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Manuel Malaver: La guerra entre Maduro y Ramírez por los despojos del país

Ramírez y Maduro

No conocemos las ideas políticas, ni de ningún tipo, de María Gabriela Chávez, pero es evidente que preparó un perfil como de “heredera genuina”


Manuel Malaver

Aun resultan imprecisas las causas de la guerra que libran en este momento dos de los más poderosos herederos de Chávez, Nicolás Maduro y Rafael Ramírez, por el botín de un legado que si bien, ya no puede contarse sino en despojos, sigue siendo invaluable como recurso para apostar por unos años más en el poder.

Lo que sí puede asegurarse es que, siendo Maduro presidente de la República y amo del Poder Ejecutivo, empezó golpeando primero al “opositor” Ramírez, al destituirlo como embajador de Venezuela en la ONU y emprendiendo una razzia contra algunos de sus lugartenientes que ya tiene en la cárcel a los expresidentes de PDVSA y Citgo, Eulogio del Pino y Nelson Martínez y al primo, testaferro y administrador de la inmensa fortuna de Ramírez, Diego Salazar Carreño.

Quiere decir que, la guerra comenzó golpeando los posibles apoyos que Ramírez pudo haber sembrado en PDVSA para futuros movimientos -ya fueran boicots, paros o huelgas-, y los jamás suficientes recursos económicos que, como advertía Napoleón, son los que deciden los conflictos.

¿Pero cuál es esa guerra?, podría preguntarme un desprevenido lector, ¿cómo se está manifestando o configurando y cuáles los signos y síntomas que obligaron a Maduro y a sus asesores de la inteligencia cubana a dar un “golpe” en el cual podría irles la vida, el crucial bastión de Miraflores?

Lo primero que debe decirse es que Ramírez estaba o está al frente de “una” de las oposiciones a Maduro surgidas al otro día de asumir la presidencia de la República, que quizá se formó a raíz de su separación de la presidencia de PDVSA y fue organizándose tan pronto el “hombre de ninguna parte” trazó alianzas con la GNB, el castrismo raulista y los generales del “Cártel de los Soles” que, de una vez, embistieron contra el chavismo originario y su brazo armado, la oficialidad del Ejército del 4 de febrero del 92 y la de los 12 años que Chávez se mantuvo en el poder.

No sabemos si esta oposición “cívicomilitar” tuvo o tiene vínculos con la “militar” de los generales Miguel Rodríguez Torres, Clíver Alcalá Cordones y Montilla Pantoja, tampoco si hace parte de la “cívica” donde militan Jorge Giordani, Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio y Luisa Ortega Díaz y, mucho menos, si habían realizado o se preparaban para realizar acciones conjuntas.

Lo que sí es público y notorio, es que Ramírez criticó la política económica del chavismo al otro día de asumir Maduro la presidencia, que presentó un “Plan de Recuperación” donde suavizaba el control de cambio y apenas permitía dos, uno oficial y otro fijado por el mercado y propiciaba una apertura hacia la inversión privada que hacía realidad la economía mixta.

Es importante recordar que el mismo Maduro anunció haber recibido el “Plan”, dijo que lo iba a llevar al gabinete para su consideración y posible implementación y que solo cuando el entonces gobernador de Anzoátegui, Aristóbulo Istúriz, bramó desde Barcelona que “modificar el control de cambio era volver al capitalismo” lo enterró y no volvió a mencionarlo.

Ramírez entonces espació, pero no dejó sus críticas y de reseñar es el artículo que escribió sobre el llamado de Maduro a convocar una Asamblea Nacional Constituyente, ANC, apoyándolo, pero advirtiendo que podía devenir (como en efecto sucedió) en la pulverización del legado de Chávez, y por último, de dos artículos publicados recientemente en el diario “Panorama” de Maracaibo y la página web “Aporrea”, en los cuales, pasa a la ofensiva y ya dice que si no se cambia la política económica, se le podía inferir un daño irreparable al país.

Pero en lo político es evidente que Ramírez tampoco se ha mantenido de brazos cruzados y descartando el rumor de que hubiera contactado al gobierno de Estados Unidos para asilarse y declarar ante organismos judiciales, policiales y financieros como “testigo protegido”, lo más notable a destacar es que, hay indicios de que hacía gestiones para promover y organizar un movimiento político “chavista-disidente” que lanzaría la candidatura de María Gabriela Chávez (la hija mayor del difunto y funcionaria de la ONU) para las elecciones presidenciales del 2018.

A los efectos, no solo él, sino Giordani, Navarro y Ana Elisa Osorio, compartirían y trabajarían en la idea de que, una hija de Chávez de candidata, no solo arrastraría a “lo más puro” del chavismo irredento y abandonado, sino que, incluso, podría “picar” entre el pueblo opositor cada día más inconforme con la MUD y sus candidatos.

No conocemos las ideas políticas, ni de ningún tipo, de María Gabriela Chávez, pero es evidente que preparó un perfil como de “heredera genuina” de su padre y como este tipo de herencia carismática está en el espíritu de los tiempos políticos que vivimos, sean de derecha o de izquierda, pues hay que darle a la propuesta tanto credibilidad, como posibilidad.

Pero cualquiera que fuera el avance de esta jugada, o más aun, su autenticidad o veracidad, ya nos imaginamos el nerviosismo y la intranquilidad que pudo generar entre La Habana y Caracas, en el Palacio de la Revolución y el Palacio de Miraflores.

Pero es posible que Ramírez, como buen chavista originario, no pensara solo en el ajedrez electoral y estuviera moviendo fichas militares, como puede suponerse de un alto funcionario que estuvo 12 años al lado del “Presidente Eterno”, recorriendo cuarteles, participando en reuniones, tramando conspiraciones, golpes, contragolpes y prestándole “ayudas” a estos uniformados a los cuales les pagó Chávez su lealtad poniéndoles a Venezuela a sus pies.

“Fui de los cuatro hombres que estuvo al lado de Chávez en el momento de morir” escribió recientemente Ramírez en un tuit y ello revela que, conservó su poder hasta última hora, que quizá lo distinguía para que no fuera víctima de futuras tropelías, y que hasta pensó en él para la sucesión.

Podía, entonces, luchar por su legado, no aceptar que se le separara sin más de la línea de mando y que estaba obligado a activarse si notaba que la herencia del “Comandante” empezaba a ser dilapidada o desvirtuada.

Hubo un conato de golpe de estado de proporciones importantes a mediados de julio de este año, en el que intervinieron militares y civiles del gobierno y de la oposición, que explica la toma del Fuerte Paramacay y la represión contra los militares retirados que estaban en la primera línea de oposición contra Maduro, pero no sé si Ramírez estaba involucrado o conocía de su gestión.

Lo que sí está revelando o deslizando después de su destitución y viaje a Ecuador con la intención de residenciarse, es que es un político opositor, de la disidencia, que denuncia los altos niveles de corrupción del madurato, las violaciones de los derechos humanos y que no se quedará de brazos cruzados, ni asumirá un rol pasivo ante la coyuntura a que lo han obligado Maduro y Raúl Castro.

¿Con qué cuenta?, es inexcusable preguntarse a esta longura de mi crónica, y Ramírez le acaba de declarar a la BBC de Londres en una entrevista desde un lugar no especificado que “con información, información, y mucha información”.

“No tengo bienes de fortuna” le declaró al entrevistador “pero si muchos documentos que logré sacar de PDVSA”.

¿Acaso las pruebas de las enormes triangulaciones que se hicieron con Cuba, Rusia, Irán y China para penetrar el sistema financiero global y convertirlo en un insondable agujero negro?

O tal vez ¿cómo se financió a Hezbolá, el ISIS y Hamás con los gigantescos recursos del boom petrolero para unirse a los enemigos de Estados Unidos en la guerra asimétrica que buscaba desaparecer al Imperio?

¿Qué sucedió en PDVSA después que Maduro lo obligó a abandonar la presidencia y sus agentes, tipo como Del Pino y Martínez le suministraron documentos sobre cómo fue siendo tomada por el miniimperialismo cubano hasta nombrar de presidente a un narcotraficante y violador de los derechos humanos como el general Manuel Quevedo que, inmediatamente nombró presidente “honorario” al embajador de Venezuela en Cuba, Alí Rodríguez, que no es sino una marioneta de Ramiro Valdez, “el carnicero de La Habana?”.

De esto y mucho más podría hablar y declarar Rafael Ramírez desde cualquiera de sus escondites que, unido a las denuncias que realiza por el mundo la Fiscal Luisa Ortega Díaz, podrían ser la “gran bomba”, el “montesinazo” que obligue a la comunidad internacional, encabezada por los Estados Unidos, a mover definitivamente sus piezas para poner fin a la narcotiranía que destruyó desde el Estado al que fue uno de los países más próperos del mundo.

Una narcotiranía que lleva a cabo un “genocidio por hambre”, no diferente al que hicieron y hacen los comunistas en la URSS, China, Corea del Norte y Cuba, con el resultados de los cientos de niños que mueren por falta de alimentos en las calles, los enfermos en los hospitales porque no hay medicinas y de miles de personas que son entregados al hampa común para que paguen con la vida su negativa a entregarles algo de la nada que poseen.