratos, estos campeones del jalamecatismo se pondrán camisa roja y gritarán con fingida pasión todas las consignas que tanto se repiten en TV. Esa es la gente bruta y resentida social que dice que estudiar en EEUU es malo pero tienen a sus hijos allá con dinero del Estado que le chupan a Cadivi, Sicad, Dipro o como se llame ahorita.

Pero hay otro tipo de chavistas que somos de convicción, somos los de a pie, los que toda la vida hemos militado en el socialismo antes de que naciera el propio chavismo. Abiertamente lo decimos, venimos del marxismo, en mi caso soy hijo de un guerrillero comunista alzado contra los gobiernos asesinos y ladrones de AD y Copei. Toda mi vida he sido militante marxista, primero en el PCV (sector anti calderista) y luego en el PSUV gracias al llamado unitario de Hugo Chávez. Pero también he estudiado en EEUU y adapto mi doctrina al contexto democrático y globalizado del siglo XXI; aún así no tengo rabo de paja, a diferencia del obeso abogado salta talanquera y prevaricador que llamó a la marcha antichavista sin retorno.

Basado en mi ética y aprendizaje ancestral, vivo del trabajo profesional por cuenta propia y rechazo privilegios burocráticos como cargos, contratos, etcétera, para preservar mi libertad de pensamiento y hablar sin bozal de arepa. Soy Chavista de a pie y así me quedo feliz. No pido nada material, sólo respeto.

Que sectores radicales de oposición (enfermos de odio e ignorancia) digan en redes sociales que todos los chavistas somos iguales es una estupidez gigantesca que no merece debate, basta con que nuestra vida pública hable por si sola porque en definitiva Venezuela nos conoce y la mayoría popular nos respalda mediante incontables manifestaciones de afecto. Nadie le tira piedras a un árbol que no da frutos.

Sepa mi pueblo de a pie que la crisis económica actual que padece Venezuela no podrá exterminar nuestro combate por construir el socialismo en nuestra patria, más bien asumimos ese problema como un reto histórico y seguimos proponiendo e impulsando soluciones revolucionarias para erradicar la corrupción, el burocratismo y el sectarismo que amenazan con destrozar a la revolución bolivariana.

Reinan tiempos de adulancia pero no me inviten a esa fiesta.