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CAPITALISMO COMPETITIVO

Para que el capitalismo funcione tiene que haber competencia de verdad

Cipriano Fuentes
Cuando Karl Marx y su amigo, Friedrich Engels, explicaban su visión de la historia de la humanidad, partían desde la sociedad primitiva en una escala ascendente de la cultura humana, pasando por la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y la llegada a la “tierra prometida” del socialismo. Dejaron toda una herencia nostálgica y teórica sobre el final del capitalismo.
Pero no es la única, en aquel libro la pareja de filósofos nos decían que el proceso infinito de producción se inicia con tres pilares invencibles: la revolución industrial; las revoluciones culturales y políticas de Inglaterra en 1869 y Francia en 1789; el descubrimiento de América y la circunnavegación de África; los mercados de la India y de China, la colonización de América, el intercambio de las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías que imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido.
CAPITALISMO DEMOCRÁTICO
La teórica política Rebecca Henderson afirma: “Para que el capitalismo funcione, debe ser libre y justo. Tiene que haber competencia de verdad.” Y allí está el detalle. El capitalismo es invencible. Con todos sus defectos y cualidades. Pero no es único, hay varios tipos de capitalismo, el más avanzado es el capitalismo democrático, que contiene amplios espacios de competencia con libre mercado extendido, y apoyado por un sistema político democrático y pluralista, además con inversión social en educación y salud generalizadas; y que ya se preocupa por el medio ambiente.
Henderson asegura que con la profundización del capitalismo los precios ya no reflejan adecuadamente el valor social de las cosas. Empresas, consumidores y gobiernos contaminan el ambiente sin costo. El mercado, en el mejor de los casos, nunca es perfectamente competitivo, no refleja jamás el valor de la naturaleza y el bienestar social y del resto de especies.
Hay grandes sectores sociales —en particular en países pobres— que, en general, viven bajo condiciones de pobreza y pobreza extrema, lo cual alienta la conflictividad social. Ya no se puede esconder el problema por más tiempo. Suena romántico, pero Henderson propone un «capitalismo sustentable», “donde las empresas generan rentabilidad y, al mismo tiempo, actúan para disminuir la contaminación y la desigualdad social”.
Y era la visión del dúo alemán: “La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.” (En Venezuela y en buena parte del mundo no, pero eso es otra historia).
En conclusión, para Marx y Engels “la burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales.”
Al igual que la canción de la cigarra, el final del capitalismo —anunciado tantas veces por los marxistas— nunca llegará o solamente llegará si alguien inventa un sistema eficiente, competitivo e integrado, que respete la libertad, la democracia, el libre mercado y la iniciativa individual.
ciprianofuentes1@gmail.com