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José Noguera Santaella: “La inflación no tiene límites”

José Noguera Santaella

“Venezuela gasta inmensas cantidades de dólares comprando gasolina a 2 o 3 dólares por galón, para regalarla dentro del país”, resalta el experto


Enrique Meléndez

El economista José Noguera Santaella considera que hay un mito en un sector importante de la población venezolana de creer que un aumento de sueldos genera inflación, aunque sí le parece que por la vía de los aumentos compulsivos tampoco se va a lograr un equilibrio entre los ingresos de los ciudadanos y el costo de la vida, como aspira el Gobierno.

Recuerda que eso fue lo que llevó al “colapso de la democracia” en 1998 y que en la actualidad erosiona el capital político de Nicolás Maduro.

“El equilibrio al cual aspira el Gobierno no ocurrirá hasta que los salarios no se alineen con la productividad”, afirma el profesor titular de la Universidad de Santiago de Chile, quien también estuvo en Europa del Este trabajando en el proceso de transición del comunismo al capitalismo.

“Desde la década de 1970 la productividad ha ido cayendo de forma sostenida”

¿Cómo ve usted la medida gubernamental de permitir la libre convertibilidad del yuan, del rublo y de la rupia, en reemplazo de las transacciones en dólares, en las casas de cambio?

—El nombre de la moneda china es el renminbi, pero la unidad de cuenta es el yuan. La tasa de cambio del renminbi son 10 yuanes por dólar. Todo eso es propaganda. La única moneda sobre la cual el Gobierno tiene el poder de permitir la libre convertibilidad, es decir, su libre compraventa, es el bolívar, pero sobre el cual tiene un estricto control de cambios. Por otra parte, la rupia ya es de libre convertibilidad y el Gobierno chino tiene un control de cambios sobre su moneda y no hay nada que los venezolanos podamos hacer sobre eso. En todo caso, el problema no es la convertibilidad, sino realizar transacciones en dólares, lo que se le está haciendo cada vez más difícil al Gobierno. El problema de fondo es que entre el dólar, el euro, la libra y el yen se abarcan casi la totalidad de las transacciones internacionales que se realizan en el mundo. Sin utilizar esas monedas, sobre todo el dólar y el euro, es casi imposible comprar ni vender en otros países.

El Fondo Monetario Internacional estima para Venezuela una inflación de más de mil por ciento para finales de año. ¿Usted está de acuerdo con la tesis de que nuestra economía ya tocó los niveles hiperinflacionarios?

—No hay límites en lo que se refiere a la inflación. Hay países que han tenido tasas de inflación muy superiores a la nuestra. En Latinoamérica el récord lo tiene Bolivia con más de 20 mil por ciento al año, y a nivel mundial lo tiene Hungría con 150 mil por ciento diario. El único que puede poner límites es el Gobierno y cada día nos envía más señales de que no tiene intenciones de hacerlo.

Una inflación mayor de mil por ciento para este año suena razonable, pero hay que observar que esas estimaciones no son producto de un estudio de los precios en terreno, sino de proyecciones que se hacen utilizando técnicas matemáticas. Así lo hace el FMI, la CEPAL y todos los que están diciendo algo sobre Venezuela.

«Sin utilizar el dólar, el euro, la libra y el yen es casi imposible comprar ni vender en otros países»

El presidente Nicolás Maduro ha dicho que con el incremento de los sueldos y la “sinceración” del precio de 50 productos de la dieta básica se va a lograr el equilibrio del ingreso de los venezolanos. ¿Qué piensa usted?

—No se va a lograr tal equilibrio. Pareciera que ni siquiera se entiende bien el término. En una economía donde el control del Gobierno es excesivo, éste accede a aumentar precios para hacerle rentable a las empresas aumentar la producción, pero por otra parte teme que ese aumento de precios deteriore aún más el salario.

En Venezuela se ha creado una especie de mito en un sector importante de la población de que un aumento de sueldos genera inflación, pero eso es falso. Si acaso, los sueldos responden a un aumento en los precios. Si la economía aumenta la producción, porque mejora la tecnología o la destreza de los trabajadores, se fabricarán más alimentos, automóviles, etcétera, las empresas tendrán la necesidad de emplear más trabajadores y esto hará subir el salario.

Los precios no solo no subirán, sino que a lo mejor bajan. En Venezuela ha venido ocurriendo el fenómeno contrario desde la década de 1970. Desde entonces, la productividad ha ido cayendo de forma sostenida, lo que ha ido deteriorando el salario, que nos permite comprar menos. Este proceso fue lo que llevó al descontento progresivo y eventual colapso de la democracia en 1998 y que está minando el capital político del actual régimen. El equilibrio al cual aspira el Gobierno no ocurrirá hasta que los salarios no se alineen con la productividad.

¿Cómo ve usted las medidas sancionatorias que adoptó el Gobierno de Donald Trump para Venezuela?

—Las sanciones limitan la capacidad del Gobierno de endeudarse y de disponer libremente los ingresos que obtenga de Citgo. Esto último tiene un impacto relativamente pequeño sobre las finanzas del Gobierno y, por ende, sobre la economía del país. Más lo afecta la incapacidad de endeudarse, porque tiene que encontrar dinero que no tiene para pagar la deuda. No hay forma de que estas medidas no afecten a la economía, pero sería erróneo pensar que los problemas de Venezuela se deben a eso, ya que sólo con eliminar el control de cambios la economía obtendría muchísimos más recursos de los que necesita para pagar por el servicio de la deuda.

«El equilibrio al cual aspira el Gobierno no ocurrirá hasta que los salarios no se alineen con la productividad»

El economista Ricardo Hausmann considera que Venezuela necesitará una asistencia financiera por el orden de los 100 mil millones de dólares para poder salir de la crisis que padece hoy en día. ¿Está de acuerdo?

—Hay varios economistas que han venido haciendo tal afirmación, pero no es necesariamente cierto. Pareciera que Venezuela no aprende de su propio pasado. En los 50, los 70, los 80 y los 2000, por diversas razones, Venezuela recibió cantidades gigantescas de dinero, y en cada caso el episodio terminó en una crisis económica ocasionada por un régimen cambiario inapropiado. Si el dólar tiene un precio fijo, a medida que entra más dinero, los productos locales se encarecen y este dinero se desvía a comprar productos extranjeros, incluyendo los financieros.

Ese es el fenómeno del Ta’ barato. Al final sólo te quedas con una deuda mayor a la que previamente tenías. De forma que adquirir 100 mil millones de dólares sin un plan integral bien diseñado que incluya una reforma fiscal, un régimen cambiario bien diseñado y un plan de industrialización que le dé credibilidad y sostenibilidad a la economía, entre otras cosas, es como querer crear una orquesta solo con dos timbales. Aunque los timbales pueden ser útiles, puede que incluso no sean necesarios. Brasil, por ejemplo, con una inflación mucho mayor a la nuestra, la bajó a un dígito e hizo crecer a su economía sin endeudarse ni negociar con el FMI.

¿Cómo ve usted el futuro de nuestra industria petrolera, tomando en cuenta el desplazamiento que se ha venido operando en el mercado de la energía fósil por otras fuentes energéticas?

—Muy difícil. Venezuela tiene décadas disminuyendo su producción per cápita de petróleo, que fue siempre la base de su crecimiento económico, y a pesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo, nuestro petróleo es costoso de extraer y el mercado mundial está full de petróleo y otras fuentes de energía. Así, la única forma de crecer es quitándole mercados a otros productores, lo que siempre es difícil.

Después están las restricciones de la OPEP. En este sentido, una opción sería aumentar la producción local y destinarla a empresas como Citgo y otras similares que se compren. Otra es aumentar la producción de petróleo para ampliar la capacidad de refinación, pero también teniendo en la mira a otras industrias como la petroquímica. Pero eso implica grandes reformas legales, y con una mentalidad donde paradójicamente, en nombre del nacionalismo, la legislación venezolana prohíbe venderle a un habitante de Valencia el petróleo, que sí le vende a un residente de Boston, así ambos lo usen para producir lo mismo; digamos, botones. Ese tipo de legislación, falso nacionalismo y tabúes ideológicos deben eliminarse, si se quiere tener una industria petrolera pujante.

«La legislación venezolana prohíbe venderle a un habitante de Valencia el petróleo, que sí le vende a un residente de Boston»

¿Cuáles son, a su juicio, las principales medidas que habría que adoptar para salir de la actual crisis económica y enrumbar el país nuevamente?

—En el país existen tres crisis. La primera de ellas es una crisis de escasez. Si vas al mercado, no encuentras comida; si vas a la farmacia, no encuentras medicinas; y así sucesivamente. Esta crisis de escasez es relativamente sencilla de resolver, pero tiene tragos amargos. La escasez viene en parte porque el Gobierno imprime muchos bolívares y una vez con los bolívares en la mano no hay suficientes cosas que comprar.

Esto ocurre porque esa impresión de dinero no va de la mano con una mayor producción, sino que, por el contrario, la producción está disminuyendo. En parte también viene dada porque los mercados están regulados y el Gobierno no permite ajustar los precios. En otras palabras porque la demanda es mayor que la oferta. Esto se resuelve dejando que los precios aumenten.

La gente demandará menos y los mayores precios estimularán a quienes se atrevan a aumentar su producción en las presentes condiciones. Ahora, este es un proceso doloroso por varias razones. Eliminar la escasez no significa que todos podrán comprar a los actuales precios, sino que quienes tengan dinero para pagar podrán comprar, pero actualmente Venezuela tiene una población empobrecida a niveles tales que muchos no tendrán suficiente dinero para pagar ni comida.

Eso implica, por ejemplo, que habrá que aumentar el precio de la electricidad, de lo contrario ninguna empresa privada se animará a invertir en el sector. En esto no podemos contar con el Gobierno, el cual ha mostrado ser altamente incompetente. Otro ejemplo es la gasolina. Tú escuchas con frecuencia llamados a la gente a no consumir gasolina, basados en que es más barata que el agua, pero el verdadero argumento es que Venezuela gasta inmensas cantidades de dólares comprando gasolina a 2 o 3 dólares por galón, para regalarla dentro del país. El punto es que por cada galón de gasolina que dejemos de comprar a los Estados Unidos, podremos utilizar esos 3 dólares en traer más medicinas al país, pero la gente no va a dejar de consumir gasolina a menos que aumente el precio. La última vez que se reportó cuánto se compraba a los Estados Unidos, se lo escuche a Rafael Ramírez hace unos 5 años, y hablaba de 10 mil millones de dólares. Actualmente esa cifra debe ser mayor.

«Por cada galón de gasolina que dejemos de comprar a los Estados Unidos, podremos utilizar esos 3 dólares en traer más medicinas al país»

La segunda crisis se refiere a aquellos problemas que afectan a la población diariamente, pero que no son de solución inmediata. Me refiero principalmente a la inflación y el crimen. Yo no soy experto en crimen, pero sí sé muy bien cuáles son sus consecuencias sobre el crecimiento económico. Con las actuales tasas de crimen va a ser difícil atraer buenas inversiones, porque la gente siempre valora la vida antes que todo. Aparte de que es un asunto de sensibilidad social. En cuanto a la inflación, lo bueno que tiene la mala situación de Venezuela es que, posiblemente, se pueda disminuir sustancialmente sin un costo social muy alto. Típicamente el problema de disminuir la inflación es que requiere de una reforma fiscal que acabe con la impresión de dinero para financiar al Gobierno. Esto es necesario hacerlo.

El problema es que como los precios y los salarios vienen subiendo como consecuencia del pasado, por inercia, cuando el Gobierno detiene la impresión de dinero, esos productos con un precio mayor no encuentran venta y esos salarios más altos tampoco encuentran quienes los contraten, por lo que se produce una recesión que, con frecuencia, obliga a los gobiernos a abandonar los procesos de ajuste. En consecuencia, para doblegar la inflación, hay que detener esa inercia, y eso es lo difícil. Esa es una ventaja de la dolarización, que se elimina el problema de la inercia, pero la dolarización tiene otros problemas, y es que si nuestra economía no crece al mismo ritmo que la de los Estados Unidos, va a entrar en recesión. Eso es lo que está ocurriendo en Ecuador y en España, aunque está atada al euro.

La tercera crisis es la de crecimiento económico. Venezuela intentó crecer inicialmente solo basado en petróleo. Luego vino la sustitución de importaciones que no funcionó, y en este siglo las estatizaciones masivas, que nos han llevado a la situación actual. Si la estrategia económica se limita a abrir la economía y disminuir la inflación, los beneficios en términos de crecimiento económico se verán, relativamente, pronto, pero en una década tendrás una economía estancada.

Un plan de industrialización a largo plazo, que convierta a Venezuela en una potencia económica, debe incluir una reforma monetaria bien diseñada que permita mantener la competitividad de la economía, una reforma educativa profunda que le dé calidad de primer mundo a nuestras escuelas, y una estrategia de industrialización donde el mercado juegue un papel central, aunque esto no quiere decir que necesariamente vaya a ser el único jugador.