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Jesús Silva: He visto morir revoluciones

La propuesta revolucionaria es: aprender de los errores de la URSS para nunca repetirlos


Jesús Silva R.

En octubre de 1917 se desencadenó un proceso revolucionario que rescató a pueblos dispersos y subdesarrollados hasta convertirlos en una poderosa alianza de naciones que cambió para siempre la historia de la humanidad. Fue la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, también conocida como URSS, un Estado integrado por quince naciones.

Hoy el mundo está libre de Hitler y los nazis porque el líder soviético Iosif Stalin ganó la segunda guerra mundial. Como si fuera poco, la URSS puso al primer hombre en el espacio y consolidó una maquinaria militar nuclear que garantiza que EEUU respete ese territorio hasta los tiempos actuales. La URSS impulsó mayor inclusión social para campesinos, obreros, mujeres y estudiantes; el zarismo y las élites fueron erradicadas, además se estableció una sociedad más igualitaria.

Con tantas victorias, es inevitable preguntarse por qué se terminó la URSS. La culpa fue del burocratismo, un fenómeno mediante el cual muchos funcionarios de gobierno y dirigentes del partido escalaron como nueva clase privilegiada y se divorciaron del pueblo. A partir de ahí, trabas administrativas, corrupción y falta de apoyo a las iniciativas del pueblo de a pie, sentenciaron el final.

Luego de una década de intensa crisis interna, la URSS se desintegró en 1991. Al conmemorarse un siglo de ese valioso proceso soviético, la propuesta revolucionaria es: aprender de los errores de la URSS para nunca repetirlos y trabajar autocríticamente hasta lograr un sistema de trabajo, derechos, deberes y verdadera igualdad social, es decir, el soñado socialismo del siglo XXI.

Otro fue el caso de la «resurrección milagrosa», mejor conocida como la Revolución Sandinista. El proceso político de Nicaragua, inspirado en la figura del líder social Augusto César Sandino, es una construcción heroica de un pueblo pequeño en territorio, pero gigante en dignidad y rebeldía contra el imperialismo norteamericano. Desde que Nicaragua logró su independencia como república y desalojó al invasor español, le cayó otra forma de colonialismo, esta vez desde EEUU que impuso a títeres dictadores como Anastasio Somoza en ese país.

Pero la llegada de los combatientes sandinistas, con el comandante Daniel Ortega al frente, le puso fin a décadas de opresión contra el humilde pueblo nicaragüense. Fue entonces a través de una guerra de guerrillas, ampliamente apoyada por el pueblo, que la criminal dinastía somozista fue extirpada de ese país centroamericano.

Ideológicamente afines con la Cuba socialista, el nuevo gobierno sandinista no fue bien visto por el gobierno de Ronald Reagan, quien catalogó a Daniel Ortega como un segundo Fidel Castro, es decir, un líder latinoamericano decidido a romper cualquier relación de dominación impuesta desde Washington.

De 1979 a 1989, la revolución sandinista desarrolló un proceso socialista parcialmente exitoso, que restituyó los derechos humanos anteriormente violentados por el dictador Somoza, asimismo promovió mayor igualdad social y derechos laborales. Sin embargo, el sabotaje imperialista contra esa joven revolución no se hizo esperar. Desde el norte se financiaron grupos terroristas conocidos como “los contras” y con ellos se perpetraron ataques armados contra pobladores indefensos.

Ya en un escenario confusión y guerra civil inducida desde el extranjero, se adelantaron elecciones presidenciales en 1990 y la candidata patrocinada por EEUU, Violeta Chamorro obtuvo el triunfo. La sandinista es tal vez sea la única revolución que llegó al poder por las armas y posteriormente lo entregó por vía pacífica y electoral.

Muchos daban por muerta la revolución sandinista, pero esta regresó milagrosamente al poder por la fuerza de los votos en 2012, una vez más con Daniel Ortega al frente. Luego de años de gobiernos neoliberales y vende patria, Nicaragua optó por reconstruir su soberanía eligiendo a los sandinistas. Frente a los altos y bajos de la historia, la propuesta necesaria es: hacer las cosas bien para contar siempre con el amor del pueblo y no dejarse tumbar por los contrarrevolucionarios venezolanos porque los milagros del pasado rara vez se repiten.

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