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Carta a la “Fosforito”

El género epistolar  está de vuelta

Omar Estacio Z.

¿Recuerda, usted, señora “Fosforito”, la vez que se le atravesó a un avión, en plena pista, para impedir el despegue, con riesgo para la vida de de un centenar de pasajeros? Sin ton ni son, porque la boletería del vuelo estaba agotada pero, usted, doña Fosforito, chapa en mano, exigía una butaca para sí, otra, para un acompañante -algún amigo con “derechos”, quizás- y una tercera para “Fifí”, su perrita barriobajera?

¿O cuando en cadena nacional, usted, lady “Fosforito”, “pintó una paloma” o miembro viril, gestualmente – brazo derecho enhiesto, puño cerrado, mano izquierda posada sobre una de las jamonas que tiene por bíceps – porque la bancada opositora de la AN, solo por incordiar, en medio de una memoria y cuenta, coreó los remoquetes del “Conejo” y de “Wilmito”, reclusos de altísima peligrosidad, con quienes oronda y lironda, alguna vez compartió lecho a tenor de las fotografías difundidas por su propia jefatura de prensa?

¿O cuando, en las inmediaciones de hospital caraqueño, en gavilla con dos integrantes de su aquelarre, incitó a las turbas a que linchasen a un alcalde de oposición “¡Mátenlo, mátenlo, mátenlo!”, herido a la postre de un porrazo por el occipital?

  Tales proezas me venían a la memoria, ahora, que con motivo del “acuerdo para un nuevo diálogo”, suscrito por cierta oposición, mini o micro, esquirol o malinche, cipaya, colaboracionista o proxeneta, han vuelto a ponerse de moda, las cartas subidas de tono de enardecidos venezolanos a los participantes de la farsa.

            “¿Y qué tengo qué ver, yo – se preguntará- con ‘diálogos’, ni ‘acuerdos’ si esas palabrejas, desde que soy ‘gobielno’ las excreté de mi diccionario?” Que usted, mademoiselle Le Fosforité, es como es, guapa porque se sabe apoyada. Más para seguir en el ajo robolucionario, menos por convicción pero, con todo, nadie la ha percibido como quintacolumnista. Para no darle más vueltas al asunto: que en el hipotético dilema hamletiano de compararla con los susodichos “opositores”, usted nos resulta, sexi, grácil, angelical y hasta nos reconcilia con la especie humana ¡Hay que tener … riñones! ¿No?

 @omarestacio