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Editorial | El candidato soy yo

Nicolás Maduro candidato

La burda máscara «anti-corrupción» esconde una verdadera purga, para desaparecer a los enemigos internos del dictador


A Maduro sólo le faltaba hacer oficial su voluntad de mantenerse en el poder para tener toda las fichas de un dictador que se precie de tal. Y finalmente, en voz de su lugarteniente, ha anunciado al país que será él el que va a competir, eso sí: contra los candidatos que a él le provoque enfrentar, en la fecha que le convenga y bajo las condiciones que él imponga para quedarse un rato más en Miraflores. Esa es la pretensión, parte del show que esconde el golpe que desde hace meses ha perpetrado en contra de la República. Adiós a las esperanzas tontas de quienes en el chavismo siguen creyendo en pajaritos preñados con aquello de la consulta a las bases. La voluntad de Maduro se ha de cumplir, porque él así lo ha decidido. El resto a callar y a obedecer. Eduardo Samán ha probado lo que significa desafiar a la cúpula de su partido que ha impuesto, porque sí, a Érika Farías para la Alcaldía de Libertador. Comuneros del interior han padecido de lo mismo en estas semanas de farsa electoral. El poder es un vicio que pone a delirar a la alta burocracia, porque sólo eso explica que un hombre detestado por las grandes mayorías y que se ha mostrado ineficiente para gobernar vea como una posibilidad permanecer al frente. El madurismo se quiere imponer como corriente y está dejando a un lado a lo interno a cualquiera que piense en hacerle sombra al candidato del bigote. Los “hijos de Chávez”, corriente que integran Rafael Ramírez y Luisa Ortega Díaz, entre otros, están siendo apartados del camino sin contemplación. Porque, hay que decirlo, para la “revolución” el gran delito que han cometido ellos es el de “alta traición”. Que nadie crea los cuentos sobre la lucha contra la corrupción o por adecentar al país. Esa es tan solo una máscara burda que esconde una verdadera purga, una limpieza para desaparecer a los enemigos internos. Si en este país se hiciera justicia, pocos quedarían de pie, con la frente en alto. La gran mayoría del alto Gobierno estaría en el banquillo, pero es bien sabido que la justicia madurista es selectiva, tuerta, acomodaticia. Falta la réplica de los acusados que promete airear la cloaca en la que han convertido a las instituciones de este país. Mil veces en estas páginas se ha denunciado lo que ahora es argumento y contraargumento de unos y otros: la decadencia de la clase política ha acabado con la nación, se ha cargado nuestro futuro.