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Manuel Malaver: Elecciones en tiempos de guerra

Una barrida en grande de Maduro, una que no le asegure más de dos o tres gobernaciones, va a determinar que, tanto dentro como fuera de su partido, se plantee la fatalidad de enviarlo jubilado a La Habana y sin boleto de retorno


Manuel Malaver

Si observamos que las elecciones que se celebrarán en dos semanas fueron precedidas por tres meses de una confrontación gobierno-oposición que rodó de abril a julio y arrojó un saldo de 110 manifestantes asesinados, 600 heridos y más de 3000 detenidos, entenderemos que se trata de unos comicios crispados, fuera del control de quienes los apoyan y quienes los adversan, y que pueden ser el regreso a la violencia o la continuidad de una paz precaria, que no se extendería más allá de las elecciones presidenciales de diciembre del 2018.

En otras palabras, cualesquiera sean los índices de paz o violencia que emerjan después de los comicios no debería descartarse la posibilidad de que Maduro pedalee hasta diciembre del próximo año y sean los resultados de las elecciones del final de su mandato los que decidan su quiebre o  permanencia en el poder.

Para despejar esta incógnita, no hay duda de que los resultados de las regionales del próximo 15 de octubre son fundamentales, pues una barrida en grande de Maduro, una que no le asegure más de dos o tres gobernaciones, va a determinar que, tanto dentro como fuera de su partido, se planteé la fatalidad de enviarlo jubilado a La Habana y sin boleto de retorno .

Pero si las urnas, o las máquinas, dicen que los resultados arrojan un reparto de gobernaciones de a mitad, con la oposición alzándose con 10 o 12 y Maduro con el resto, entonces habría que considerar, no solo no echarlo, sino resignarse a cogobernar con el dictador hasta el final de su mandato pautado para diciembre del 2018.

Y desde luego que, al primero que veremos defendiendo esa tesis, es al Secretario General de AD, Henry Ramos Allup, quien ya la da por tan sentada, que hasta ya inició su propia campaña para unas presidenciales que, desde hace mucho tiempo, le quitan el sueño.

Puede conjeturarse que Henry Falcón si gana la gobernación de Lara —y mucho más si la pierde—, también comulgue con la estrategia de Ramos, y que Manuel Rosales, quien se olvidó ¡al fin! de la gobernación del Zulia, también se afilie a un futuro de coexistencia de Maduro con “los dos Henry”, que es donde mejor podría sobrevivir.

Nos queda, entonces, ocuparnos de los otros dos partidos “electoralistas”, los de la “nueva política”, los que empezaron con la arrancada de tigre de desbancar a Chávez, mientras daban cuenta de AD y COPEI y ahora terminan con la parada de burro de estar en manos de “los dos Henry”, quienes, casi los duplican en candidatos a gobernadores y pueden perfectamente “prescindir de sus servicios”, en tanto se  agencian a “un concordato” con Maduro.

Pero es que ya puede darse por descartado que, si la vocación de Maduro es persistir y contarse en diciembre del 2018 pues preferiría morir o vivir en manos de “los dos Henry”, sus socialdemócratas preferidos, que de los oligarcas y derechistas, Borges y López.

De ahí que, nos atrevemos a predecir que si “Tibisay y sus viejas” van a arrear la caña contra algunos candidatos a gobernadores de la oposición, apuntarán a los de Primero Justicia y Voluntad Popular, para que el 16O el país amanezca rojo, blanco y azul.

Son sucesos, datos y señales de los cuales no se habla, y mucho menos se escribe, pero cuya realidad ya incidió en el nuevo slogan electoral de la MUD salido, sin duda alguna, de los laboratorios de estrategia electoral de los hombres de Julio y Leopoldo: “Las elecciones no son una fiesta, sino una forma de lucha contra el hambre”.

“Y de Maduro”, debieron a agregar, pero es meterse demasiado contra quienes en la MUD siguen pensando que, “si se ganan las regionales y después las elecciones para alcaldes ¿para que perder la oportunidad de contarse con “el presidente que hablaba (ya no habla) con los pájaros en diciembre del 2018”.

De todas maneras, un epigrama (más que slogan) para quien quiera ver y oír: No hay arreglos ni acuerdos con Maduro y las regionales, cualesquiera sean sus resultados, no son sino la continuidad de la guerra, o la política, por otros medios.

Y quizá fue por eso que, en la reunión preconstitutiva de “Soy Venezuela” (la unión de partidos que se apresta a sustituir a la MUD después de las regionales) estaba un, o una representante de Voluntad Popular, no se sabe si invitada o autoinvitada, pero puede inferirse que por la decisión de los partidos de la “nueva política”, de no seguir siendo los “resucitadores” de la vieja.

Vienen cambios de todas maneras, y las regionales se ven como el “ábrete sésamo”, no solo de la formación de otras organizaciones y de otra organización de organizaciones, sino de líderes, no tanto de los partidos, como de núcleos de la sociedad civil ya probados en la lucha de calle, militantes de fuerzas que se mueven en los barrios, urbanizaciones y ciudades y pueblos del interior y que, ya decidieron agregarse a lo que parece ser la embestida final.

A este respecto, nada más importante que resaltar el aislamiento de la dictadura en el orden internacional, la forma como, desde la OEA, el gobierno de los Estados Unidos y la UE, la condena y el acorralamiento a Maduro y su dictadura,  se traducen en hechos concretos que pronto concluirán en la acusación del dictador en la Corte Penal Internacional de La Haya por Crímenes de Lesa Humanidad, la aplicación de la Carta Democrática Interamericana y más sanciones que promuevan la asfixia de quienes matan de hambre a Venezuela para sobrevivir en el poder.

Lo cierto es que, como en ningún momento de la lucha contra la dictadura que ya cuenta 18 años, el apoyo de la comunidad internacional ha sido tan extenso y comprometido y, sin duda, dirigido a producir un resultado que, en el corto plazo, se traduzca en el fin de la dictadura.

Pero para ello es sobremanera importante que la oposición se refresque, se renueve, se transforme y empiece a cumplir un rol que borre ilusiones postergativas que, hasta ahora, no han hecho otra cosa que remacharle las cadenas a Venezuela.

No negamos el enorme esfuerzo, la valentía y los sacrificios que la mayoría de los partidos democráticos venezolanos han empeñado por más de 18 años en la lucha por derrocar la dictadura más represiva y destructora que ha conocido Venezuela, pero también sería ilógico no admitir que algunos han perdido el rumbo y se han negado a reaccionar correctamente ante la presencia de atrocidades para las cuales no existe otra respuesta que la confrontación sin cuartel.

Y de la misma no excluimos la participación electoral que le ha proporcionado sólidas victorias a la oposición como la del 6D del 2015, pero que se frustró, porque la obligación que tenía la dictadura de cumplir la Constitución fue burlada, entre otras, a causa de que la oposición no pudo imponerla.

Ahora estamos frente a un tremendo desafío, obligar a respetar la Constitución a un Gobierno que ya eligió fraudulentamente una Constituyente para anular la que existe y fue aprobada con el voto de las mayorías, y dada tamaña transgresión, al país no le que queda otra alternativa que separar a Maduro de la presidencia, sea por la acción del pueblo en la calle o una unión cívicomilitar que haga cumplir el art. 350 de la Constitución.