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Cipriano Fuentes: El sueño de la fiscal general

Luisa Ortega

Esta mujer cuenta con el respaldo explícito de más del noventa por ciento de la población, incluso de los chavistas honestos, que los hay por cientos de miles


Cipriano Fuentes

Nativa de Valle de la Pascua, estado Guárico, abogada, casada y madre, militante toda su vida en la izquierda democrática —y en consecuencia, tolerante, de pensamiento abierto, respetuosa de las ideas de los demás—, sueña con despertar en un país, Venezuela, donde se respete plenamente el Estado de derecho; haya efectiva separación de poderes; los tribunales —todo el sistema de justicia— responda a criterios profesionales, legales, sin injerencismo político partidista; donde el Jefe del Estado cumpla y haga cumplir la Constitución Nacional y la demás leyes; en el que exista plena libertad de expresión y de información; una nación en la que se desarrolle una economía de libre mercado con justicia social; no se trate de imponer postulados del marxismo trasnochado —fracasado y superado en la historia— como el de la economía de planificación centralizada, el control social y otras impertinencias y regorgayas fósiles del pensamiento político universal; donde los ciudadanos puedan contar con altos niveles de seguridad personal y la propiedad privada, así como las otras formas modernas de propiedad, sea respetada tanto por el Estado como por los particulares, aun cuando sean personas naturales o jurídicas. Y un país, en fin, en el que nadie dude de la rectitud del proceder de sus instituciones locales, regionales o nacionales, incluido el comportamiento de los Poderes Públicos, como el Tribual Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, responsable de garantizar elecciones justas, confiables, universales, directas y secretas, como lo manda la Carta Magna y las legislación en la materia.

(Debo hacer un paréntesis y solicitar permiso al lector para una vanagloria personal: nosotros fuimos uno de los primeros —si no el primero— de los columnistas de prensa venezolanos, que tuvo la pre visión, la visión previa, de confiar en las acciones de la fiscal general Ortega Díaz, cuando desde su elevada posición, apenas asomaba la punta del iceberg de sus decisiones en la búsqueda de un camino hacia el restablecimiento de la plena legalidad democrática en Venezuela.)

Ortega Díaz quiere —sueña— con el imperio de la ley, el reino de la legalidad y un Estado-nación independiente, de ciudadanos libres que luchen por la libertad y la gloria en una sociedad igualitaria y sin gríngolas ideológicas de ninguna naturaleza. Y la tendrá: el país con que la abogado Luis Ortega Díaz sueña, comenzará a ser dentro de poquísimo tiempo una realidad.

Esta mujer de faldas y pantalones bien puestos y mente mejor equipada está a la altura de otras mujeres que, en su momento y sus circunstancias supieron asumir el grande papel que la historia les ofreció: Gorda Meyer, Indira Gandhi, Margaret Thatcher —en otros lados del mundo—y Luisa Cáceres de Arismendi, Eleonora Roosevelt y Violeta Barrios de Chamorro —en este lado—. Y entre los verdaderos mártires del pasado está el celta Roger Casement, por igual héroe y villano. Él, como nuestra heroína la fiscal general Luisa Ortega Díaz, sufrió toda clase de infamias, insultos, difamaciones e intentos de demolición de su imagen pública. Pero los miserables del gobierno de los peores no tendrán éxito, porque esta mujer sublime cuenta con el respaldo explícito de más del noventa por ciento de la población, incluso de los chavistas honestos —que los hay por cientos de miles— y, no menos importante, tiene el apoyo de la comunidad internacional en pleno, que estupefacta observa los hechos. Ella participará con ahínco —y sin vacilaciones— en la reconstrucción material y moral del país, y su nombre será recordado por la eternidad como de ejemplo de entereza, valor e integridad personales.

Cuando la fiscal general despierte de su inmarcesible sueño, el dinosaurio —cual cuento de Augusto Monterroso— todavía estará allí; pero esposado y debidamente custodiado por sus víctimas de hoy para ser entregados, unos a la justicia penal internacional y otros para ser juzgados por nuestros propios tribunales que, en acto de grandeza, respetarán —con celo— sus derechos procesales y humanos, de una manera como los villanos de ahora no hicieron con nuestro pueblo.

@renglon70