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Jesús Silva: Casi lavan mi cerebro en Estados Unidos

Donald Trump | Jesús Silva: Casi lavan mi cerebro en Estados Unidos

Es hora de abandonar posiciones intolerantes y encontrar puntos de acuerdo entre diferentes sectores de la sociedad


Jesús Silva R.

Por algo los envidiosos (pseudochavistas) dicen todavía que soy agente de la CIA. Siento que esa calumnia me cotiza como un personaje políticamente atractivo porque los gringos no se fijan en pendejos. Hoy les cuento un hecho de la vida real. Era una fría noche de 2017 en Estados Unidos, cuando un grupo de jóvenes intelectuales de diferentes países invitados por la superpotencia norteamericana para eventos académicos, discutían sobre temas políticos polémicos, entre estos: Donald Trump. Una chica estadounidense, un egipcio, un israelí, un serbio, un tailandés, todos con Hillary Clinton, polemizaban con un venezolano que por cierto era el único en defender a Trump (el enemigo de mi enemigo es mi amigo).

Las posiciones eran irreconciliables, cada quien se aferraba a la suya. Hasta que de pronto apareció una solución mágica, una sorprendente máquina de lavar cerebros. Al menos así la bauticé y el grupo me apoyó.

Tenía forma de carrusel y subir en ella significaba liberarse del estereotipo de adulto intransigente y era actuar como niños sin poses ni prejuicios, representaba más que un gesto simbólico, expresaba un acto concreto de desprenderse del ego, de los dogmas personales. Esto hace mucha falta en Venezuela donde dos polos han sido incapaces de alcanzar acuerdos para la paz y se insultan mutuamente.

Sin embargo meterse en aquel aparato gringo era peligroso porque daba vueltas a alta velocidad y podía volver loco a cualquiera o dispararte lejos como una bala de cañón.

Todos se montaron. Dar tantas vueltas era lo más parecido a abrir la mente, a darle cabida a otros criterios. El tailandés fue quien más vueltas dio y yo me encargué de ello haciendo girar la máquina velozmente. Quizás mi saña fue porque en su país asiático manda un Rey y no hay democracia como las del mundo occidental que conocemos. I’m sorry.

Solamente la gringa y yo nos opusimos a montarnos y seguimos discutiendo hasta el final del viaje. Ella trató de obligarme. Ambos estallamos en risa. Yo le dije que se metiera ella primero en la máquina y después yo. Quizás nos parecimos a los tercos gobiernos de nuestros respectivos países que se niegan a sacudir sus mentes y a darse una nueva oportunidad de amistad o al menos coexistencia en paz.

En fin, toda esta moraleja sirve para hacer un llamado urgente a Venezuela: es hora de abandonar posiciones intolerantes y encontrar puntos de acuerdo entre diferentes sectores de la sociedad, esa es la fórmula para detener la violencia callejera e impedir que sigan muriendo venezolanos.

Esto suena fácil pero ha sido difícil aplicarlo, creo que la violencia ha ganado espacios, empezando por las redes sociales donde abunda un lenguaje con el que muchos ciudadanos insultan, promueven odio y amenazan de muerte a todo aquel que piense políticamente distinto. En mi corazón no hay odio contra nadie y espero que sectores enfermos se liberen de ese miserable sentimiento.

En materia de violencia, el lenguaje generalmente conduce al acto. Esto ocurre como un proceso de acumulación de rabia y locura colectiva que tiene que ser evitado porque si avanza puede ocasionar una etapa de tragedia nacional.

Venezolanos del chavismo y de la oposición, reflexionen: no más terrorismo, no más muerte, lavemos nuestros cerebros nosotros mismos y aprendamos a vivir en paz resolviendo nuestras diferencias sin violencia.

http://jesusmanuelsilva.blogspot.com